Febrero 9 - 2022
Columna publicada originalente en el portal 90minutos.co y amablemente cedida por su autor para su reproducción en nuestra página
Por Lizandro Penagos Cortés
Docente y escritor
No vamos a defender lo indefendible, pero es tal la estupidez de quien funge como presidente de la república, que es muy probable que una vez identificada y, dado su carácter de obviedad e imposibilidad de negar u ocultar, su patrón y sus asesores hayan trazado un derrotero y diseñado la estrategia para convertirla en la mejor cortina de humo de un país incendiado y por ahora inviable en lo social, aunque se saque pecho en lo económico. De esta manera, desvían la atención sobre su accionar corrupto y criminal, y al tiempo, se abstraen de los hechos y decisiones transcendentales para una nación donde distraer al pueblo ha sido práctica politiquera nacional.
No puede explicarse de otra forma semejante cantidad de majaderías, una payasada tras otra, sin que ocurra absolutamente nada. Porque la mayoría son en apariencia bobadas, sandeces propias de un ser sin carácter ni personalidad, pero en el fondo hacen parte de una maniobra de la astucia -ese antifaz que se pone la bobería para parecerse a la inteligencia- cuando se pone al servicio de la maldad y la ilegalidad. Así lo ‘quirireron’ sus votantes.
Este hombre es una máquina de hacer y decir bobadas. Sus yerros y salidas en falso son tantas que no alcanzarían otros cuatro años para enumerarlas, referirlas y hacerles algún análisis. Baste con decir que para él absolutamente todos los organismos internacionales están equivocados con respecto a “Polombia” y su ‘magnífico gobierno’. No importa si es la Corte Penal Internacional o la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO. También los nacionales claro, como las altas cortes o la JEP. La palabra –que en nuestro país es una moneda de cuero- no vale un centavo en su hocico. Es cierto que es casi una norma para ser político, no cumplir, pero este ser anodino y pueril se mete a bocón con fechas exactas y soluciones mágicas, cuando nadie ni siquiera se las está exigiendo. No cabe duda que desconoce también la diferencia entre los problemas (dificultades puntuales en el tiempo) y las problemáticas (fenómenos sociales en el largo plazo). Otra cosa es que en Colombia los problemas suelen convertirse en problemáticas porque no se les atiende ni se solucionan en los tiempos requeridos.
Como si padecer a este mequetrefe (el término es sinónimo de danzante y si algo demostró en campaña es que baila bien, toca guitarra y que la cabeza le sirve para hacer 31 con un balón) este año comenzó con una racha que no pocos endilgan a la mala suerte y que de alguna manera ha desviado la atención sobre lo importante. Y no hay tal, sólo un repunte de algo que también es costumbre: las noticias malas y peores. Egan casi se mata en un descuido: se fracturó 11 costillas, el fémur, la rótula, dos vértebras, el odontoides, el metacarpiano, un pulgar, se bajó un diente y se perforó los dos pulmones. Dudo que vuelva a ser el mismo ciclista. La decepción Colombia en lo propio, jugando como nunca y perdiendo como siempre, pagando con la eliminación el boicot a Queiroz, cuya secreta indemnización hubiera alcanzado para fortalecer el menospreciado fútbol femenino; James menos pusilánime, pero más rico y lento, más disociador y pendenciero; García Márquez resultó más soberbio, arrogante y ególatra de lo que creíamos, con una hija oculta que lo envilece y con la que supera la más infame de sus ficciones; los precandidatos hablando basura y acusando de sandeces al único que hace propuestas; y el inepto haciendo más jugaditas para dejar al próximo gobierno más amarrado y embalado que encomienda nacional en caja de cartón reutilizada.
En un acto tan irresponsable como indolente y mezquino, asustado él y su jauría por los pasos de animal grande que se avecinan en las próximas elecciones, no sólo no ha escatimado en más contratos amañados ni leguleyadas para esquilmar el erario, sino para dejar los recursos que sobren comprometidos y mermar así la capacidad de maniobra del próximo presidente de Colombia. Si eso no es una clara muestra de su arrogante hipocresía y de la abierta persecución politiquera a la que su partido ha sometido en el país a quienes están por fuera de su festín de ratas, no hay otra que pueda confirmar que, en una historia de malos gobiernos, este ha sacado una ventaja tan considerable que incluso quien había sido el peor ahora va de segundo y bien lejos.
Con una fuga de capitales de US120.000 millones de dólares en los últimos seis meses, sin contar lo que se llevan para los paraísos fiscales. Una deuda pública del 65,3% del PIB y un gasto público desbordado. Con el dólar por encima de $4.000 y una inflación en el 17%. Más de 600 mil negocios cerrados, 100 mil pequeñas empresas quebradas y los grandes grupos económicos a sus anchas y con apoyos estatales. Con 218 mil contratos por prestación de servicios, que eran 112 mil antes de la estúpida Ley de Garantías. 308 demandas contra el Estado por un monto de $433 billones de pesos, donde sobresalen la Policía y Colpensiones. Con todos los grandes escándalos de corrupción (Reficar, Saludcoop, Interbolsa, Odebrecht, todos los carteles monopólicos y la manada de elefantes blancos, etc.) engavetados o cerrados por sus organismos de control de bolsillo (Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, etc. a las que la reelección desequilibró en su mecanismo de elección y dejó inservibles para la sociedad), este gobierno y su cabeza no son lo peor de lo peor de estos cuatro años, sino que sus efectos podrían afectar al país por lo menos un par de décadas más.
No sólo los colombianos, sino la comunidad internacional, por ejemplo los miembros del Consejo General de la Organización de las Naciones Unidas como Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, esperan que este gobierno neoliberal –más perverso y abyecto que los anteriores-, termine y se acabe este panorama de incertidumbre en tantos frentes; y que ha sido suscitado en el alto organismo reiterados pronunciamientos por la inseguridad latente y la evidente política de “hacer trizas” los acuerdos de paz, que se expresa en los asesinatos de líderes sociales y excombatientes; además del impacto que sobre la economía y la sociedad causó el estallido social cuyas repercusiones en diversos ámbitos aún se sienten, con más hambre y más pobreza; y se sentirán en el país, con transiciones y cambios que no serán fáciles y podrían incluso resultar traumáticos en términos socioculturales. De modo pues que la estupidez de quien para fortuna de la nación dejará el cargo en siete meses (ojo, aún puede hacer mucho daño) ha resultado más dañina en la medida en que ha sido calculada como la más ruin de sus estrategias de distracción.
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