En la guerra nunca es poco tiempo
Pasó un año y medio como combatiente del ELN, grupo al que llegó engañado. Y si bien estuvo mucho menos tiempo que muchos guerrilleros, las heridas de la guerra solo necesitan un instante, un hecho, un segundo para aparecer. El reto es intentar dejarlas atrás. Y eso es lo que intente hoy este hombre de casi 30 años de edad que pudo volver a ser lo que siempre ha sido: un campesino que labra la tierra y obtiene de ella lo que necesita para vivir. Hoy lo hace en el Norte del Valle con el acompañamiento de la Agencia Colombiana para la Reintegración.
En la guerra nunca es poco tiempo
Septiembre 30 - 2016
Por Marcela Monsalve
Oriundo de una zona 'roja' del país, sus padres, su familia y él tuvieron que marcharse de la propia tierra que lo vio nacer. Luis Alfredo Herrera nació en La Caucana Antioquia, pero los paramilitares un día, sin ningún aviso, le arrebataron a él y su familia la ilusión de progresar en el campo. Entre apuros, su papá cargaba en hombros un costal a reventar con el trasteo y siendo solo un bebé Luis tuvo que emprender una nueva vida, una vida que no le resultaría muy fácil.
Un día, como cualquiera en su rutina, estaba sembrando ñame en el municipio de Tarazá Antioquia. Una hora antes había asistido a una reunión de la junta de acción comunal de la cual hacia parte. El municipio era muy pequeñito, pero desde ahí se dirigían buenas acciones para la comunidad: las carreteras estaban despejadas para que entraran los camiones que cargaban las cosechas y las calles en general tenían un control de limpieza.
Hacia las 11 de la mañana, mientras Luis Alfredo regaba el cultivo, llegó a la finca una muchacha bastante agraciada. Tenía el cabello negro y largo hasta la cintura, piel trigueña, y ojos grandes color café. Ella se acercó, mostraba gran interés por el campesino, le mencionaba lo bien que estaba haciendo su trabajo y lo invitó al pueblo por la noche a tomar algo.
El jefe de Luis Alfredo le había pagado 2 millones de pesos por un trabajo que había hecho en una finca vecina y en ese momento, sin pensarlo, accedió a las pretensiones de la mujer bonita. El sábado en la noche no fue suficiente, pues hasta el domingo a la madrugada todavía estaba con la muchacha en la cantina del pueblo.
Hoy Luis se dedica a la horitcultura. Cultiva pepino, cilantro y cebolla
A eso de las 10 am de lunes, llegaron a la finca 6 hombres vestidos con un pantalón de dril y otros de jean junto con la muchacha, eso sí, todos tenían el sombrero verde típico de los campesinos. De repente, el ambiente se tensionó. Luis Alfredo trataba de evitarlos diciéndoles que debía llegar a una reunión con unos paisanos de la zona, pero la misma mujer con la que había pasado dos días enteros, le dijo en ese mismo momento que tenía que irse con ella.
En ese momento se dio cuenta que no eran campesinos de la zona. Y así, a sus 27 años recién cumplidos, el ELN lo reclutó. Desde el principio, la guerrilla le dijo que él no había sido raptado, ni secuestrado. Mientras le entregaban su uniforme y su fusil, le informaron que ahora hacia parte del Ejército de Liberación Nacional con el que cambiaría el rumbo del país.
Mientras caminaba por una zona que él desconocía, la mujer le decía en el oído que se dirigían para unas tierras donde iba a estar con ella, a disfrutar de comodidades y a ganar muy buen dinero. Pero todo resultó ser una mentira.
Al segundo día como reclutado, le leyeron delante de varios militantes el reglamento, y solo en ese momento Luis entendió a qué lo habían llevado. Durante los primeros días el entrenamiento comenzaba a las 5 de la mañana, y como él era nuevo, debía cumplir con más horas que los demás.
Después de 15 días, el comandante decidió sacarlo del campamento de Segovia donde se encontraban, para enviarlo a su primer combate cerca al municipio. Esa misma tarde comenzaron a retumbar bombas y dispararos de lado y lado. Desde lejos el ejército asomaba sus mejores armas para cumplir con su objetivo: dar de baja al comandante del frente de Luis.
Agotados, bajo la lluvia, sin comida, ni donde siquiera recostarse por un momento, el frente de Luis estuvo en combate. Durante tres días, sin dormir ni descansar los fusiles eran los protagonistas de ese encuentro. Luis empezó a desconcertarse con los resultados de esa operación, pues ya habían caído muchos combatientes de lado y lado. Su comandante ya mostraba debilidad física y mental.
Antes de ese enfrentamiento, los guerrilleros se habían infiltrado en una base de policía para tomar de rehén a un teniente, pues unos días antes habían visto movimientos de personas extrañas y ajenas a la zona, acción que desató su persecución por parte del ejército.
Ya era época decembrina y desde hacía meses, Luis ya venía estudiando la manera de escapar. Sus ganas de fugarse aumentaron cuando su padre falleció y el comandante le negó el permiso de ir a San Marcos Sucre donde se encontraba toda su familia. No era fácil. Por un lado, estaban los paramilitares y del otro, se encontraba el ejército. Ante cualquier movimiento en falso ponía en riesgo su vida.
Llegó fin de año y el comandante ordenó a comprar 300 botellas de aguardiente e hizo matar dos novillos. Había dinero y comida para todos. Luis estaba prestando guardia esa noche porque estaba castigado, pero se llevó una sorpresa cuando salió a dar una vuelta alrededor de la finca y vio a dos hombres 'raros' cerca. "Yo me quedé haciéndoles vigilancia desde un palito de mangos, y luego salí de civil para registrar toda la zona", cuenta.
El fin
A las 11 de la noche dos helicópteros sobrevolaron y ya todos estaban alerta. El grupo salió corriendo de la finca y se dirigieron hacia El Jardín, un caserío cerca de Segovia. Cuando se lograron instalar, casi todos hacían vigilancia para evitar otra sorpresa.
Al otro día, Luis se puso el fusil, se abrochó el chaleco, y desde una ventana pequeña de uno de los cuartos vio cuando al comandante, que estaba hablando con uno de los muchachos, cayó por un disparo. A 15 metros se acercaban 30 militares del ejército. "Todos pensamos que lo habían matado" dice el ahora excombatiente.
Llegaron aviones y helicópteros, estaban emboscados. Intentaban salvar a su comandante y al mismo tiempo, disparar a todo lo que se les acercara. El helicóptero que daba vueltas sobre la casa empezó a disparar ráfaga tras ráfaga. Luis intentando huir se cruzó con un soldado que le gritaba "¿donde está su comandante alias 'el abuelo'?", pero él nunca lo delató.
Luis lo negó hasta el final, su único objetivo era no romper el reglamento. Cuando vio que estaba rodeado por soldados gritó desde lejos que se quería desmovilizar. De ahí, después de 1 año y 5 meses lo primero que escuchó por parte de ellos fue ¡bienvenido a la libertad!
El hoy de Luis
Su familia siempre fue campesina, su papá era agricultor también. Y aunque sí le gusta el campo, cree que siendo tan joven, puede estudiar algo y trabajar en una empresa para ''ser alguien'' quiere verse bien vestido y trabajando en una empresa.
Oriundo de una zona antes 'roja' del país, Luis es de cabello negro, de 1.68 cm. Estuvo en la guerra 1 año y 5 meses, pero su historia ahora es otra. Desde que hace parte del programa de Reintegración de la ACR su rutina cambió y pasó de empuñar un fusil a empuñar un cuadero para estudiar, leer y hacer actividades deportivas. Es ahora uno claro ejemplo de que en Colombia si puede exstir una segunda oportunidad.
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