Febrero 27 - 2022
Por Laura Cruz
La Paramera es una novela de Laura Acero, escritora colombiana. Este texto quedará en la mente de un gran número de personas. La autora, quien también es promotora de lectura, descubrió aquello que muchas veces se esconde en el zaguán de las casas, bajo la neblina, debajo del silencio. Todo ello, en su experiencia realizando talleres en sectores rurales.
La novela de 124 páginas parece de 500 y no porque sea densa, todo lo contrario. Es una narración que condensa muchas temáticas, todas en las voces de las mujeres porque los hombres en la historia “son borrosos, se quedan afuera de la casa y mascullan cosas que nadie entiende”. La autora habla de la maternidad, de la relaciones en pareja, de la violencia en el campo, de la violencia que trae la ciudad, reflexiona acerca de la escritura y la oralidad, todo esto en San Juan, un corregimiento del Sumapaz. También plantea el cuerpo de la mujer como un territorio que es explotado y violentado a diario.
El primer capítulo del libro es como un aguacero torrencial que cae sobre nuestro rostro y las palabras como las gotas de lluvia, son tan fuertes que nos laceran en alguna parte. Se habla de una violación, una violación que sucede en lo privado pero que es pública, porque todas saben o al menos intuyen lo que pasa en la casa de al lado.
“… Se restregó encima de ella y le gimió al oído, y después de venirse en la ruana se subió el pantalón, se sirvió una agua de panela en el pocillo de Adriana y agarró una arepa recién hecha… Ni siquiera había dolor entre las piernas. Nada. En la tarde vendrían por ella… Mañana se acaba esta mierda, pensó, y se limpió la cara”.
De esta manera Laura Acero relata las violencias soterradas que sufren las mujeres. Así como el Páramo ha sido explotado, las mujeres también desde que tenemos memoria, memoria que han querido borrar. Este libro, en mi opinión, es la historia de muchas de nuestras abuelas, madres, a quienes les quitaron el derecho de hablar y que terminaron doblegadas por el silencio como único refugio o como una terrible agonía. El silencio dice a veces más que las palabras.
La Paramera arranca con un epígrafe de Juan Rulfo y no es gratuito. El libro de Laura no sólo se asemeja en que la historia sucede en la zona rural, sino en los silencios, que muchas veces dicen más que las palabras. El libro nos deja con la sensación de que hay más capas de las que vemos, como si el lenguaje no bastara, como si los silencios y la tierra escondieran los dolores causados por la violencia y por el amor, que a veces es tan violento como la misma guerra.
Laura nos habla así de los silencios:
“… Habrás creído, como yo, que el sexo nos quitaba el hambre de frío. Y no eres malvado, lo sé, esto ocurre entre tú y yo solamente. Tanto que le hablo a las mujeres y sentir, apenas ahora, que me has hecho daño y yo lo he permitido. Parece que no necesitaras contarle nada a nadie. Pero, amor, si todavía puedo pensarte así, mientras te despido y me despido de esta montaña que creí nuestra, Rubén, me lastimaste con tu silencio. El aire está lleno de neblina. La neblina entró por debajo de nuestra puerta y llenó el cuarto de humedad. El aire se nos vició, mis palabras se enmohecieron…”
Laura, le hace guiños a Rulfo, a través de la cotidianidad, de las cosas simples que son las que esconden el amor, el olvido, las violencias, las tradiciones. El índice del libro, ya nos dice cómo está estructurado, los capítulos muestran actos simples, que mueven la economía del campo y esa economía del campo es impulsada por la mujer, porque el trabajo doméstico también es trabajo.
El libro está estructurado en el día de una mujer, o varias mujeres, a modo de diario, son historias a modo de retazo, que entre lo urbano y, sobre todo, lo rural se asemejan a una colcha similar a un paisaje de la vida, de dolores y alegrías.
San Juan, corregimiento de Sumapaz, se nos asemeja a Lubina. Por la descripción del paisaje parece un lugar lejano, que está allí en el no recuerdo, en algo que sabemos que recordamos pero no sabemos porqué, algo que nos atrae profundamente como, en este caso a la protagonista que es una profesora y se va a vivir al campo dejando hasta su hogar, algo que es lícito para un hombre pero que a una mujer no se le perdona.
La autora también habla del tema de la maternidad, y desdibuja la idea que un parto o lactar, sean la mejor experiencia. Habla no con crudeza pero con sinceridad de lo que conlleva la maternidad, de las pérdidas, de cómo cambia el cuerpo de la mujer y cómo se transforman las relaciones de pareja y la vida deja de ser lo que era, para pensarla, sentirla y vivirla en plural.
Las madres de este libro son mujeres que han tenido que ser madres en un contexto de guerra porque el Sumapaz no ha escapado del conflicto interno. Ya lo decía Jaime Garzón, las únicas putas que hay en el Sumapaz, son las putas Farc. Dentro de los diarios de estas mujeres, podemos ver cómo los falsos positivos no sólo se han llevado a sus hijos, sino también han vulnerado su memoria. En la calma del Páramo podemos escuchar los sonidos de los fusiles y un sonido más fuerte: la pregunta ¿Quién dio la orden?
Laura Acero lleva muchos años siendo promotora de lectura. Ha trabajado con instituciones como Fundalectura, el Cerlalc y el Idartes. En un Renault 4 con el baúl lleno de libros ha podido recorrer muchos lugares, haciendo de la lectura algo democrático. La historia del libro parte de un taller de escritura que dirige una profesora que viene de Bogotá. Si bien la novela y sus personajes se bastan por sí solos, me gustaría hacer hincapié en cómo esta novela puede ser utilizada para realizar talleres de escritura, puesto que la narradora plantea las maneras en cómo los promotores de lectura, a veces, se equivocan al creer que llevan unas metodologías a los territorios, sin embargo, la comunidad puede cambiar este tipo de supuestos, ya que lo que la comunidad dice y muestra, va acorde con su ritmo de vida y su territorio.
Dos ejercicios que me llaman la atención en el libro es cuando la profesora pide a las habitantes del Páramo que lleven un objeto. Es curioso porque pienso que los objetos se van volviendo parte de una y a la vez cuentan, también, un poco de lo que somos o pretendemos ser. Los objetos guardan recuerdos.
“Parece que esta vez los objetos han permitido la confianza y que, poco a poco, surjan nuevos relatos. Varias se animan a contar su historia; algunas intentan escribir sobre sus objetos, y los hombres prestan atención a lo que las mujeres cuentan. Se han removido recuerdos y nos vamos a la cocina a seguir contando historias mientras empieza a cocinar el almuerzo en el fogón”.
Aparece otro ejercicio en el libro, que es la cartografía del cuerpo de la mujer pero con plantas, lo que vislumbra cómo la mujer y la tierra están conectadas, además nos deja ver las tradiciones del campo, de nuestras abuelas, nos acerca a lo que fuimos, hemos sido y seremos.
En mi opinión, la ficción de La Paramera nos ayuda a comprender los silencios del campo, ese no recuerdo que hace que nos sintamos tan cerca de los paisajes desconocidos, que comprendemos nuestra vida por medio de las voces de otras mujeres. El Libro de Laura Acero queda haciendo eco como un grito que uno da en un lugar apartado.
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