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Uribismo 2

Marzo 2 - 2022 

Por Luis Eduardo Gutiérrez 
Politólogo -Mgs. en Administración
Especial para Hechoencali.com

El proceso de paz, a pesar de todas las dificultades que ha afrontado, nos ha permitido algo que nunca habíamos podido hacer en Colombia en los últimos 30 años, cuestionarnos el modelo de desarrollo y plantear alternativas plausibles a este. Esto había sido una labor imposible por diversas razones: en primer lugar, el tener guerrillas activas por tanto tiempo hizo que la derecha y mucha parte de la sociedad colombiana rechazaran y estigmatizaran la posibilidad de una izquierda democrática como opción de poder. Esta fue siempre marginal en los procesos electorales y solo hasta el siglo XXI se fue poco a poco consolidando como una alternativa.

En segundo lugar, el modelo económico ya lleva treinta años de haberse implementado, lo que da un horizonte de tiempo para poder evaluar los impactos que este ha tenido sobre los países que lo han adoptado, como Colombia. Finalmente, la izquierda democrática ha tendido a ser fragmentada y solo hasta mediados de los 2000 se empezó a consolidar con el surgimiento del Polo Democrático Alternativo y otros movimientos (todavía no es una fuerza sólida, pero gran parte se ha reunido alrededor de un líder).

El proceso de paz permitió que el debate político se enfocara en otros aspectos que no fueran el conflicto armado, como la corrupción, la pobreza, la aberrante desigualdad, los servicios sociales, educación, entre otros. Pero hay un sector político de la derecha (no hay una sola derecha, también tiene sus matices) que se empeña en evitar que podamos dar ese debate y hace que nos enfrasquemos en discusiones impertinentes, se enfoca en pequeñas cosas, en fragmentos de la realidad política y social, entorpece la discusión de calidad y no propone nada, NADA DE NADA. No creo que haga falta mencionar a cuál sector me refiero, pero para no dejar lugar a especulaciones, hablo del uribismo.

Una claridad antes de continuar, hablar de izquierda o derecha implica dos dimensiones: una política y una económica. En la primera tenemos aspectos relacionados con las decisiones que atañen aspectos sociales, culturales, humanos, e incluso morales (el debate del aborto entraría en esta dimensión, la pena de muerte, la legalización de la droga, la relación Estado – Iglesia). Aquí los extremos ideológicos son el conservadurismo y el liberalismo. En la segunda dimensión, que es más determinante para definir a la izquierda, encontramos aspectos como la política monetaria, social y fiscal de un Estado.

El factor determinante de esta dimensión es el rol que se le asigna al Estado frente al mercado. Aquí podríamos encontrar en un extremo a los socialistas y en el otro a los libertarios, pero esta no es una definición única. Que quede claro que las políticas que se han implementado en el país y en muchos países en vías de desarrollo son de derecha, con un celoso seguimiento a la ortodoxia económica como el control inflacionario, reducción del gasto público, liberalización económica y financiera, entre otras medidas.

Es precisamente esta última dimensión la que hoy podemos debatir, la que hoy podemos cuestionar, y la que podemos evaluar si de verdad ha servido para promover el desarrollo del país. Grandes economistas heterodoxos (Thomas Piketty en Europa, Gabriel Palma en América Latina y Ha-Joon Chang en Asia) ya han advertido de la gran desigualdad y la concentración de riqueza que este modelo ha traído al mundo y la necesidad de plantearse alternativas.

Así a muchas personas no les guste, Gustavo Petro es el único que está promoviendo este debate, los demás se contentan con seguirle el ritmo, con atacarlo a él o a otros candidatos y con hablar trivialidades. El debate presidencial es de muy mala calidad en este momento. La Coalición Centro Esperanza se vislumbra como los únicos que pueden hacerle un ligero contrapeso a Petro, especialmente Alejandro Gaviria o Jorge Enrique Robledo.

El primero ha dejado vislumbrar sutilmente su propuesta de desarrollo, opuesta a la de Petro claro, pero este es un tema que trataré en otra columna, sobre cómo la entrada de Gaviria pareciera darle más equilibrio y calidad al debate (a pesar que no comparta su postura), sin embargo, han tenido tantos descaches y tantas peleas, que están dejando escapar la oportunidad de aportarle a la contienda. Robledo, de otro lado, pues no es una opción real porque no emociona, no marca y no va a ganar la consulta, pero también propone un modelo de desarrollo económico propia enfocado en la industria.

Pero volviendo al punto, ya sea de manera deliberada o no, evitar esta discusión que ya ha dado Chile, Brasil, México, Bolivia, Ecuador, Perú, entre otros, con resultados disímiles, parece ser uno de los objetivos del uribismo en este 2022. Ellos no tienen nada que proponer, más que sacar a su líder a volantear a las calles. Su candidato no emociona, nunca ha emocionado; y ese discurso de que nos vamos a volver como Venezuela, pocas personas se lo creen, porque la evidencia empírica muestra que es altísimamente improbable que ocurra y porque, a pesar de que no les voy a gustar, las alianzas de Petro con sectores de la política tradicional han generado confianza y reducido la incertidumbre.

Lo que hace el uribismo es proponer pequeñas soluciones a problemas sistémicos, acudir a lugares comunes, a la propaganda negra con sus bodegas de las redes sociales. Adicionalmente, se enfocan demasiado en la dimensión política que mencionaba previamente, y no me mal interpreten, esos temas son importantes, pero hay aspectos más estructurales que merecen nuestra atención.

Ni ganas me dan de hablar de la Coalición Equipo por Colombia, cuyo potencial ganador, Fico Gutiérrez, es otro que promueve este tipo de debates de baja calidad. Ni si quiera sé qué propone, además de atacar a Petro, a Fajardo, y al ingeniero Rodolfo Hernández. Como Cecilia López, una gran economista y líder política, lo dijo brillantemente en una entrevista en El Espectador, el uribismo anda en la pequeña política, con propuestas sueltas, entorpeciendo el debate y buscando votos desesperadamente con propaganda barata.

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