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Reportajes

Llano Verde: dolor y resiliencia al Oriente
Parte 3

Portada tomada de ilustración elaborada por la ilustradora MAPA para la Fundación NOMADESC

Mayo 13 – 2024

Por Laura Cruz  

Empezamos este reportaje nombrando a los cinco muchachos que fueron asesinados en agosto de 2020 y que formaban parte de la comunidad del barrio Llano Verde: Álvaro José Caicedo, Jair Cortés, Josmar Jean Paul Cruz, Luis Fernando Montaño y Léider Cárdenas.

Hoy recordamos a las víctimas y tratamos de entender qué es Llano Verde, sus dinámicas sociales, sus luchas, las violencias, su cultura, esto a través de cuatro mujeres; una madre que recuerda y reivindica el dolor, una joven líder que repite el nombre de sus amigos muertos para que así sea por un segundo vuelvan a vivir en la palabra, una mujer negra del después de ser desplazada se hizo abogada, y una docente que humaniza la academia. 

“Sólo me faltaba la canoa”

Jimmy, Eloy, Lágrimas, Víctor y Vicky vuelven a vivir de alguna manera cuando Alejandrina pronuncia sus nombres. Ellos son sólo una parte de los niños y jóvenes que han sido asesinados desde que se fundó el barrio. A Alejandrina seguro se le escapan algunos de los nombres de los amigos que ha visto morir por una guerra que hoy trata de comprender y cambiar por medio del semillero Afrodes.

Alejandrina Falquez Sinisterra llegó a Llano Verde en el 2014. Se vino con sus hermanas porque su madre, al ver que la violencia se agudizaba año tras año, prefirió que sus hijas estuvieran seguras. Alejandrina proviene del municipio de Satinga u Olaya Herrera, como también es conocido. Es un territorio del Pacífico nariñense a 16 horas de Cali, 14 de ellas en barco y 2 en carro

Diez años después de que la familia de Alejandrina fuera obligada a migrar a Cali, persisten los desplazamientos por cuenta de enfrentamientos entre guerrilleros de las disidencias de la Segunda Marquetalia y las de ‘Iván Mordisco’. Más de 1.500 personas fueron obligadas a desplazarse el 10 de enero de este 2024.   

A pesar de tener que dejar su territorio, la primera vez que vio a Llano Verde le dio buena impresión. “Todo se parece. La organización, todo estaba divino. Fue muy acogedor. Hay muchas prácticas parecidas a las de nuestros territorios. Siempre está el tema de compartir, el respeto hacia el adulto mayor, todo. Entonces como que no fue muy alejado de lo que yo vivía en mi territorio ¡Sólo me faltaba el río y la canoa!” Se ríeSin embargo esa sensación de belleza y organización del barrio cambió cuando Alejandrina vio que la muerte, que tan presente estaba en Satinga, la había seguido también a Cali. 

Se vino la violencia

El cambio más abrupto fue cuando mataron a Vicky”. Vicky era una niña de 10 años y murió en medio de un enfrentamiento entre la policía y los grupos armados. Fue una bala perdida. “Estábamos celebrando el día de los niños cuando inició la balacera. Los niños empezaron a correr a sus hogares buscando un refugio. Vicky llegó a la casa de ella y se devolvió porque la puerta  estaba cerrada y de ahí, en ese correr y buscar ese resguardo, recibió el impacto. Pensamos que se había desmayado, que se había chocado, pero cuando la fuimos a ver tenía el impacto acá (se señala…), y lamentablemente Vicky murió”. 

Jimmy, Eloy, lágrimas, Víctor, entre otras víctimas, han sido asesinadas en Llano Verde, la mayoría amigos y conocidos de Alejandrina. Otros jóvenes han tenido que desplazarse del barrio o de Cali porque corrían peligro de ser asesinados.  El primero, el intraurbano, es una afectación muy común que viven las familias a causa de la violencia.

Continúan los asesinatos

La joven concuerda con la mayor parte de la comunidad en que lo más fuerte que ha pasado es la masacre de los cinco de Llano Verde, sin embargo, dice que en el cañaduzal han encontrado muchachos desmembrados.   

“Está el chico de la iguana. Está Cristian. Para nosotros es muy triste, porque es nuestra población, es nuestra etnia, el futuro. Los chicos no tienen oportunidad de vida. Hay, digamos, un racismo, una discriminación muy grande frente a nuestra juventud y eso conlleva a la falta de oportunidades, a que nosotros o nuestros jóvenes tengan que buscar oportunidad laboral y de vida desde otras prácticas, digamos, no muy adecuadas y eso lleva a que, en el peor de los casos, pierdan la vida” dice Alejandrina.  

Alejandrina es consciente de las problemáticas de su barrio, pero también sabe que un cambio es posible si de manera colectiva se construye. Quizás esa es una de las razones por las que estudia Trabajo Social en la Universidad Antonio José Camacho y es coordinadora del Semillero AFRODES que nació en el 2017, después de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC. Nació como una iniciativa de los jóvenes afrocolombianos en el suroccidente colombiano para articularse en torno a varias líneas de trabajo: fortalecimiento de la identidad ancestral, formación en derechos humanos, perspectiva de género, y prevención del consumo de sustancias psicoactivas. 

En la actualidad, el semillero está integrado por jóvenes víctimas del conflicto armado de las comunas 14, 15 y 21, provenientes del Pacífico colombiano: Buenaventura, Tumaco, Satinga y El Charco. Sus edades oscilan entre 14 y 28 años, y sus familias fueron reubicadas en la Urbanización Casas de Llano Verde en el año 2013 en el marco de la implementación del Programa Nacional de Vivienda Gratuita. El proceso de formación de la agremiación se ha llevado a cabo entre 2017 y 2020.

Según información suministrada por el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social (DPS,2014), para el 2014 en Llano Verde se reubicaron 2416 jóvenes entre 14 y 28 años (1259 mujeres y 1157 hombres). A la fecha el 44,3 % se encontraba estudiando en educación media, 36,3 % cursaba secundaria y un 6,1 % primaria. Apenas un 8 % contaba con un nivel de formación técnica y tan solo el 1,2 % había alcanzado el nivel de formación de educación superior. Mientras el 66 % se encontraba estudiando, el porcentaje restante se ocupaba en otras actividades así: tareas del hogar (14,2 %), otras actividades (3,1 %), buscaban trabajo (14,8 %); o contaban con una incapacidad permanente para trabajar (1,4 %).

Uno de los principales objetivos del semillero es realizar dinámicas que les permitan   conservar la cultura que tenían en sus tierras y que se ha ido perdiendo a causa del desplazamiento, ya que muchas de las nuevas generaciones no han nacido en el territorio, no recuerdan o bloquearon los recuerdos a causa de la violencia, lo que ha causado una desconexión total de sus raíces. Lo que ha provocado, por ejemplo, que muchas de las jóvenes del barrio sienten vergüenza por su cabello. “Tenemos las niñas, que muchas dicen que les da pena o no quieren tener el cabello que tienen, que quieren un pelo lacio. Esto es producto del desarraigo al que nos lleva la cultura occidental”.  

A raíz de esta situación, desde el semillero buscan el fortalecimiento de la cultura propia y la incidencia en las políticas públicas que ayuden a tener herramientas para proteger a los jóvenes. También han buscado que los adolescentes ocupen su tiempo en actividades que les permitan aprender un oficio y sirva de puente para, de alguna forma, reconectar, un ejemplo es un taller de estampados que tiene un enfoque en la afro-educación. 

Según Meneses la afro-educación debe pensar en cómo plantear soluciones a múltiples discriminaciones en los espacios educativos y revisar también que los efectos de la ideología del racismo complejizan las problemáticas sociales que han desencadenado los sistemas patriarcales y capitalistas sobre las mujeres afrodescendientes. Dadas las implicaciones del cuidado del otro en el hogar, se diseñaron talleres paralelos, a su vez, con los menores, para que las asistentes pudieran participar en todas las sesiones. De esta forma, se incorporaron al diseño del curso las necesidades planteadas por las mujeres afrocolombianas de AFRODES.

El semillero también ha logrado articulación con la academia, a través de diferentes universidades como la Javeriana, Unicatólica, Univalle, a donde los integrantes del grupo han participado en las escuelas de políticas públicas y, a través de lo aprendido, se han ido empoderando y tratando de construir una nueva vida.    

El semillero, además, tiene una escuela de formación ancestral que tiene como objetivo retomar las prácticas culturales  y  recuperar todas sus costumbres. El trabajo que realizan en este espacio no solamente llega a los jóvenes de Llano Verde, sino también a las comunas 13, 14, 15 y 21 que son las localidades donde hay más población afro y en condiciones de mayor vulnerabilidad en la ciudad de Cali.

La respuesta de AFRODES a la violencia

Para Alejandrina seguirá siendo de vital importancia, primero, guardar la memoria de quienes han sido asesinados, seguir nombrándolos. Segundo, rescatar sus costumbres porque al practicarlas es como si tuvieran consigo un poco del territorio; tercero, buscar oportunidades para los jóvenes del territorio porque todos tienen múltiples capacidades. Por último, “hay que buscar articulaciones para poder llevar más impacto y lograr, de una u otra forma, cuidar la vida de nuestros muchachos que se ha ido perdiendo”.

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