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Portada Bolaño 2

 Enero 30 - 2022

Por Laura Cruz

Terminar de leer Los Detectives Salvajes es estar exhausta, melancólica, con muchas respuestas. Es decir: con muchas verdades que en ocasiones no queremos escuchar sobre la poesía, la juventud y el amor, como si los tres no fuesen la misma cosa.

Leí Los Detectives a los 26 años. No era la primera obra que leía de Bolaño, ya conocía Amuleto porque alguien me presentó al autor, no de forma literal, pero si literaria por medio de sus libros. No me pudo dar mejor regalo ya que era un obsequio de adiós y los libros de Roberto Bolaño, lo dejan a una con la sensación de que se despidió de algo, de alguien, aunque no quede claro de qué o quién. Cinco años después lo vuelvo a leer y leer a Bolaño es perder algo, quizás la poca inocencia o esperanza que tenemos, pero sin duda alguna también es ganar algo de juventud.

Los Detectives Salvajes fue publicado en 1998, después de que su autor pasara veinte años en el anonimato escribiéndola, viviendo o muriendo para la escritura. Ya dirá él mismo que casi muere al escribirla y que no le gustaría que un hijo suyo fuera escritor, porque escribir es muy duro, y sin duda, escribir una obra como esta, que cambió el paradigma de la narrativa, después del Boom Latinoamericano, lo debió ser. Con más de 50 narradores que cuentan la vida de varios poetas a lo largo de 30 años, y por diferentes partes del mundo. Debe ser extenuante y agotador. Sin embargo, Bolaño recibiría no solo el reconocimiento, sino que tendría el honor de que compararan a Los Detectives con Rayuela. “Al lado de Rayuela, mi novela es una pobre novelita”, diría el chileno.

Bolaño 2

No obstante, Rayuela y Los Detectives tienen mucho en común: primero las dos no se quedan en una estructura lineal, sino que proponen recorrer el tiempo como si no existiera ni en la obra ni en la vida.  Segundo: tiene polifonía de voces porque detrás de cualquier persona ordinaria está escondido un verso, como si los autores comprendieran que, al fin y al cabo, el lenguaje es de la gente. Tercero: si en Rayuela existe el Club de la Serpiente, en los Detectives, están los Real Vicerealistas o Realismo Visceral. No obstante, mientras la obra de Julio Cortázar, está llena de Jazz, de escenas románticas, de París, la obra de Bolaño es violenta, osada, y se desarrolla en una de las ciudades más convulsas de América Latina, México. En lo que se diferencian es que Rayuela llega a ser realista, pero no cruda como Los Detectives Salvajes.

Esta obra empieza narrada en primera persona a modo de diario por Juan García Madero, un joven huérfano que es obligado por sus tíos a estudiar derecho y que llora toda la noche en su cuarto. Su vida cambia cuando encuentra a los real visceralitas, un movimiento poético que lo conforman jóvenes que desdeñan la vida planificada y materialista, que por inercia no están dispuestos a vivir. El libro de Bolaño está centrado en Eulises Lima y Arturo Belano, jóvenes que venden marihuana, que roban libros y que están dispuestas a dejar la vida por encontrar a la madre del Real Vicerealismo, a la poeta Cesárea Tinajero, de quien solo se conoce un poema. Eso les basta para iniciar un viaje por todo México en un Impala prestado.

Después de este viaje los poetas no serán los mismos, o quizás ese viaje era lo que necesitaban para decidirse a ser más ellos y comienzan un viaje por todo el mundo como judíos errantes que no se saben si están buscando más vida o la muerte. Los personajes se moverán por Guatemala, recorrerán todo México, España, Nicaragua, París, Israel, Chile, entre otros países.

Los Detectives Salvajes fue la quinta novela de Roberto Bolaño, ganó en el año 1998 el premio Herralde y en 1999 el premio Rómulo Gallegos. La novela se divide en tres partes: el diario de Juan García Madero, donde el joven se pierde entre las calles del DF, las aventuras del primer amor, la poesía y los bares. La segunda parte consiste en fragmentos correspondientes a testimonios de 52 distintos personajes en los que se recogen las vivencias entre los años 1976 y 1996 de los poetas Arturo Belano y Ulises Lima en distintos lugares del mundo. La tercera parte es la de los diarios de Garcia Madero por los desiertos de Sonora. Arturo Belano se basará en las experiencias de Roberto Bolaño y algunos dirán que es su alter ego. Ulises Lima es el poeta Mario Santiago, que fue amigo entrañable de Bolaño. “Mario era el poeta, poeta. Uno de los versos que recuerdo de Mario, si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”. Mario Santiago no alcanzó a leer Los Detectives Salvajes, pues murió atropellado un día después de que Bolaño acabara las correcciones de la obra.

detectives salvajes

El relato es un homenaje al infrarrealismo, movimiento poético que en la novela es denominado realismo visceral: no conformarse con escribir como poeta, sino hacer de la vida un poema, la poesía como un estilo de vida. Es aceptar que la poesía se escribe a la intemperie. Como el mismo Bolaño decía, es aceptar que “en la vida llega un momento que debes saber que escribir es una cuestión de vida o muerte”.

En este libro aparecen críticas a Octavio Paz e incluso es secuestrado en la ficción, cosa que en la vida real se hubiera merecido, apartando el Nobel y todo esto. También es criticado Pablo Neruda y se resalta el nombre de Nicanor Parra de sus poemas. También aparece el golpe de estado en Chile en 1973. Bolaño crea una novela donde no hay ningún poema pero que es habitada por la poesía. Es una prosa rabiosa, violenta y, sobre todo, triste.

La novela es un homenaje a todos aquellos poetas anónimos que nunca alcanzaron ningún anaquel, aquellos que renunciaron a ser poetas, como si a la poesía se pudiera renunciar. La obra también refleja una derrota generacional ya que todos quienes narran son poetas, pero en todo el libro ninguno escribe poesía.

El libro no tiene metáforas porque a la realidad no le caben metáforas. Nos muestra que hay cosas más importantes que el futuro, como escribir, hacer el amor, caminar por la ciudad, leer. El libro nos invita a ser valientes, a apostarlo todo por la poesía, por las palabras, pero nos muestra también que la poesía envejece, y que algunas veces si sabemos elegir bien la realidad son las palabras.

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