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Lucia 2

Julio 31 - 2022 

Por Laura Cruz 

Lucía Berlín no cuenta historias. Ella nos muestra la vida. Su escritura causa el mismo efecto de cuando estamos distraídos, pasamos la calle y un carro frena en seco, nos quedamos allí paralizados sintiendo el corazón saltando por el pavimento. La autora solo escribió 67 relatos en su vida y aunque los que la admiramos desearíamos que hubiera muchos más, estas historias bastan para convertirla en una de las mejores escritoras del siglo XX.

En lo personal prefiero la novela que el cuento, pienso que en el último género cuando hacen un compendio, hay dos cuentos excelentes, dos buenos, tres que no sabes cómo catalogar y el resto te dejan la sensación que no se debió gastar tanta tinta. Sin embargo, en Manual para Mujeres de la Limpieza, todos los relatos son pulcros y elegantes. El uso del lenguaje es tan potente, tan medido que hasta parece que Berlín lo escribió de golpe con absoluta naturalidad, no obstante, para quienes apreciamos las palabras sabemos que hubo cuidado en el hacer.

La forma

La estructura del libro hace que cada historia tenga un símil, sin que se vea el hilo conductor, todo es sutil. Nos encontramos con los mismos personajes en diferentes etapas de sus vidas, y nos siguen despertando curiosidad por su experiencia, como si un amigo nos contara de lo que pasó en aquel viaje. El libro en su segundo relato inicia contando como una niña trabaja con su abuelo dentista en Texas.

Fragmento 1 Lucía

Luego pasa la juventud en Chile, donde vive su primer amor, su primera amiga, después se cambiará de país y vendrá su primer cigarrillo, su primera botella, su primer embarazo, sus esposos, el papel de madre, los múltiples trabajos que no tendrán nada en común, solo que están hechos para que le gente medio sobreviva y no viva. Lucía en estos relatos describe México, Arizona, Chile, Estados Unidos, países donde la autora vivió un largo tiempo. Lucía termina su libro hablando de la vejez, como si el personaje nos llevará de la mano a revisar cuartos donde se encuentran trozos de su vida.

El último es de una mujer mayor que lleva un tanque de oxígeno y que necesita arreglar el piso de su baño. En esta historia la autora nos muestra en parte la calma de la vejez, sin embargo, también nos hace ver que es una calma ingenua, porque a cierta edad para la mayoría la calma es rendirse y entregarse a la resignación. Cuando hablo de la estructura del libro, por supuesto me refiero a una unidad, sin embargo, cada cuento tiene una forma independiente, sin que afecte en nada en que la obra sea una totalidad.

Lucía va de la primera persona, al narrador omnisciente, también narra de manera epistolar, el simple cotorreo de dos amigas puede terminar en un fabuloso relato; o como el cuento Mamá, que, para mí es soberbio, puesto que la historia se cuenta en una conversación tranquila de dos hermanas, está cargado de intimidad, de dolor, de recuerdos en común, pero desde diferentes perspectivas.

Fragmento 2 Lucía

Las estructuras son originales y precisas. Fueron escogidas con rigurosidad y al mismo tiempo, la autora las hace parecer la cosa más simple. Hago énfasis en la forma porque Berlín jamás organizó los cuentos para un libro, ya que enviaba sus relatos a revistas como The Noble Savege, The Atlantic Montthly. Solo tras su muerte fueron organizados y compilados por los editores en el libro Manual para las Mujeres de la Limpieza que hoy publica Alfaguara. La mayor parte de la vida solo publicó en revistas y no obtuvo el reconocimiento que merecía, como le pasó a muchos autores entre ellos Edgar Alan Poe, no obstante, la autora estaba muy segura de la calidad de sus textos. Pocos días antes de su muerte le dijo a su hijo: “No botes nada, guarda hasta el último papel”.

Los temas

Berlín 1Berlín, en algunos de sus cuentos, evoca la niñez y no lo hace como Marcel Proust que habla del follaje inolvidable, ella nombra el polvo de Texas, las calles de su niñez y cómo el polvo también se encuentra en los primeros años. Lucia dice. “El tufo para mí fue como la Magdalena”, con una sola frase de humor negro, muestra un poco su niñez. La escritora nacida en Estados Unidos (1936-2004), nos enseña la forma en que una niña, tan solo con su ingenuidad, se enfrenta al mundo y que a nadie le da el privilegio de ser ingenua. La autora dice que la infancia crea temores y da alegrías que nos forjan el carácter si es que tal cosa existe, y en vez de eso, tenemos tan solo heridas o risas que van pavimentando el camino o abriendo grietas a cada paso.

“Y aun así el tiempo nunca basta (tiempo real), como decían los presos a los que les daba clase en la cárcel, … para explicar que el tiempo no les pertenecía”.  Lucía nos muestra cómo el pasado nunca se va. Como adultos tratamos de reparar el daño que nos hicieron de pequeños y cuando nos damos cuenta somos unos niños viejos, que pocas veces logramos sanar.

 

El alcoholismo

Berlín como tantos escritores fue alcohólica, pienso que las palabras y el alcohol ayudan a sobrellevar y a magnificar la vida, aunque las dos en exceso pueden terminar haciendo daño. En el texto encontramos como la autora describe como su familia estaba en un aura de alcohol, ya que su abuelo, su madre y su tío eran alcohólicos.

Lucía de una manera natural cuenta cómo se escapaba a beber mientras sus hijos dormían, lo hace mostrando cómo el caos se hace cotidiano cuando se tiene una adicción.

“En la profunda noche oscura del alma las licoreras y los bares están cerrados”.

También relata cómo pudo salir de esta adicción, y como otros terminaron ahogándose en la bebida, y haciendo daño. La escritora en ningún momento de sus relatos emplea mal un adjetivo ni se deja llevar por la melancolía de los recuerdos, aunque su escritura fue catártica es mesurada, utiliza la palabra precisa para que el texto este lleno de verdad de realidad, pero sin dramatismos, en este sentido me hace evocar a Piedad Bonnet, en el libro Lo que no Tiene Nombre.

La enfermedad

Cabe mencionar que la escritura de Berlín es considerada biográfica, lo que fue dominado como autoficción, en la que “el autor recurre a su realidad para inspirarse. Se convierte en protagonista de su obra, en la que reconstruye su vida manipulándola a través de alegorías, ilusiones, apariencias”. Escritoras contemporáneas que manejen el mismo género narrativo, por poner un ejemplo esta Vivian Gornick que además comparte su misma nacionalidad, y las dos lo hacen de manera magistral.

Lucía relata cuando su hermana menor sufrió de cáncer y cómo fueron sus días y los de su entorno, hasta que murió. En los cuentos de Berlín la enfermedad es un personaje más, no sé quién lleva el protagonismo, pero es una sombra zigzagueante que aparece para en ocasiones opacar los momentos de felicidad y en otros los detona. La autora no es condescendiente con su hermana ni con ella misma. Describe el antes y el después de la enfermedad, con crudeza que a veces se vuelve poesía.

La madre

Berlín 2

Mucho se ha escrito sobre el padre en la literatura, por ejemplo, Carta al Padre de Kafka, El Olvido que Seremos de Héctor Abad, o para no ir más lejos Paola Guevara que escribió recientemente Mi Padre y otros Accidentes, sin embargo, de la madre poco se ha escrito, como si fuera una figura sacra hasta en la literatura. La autora se atreve a hablar de la madre y lo hace con la misma fuerza que habla de tantos temas, lo hace sin rencor de forma objetiva. Si bien siento que hay dolor en sus relatos es un dolor de marea baja. 

“Una noche, después de que se marchara Byron, mi madre entró en el cuarto donde dormíamos las dos. Siguió bebiendo y llorando y garabateando, literalmente garabateando, en su diario.

–Eh, ¿estás bien? – le pregunté al fin, y me dio una bofetada”.

Así mismo habla sobre sus abuelos, el ambiente familiar, los secretos que todos saben pero que nadie habla en voz alta. Por ejemplo, del alcoholismo del patriarca de la casa, del abuso a sus hijas, y del silencio cómplice de la abuela. No sé si Lucía se lo propuso, pero muestra la violencia vivida desde hace tres generaciones. Enseña que la familia es una herida que sobresale ya decía, Leon Tolstoi. “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.

El feminismo

Berlín tiene dos relatos que hablan sobre el aborto que para la época que los escribió eran un tapujo, bueno ahora para ciertos sectores también. La escritora relata cómo una joven estadounidense va a abortar, en el otro, cuenta como a una joven campesina mexicana le hacen la misma propuesta, al final las dos tienen sus hijos, sin embargo, el hijo de la rubia tiene mejor suerte que el latinoamericano, porque tener hijos que no les vulneren ningún derecho también es un privilegio.

El segundo tema, aunque no está en la superficie, relata los trabajos que desempeña una madre soltera. Experiencia que la misma autora vivió puesto que trabajó como señora de la limpieza, telefonista, profesora, mientras combatía su alcoholismo y era madre. Berlín desafío su tiempo no solo con sus textos sino con su vida, la autora se casó cuatro veces en el primer matrimonio fue abandonada, en el segundo ella fue la que se marchó cuatro veces trato de ser lo más libre que pudo.

Lucía nos hace cruzar una puerta que nosotros desconocemos y ella la abre. Cuenta un mundo sin paliativos y con crudeza. Hace ver la rutina como algo extraordinario, y nimio al mismo tiempo. Describe al mundo de colores y también a blanco y negro. Cuando describe un carruaje yo oigo a los caballos, siento que me hace ver el viento que escuche el mar, cuando se detiene en las cosas. Leerla toca heridas, duele. Sus personajes son tan cercanos como usted y yo.

Yo la imagino cuando escribía como una directora de orquesta. Sus personajes son tan cercanos como usted y yo. Las mujeres de sus historias carecen de brújula, pero son fuertes, sagaces, determinadas. Denuncia lo cotidiano sin desdeñar y a quienes sobreviven a la cotidianidad eterna no los muestra como héroes o villanos solo personas.

Estoy segura que Berlín leyó a Anton Chejov porque se nota su influencia, también estoy segura que Chejov se sentiría complacido de los escritos de su alumna, y Craverd sin duda alguna aprendería de los cuentos de Lucia Berlín.

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