"¡Carajo: nos están matando!" 

Si desde Bogotá no se toma en serio lo que está pasando en las regiones que hoy los grupos armados ilegales (ELN, BACRIM, Narcotraficantes) quieren dominar después de la salida de las antiguas Farc, nada de lo que haga será efectivo y los líderes sociales y defensores de derechos humanos seguirán muriendo en Colombia.

"¡Carajo: nos están matando!" 

Febrero 5 - 2018

Por Jorge Luis Galeano

Así empezaba el trino con el que el Proceso de Comunidades Negras –PCN- denunciaba el asesinato de Temístocles Machado, un líder social de Buenaventura. Esa frase, contundente y cruda, muestra la desesperación y la impotencia que viven los defensores de derechos humanos en Colombia. Temístocles estaba amenazado por su trabajo en el Comité del Paro Cívico y por sus constantes denuncias de la violencia de los grupos armados que operan en el Pacífico Vallecaucano, pero ni ello lo detuvo en su labor ni sirvió para protegerlo. Su vida, como la de otros 20 líderes que fueron asesinados en enero de este año, se perdió. 

"¡Carajo, no están matando!" es un grito desesperado al Gobierno Nacional para que actué más allá de la firma de decretos, pues si no acepta que existe sistematicidad en esos crímenes, las medidas que tome solo servirán para ruedas de prensa y anuncios en redes sociales. Los líos de faldas, de linderos o cualquier otra cosa que se quiera poner como explicación es solo una forma de irrespetar la inteligencia de la ciudadanía que sabe que los Temístocles, los Jorge, las Diana, los Víctor y todos los defensores de derechos humanos asesinados, han caído en zonas de comprobada actividad armada ilegal. Muchos de ellos fueron amenazados directamente y quienes no, denunciaban la presencia de grupos irregulares en sus respectivas regiones.

Entonces, la protección de esos líderes se hace con ellos, escuchándolos con atención sin demeritar sus preocupaciones y no hablo solo de atender cuando son amenazados sino cuando hablan de lo que sucede en sus territorios: depredación ambiental, reclutamiento de menores, presencia de grupos armados, desplazamientos forzados, etc. Son ellos quienes mejor conocen la situación de la Colombia rural, aquélla a la que parece aún no llegar la tranquilidad y en donde se enquista la violencia y el olvido.

El olvido porque parece haber oídos sordos a sus voces y por ello dicen: "Carajo, nos están matando". Las organizaciones sociales y de defensa de derechos humanos advierten que dichos crímenes hacen parte de un exterminio, pero el Gobierno dice todo lo contrario y en medio de esa discusión, la gente sigue cayendo asesinada. Es triste ver, por ejemplo, que el conteo de líderes caídos de Pacifista.co no para desde la firma del acuerdo de paz con el ahora grupo político Farc: ya van 72 según ese medio de comunicación.

Por su parte, las medidas del Gobierno aún no quedan claras: hace dos semanas anunció en Cali el fortalecimiento del Sistema de Alertas Tempranas, pero no se sabe si existen los recursos necesarios, si serán los gobiernos regionales los que deberán asumir los gastos de su ejecución y si, al final de cuentas, dichas medidas se toman con las comunidades y no desde la perspectiva miope que atribuye mucha de esa violencia a líos de faldas, peleas entre vecinos, entre otros. Repito: si desde Bogotá no se toma en serio lo que está pasando en las regiones que hoy los grupos armados ilegales (ELN, BACRIM, Narcotraficantes) quieren dominar después de la salida de las antiguas Farc, nada de lo que haga será efectivo.

El futuro es incierto y en pleno año electoral, ningún candidato, al menos públicamente, se ha pronunciado claramente con respecto a cómo enfrentará la situación. Uno de los temas sobre los que se les debe pedir propuestas concretas es la protección de los defensores de derechos humanos y líderes sociales en Colombia, por ahora, a ellos solo les queda gritar: "¡Carajo, nos están matando!