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Eterno 1

Septiembre 23 - 2022 

Por Laura Cruz

Carlos Andrés Rincón Martinez y Carolina Montaño Cuero tenían en común que los dos decidieron elegir carreras que dictan proteger la vida y servir a la sociedad. Carlos, siendo policía graduado de la Escuela de Carabineros Alejandro Gutiérrez en el 2012 y Carolina, enfermera del Instituto Técnico Ocupacional, en el 2018.

Los dos tienen hijos: Carlos, a Matias de cuatro años y Carolina, a Britanny de siete. Al patrullero Rincón su hijo Matias no lo ve desde el 3 de junio del 2021 porque fue asesinado y Britanny no ve a su madre desde el 28 de julio del mismo año, porque su madre es acusada del asesinato de Carlos.

Unos días antes del tres de junio, una fecha que sería eterna para muchos, el patrullero Carlos Andrés Rincón Martinez había hablado con su amigo de infancia Héctor Girarldo.

Ve, cursito —le dijo—. Es que yo quiero ir sacando unas dos o tres lociones, bien chimbitas, originales. Si usted me da la posibilidad, yo después le pago.
Listo, no hay problema, curso.
Que sea la 212 de ‘Carolina Herrera’.
Listo.

Giraldo no se imaginaba que recordaría esta conversación muchos años por ser la última que tendría con su amigo y compañero. Por esas fechas, integrantes de la Primera Línea y Carolina, que había sido nombrada como una de las tantas voceras del punto conocido como Paso del Aguante, habían pactado con la Alcaldía el despeje de la vía y optar por otras formas de resistencia, relacionadas con trabajo pedagógico barrio adentro.

Rincón esos días siguió trabajando como lo hacía desde hace nueve años: con puntualidad, responsabilidad, creyendo que hacía la diferencia como tantos policías, como la misma Carolina. Porque si para Carlos estar en la Policía significaba un principio de justicia, para Montaño la Primera Línea significa luchar por la garantía de derechos, “ser de la generación que le perdió el miedo al abuso”. Por eso, desde el primer día que llegó al punto comenzó a apoyar la Misión Médica.

El día que cambió sus vidas

El  tres junio del 2021, según informe de la Policía Judicial, el patrullero Carlos iba en su motocicleta Yamaha YS125, cuando fue abordado por sujetos desconocidos en la intersección sur-occidental de la glorieta del Puente de Comercio, donde sus agresores lograron reducirlo. Desde allí sería trasladado, según las autoridades, a uno de los cambuches, por el camino de la cicloruta, a donde es llevado en contra de su voluntad. Ahí fue hostigado e insultado por sus victimarios.

En este punto, según las autoridades “se materializó el mayor grado de agresión”, es decir, se produjeron las heridas mortales. Primero doce puñaladas, en el pecho, cuello, abdomen, dorso y muslo izquierdo. El reporte de Medicina Legal determinó que dichos traumas no tenían la intención de causar la muerte, puesto que no comprometieron órganos vitales o vasos sanguíneos, por lo que los investigadores señalan que sus victimarios querían causar dolor y sufrimiento.

Posteriormente a la tortura, a Carlos le dispararon dos veces en el rostro a corta distancia con diferentes armas; una de carga múltiple y una de carga simple de baja velocidad; posteriormente, los asesinos arrojaron a la víctima al Río Cauca. El cuerpo del patrullero fue encontrado el siete de junio, en la vereda Los Piles, jurisdicción del municipio de Palmira. Solo tenía su ropa interior, una camisa con estampado azul y blanco, y una sola zapatilla.

El informe pericial señala que hubo una violencia de carácter expresiva, condicionada por el hecho de quien era la víctima y lo que representaba, es decir, las heridas demuestran rabia y extrema crueldad. Las autoridades también señalan que los agresores tienen en algún grado conciencia forense, puesto que intentaron desaparecer pruebas, tratando de ocultar el cuerpo y quemando la motocicleta, por lo que es probable que quienes cometieron el crimen previamente pudieron participar en otros delitos.

Cuerpo

El patrullero Carlos Andrés tenía 33 años, se crió en al norte del departamento de Caldas, en el corregimiento del Arma. Amaba el campo, la música y a su familia. Había recibido tres condecoraciones por servicios distinguidos. El día de su asesinato estaba descansando. Es incierto porqué estaba en el lugar de los hechos. Lo que es una verdad innegable es que nadie merece morir por la carrera o por la lucha que escogió. Matias, su hijo, aún espera que entre por la puerta. Su madre y su esposa esperan justicia y el país, que la Fiscalía logre la verdad en este caso y en la muerte de otros policías y los más de 80 jóvenes asesinados durante las protestas por mano de quienes tenían que protegerlos.

La Línea Cero

Ese tres de junio, Carolina Montaño Cuero estaba en el punto de denominado Paso del Aguante o Paso del Comercio, ubicado Siguió la rutina que llevaba desde hacía tres meses cuando comenzó el Paro Nacional: levantarse, organizar las cosas urgentes: comer, que el lugar estuviera limpio, hablar de cómo sería el despeje de las vías y el trabajo que continuarían realizando barrio adentro.

En horas de la tarde, cuando sintió que todo estaba tranquilo, bajó al barrio San Luis Dos a la casa de una madre de Primera Línea a quien, con cariño, le decían “la abuela”. Eventualmente, cuando el tiempo lo permitía, iba a este lugar a comer y a bañarse. Ese día se estaba tomando un plato de sopa cuando escuchó mucho ruido y decidió bajar al punto; su preocupación era en vano, puesto que estaban llegando personas que salían de trabajar a llevarles víveres.

Carolina continuó en el Punto, hablando con sus compañeros. A las siete de la noche aproximadamente, se escuchó mucho ruido, por lo que se levantó para saber qué estaba pasando. “Yo escuché una fuerte asonada en el Punto Cero, (El container) que está ubicado a unos 20 metros del punto de nosotros. Salí corriendo, saltando las barricadas, mis compañeros fueron detrás mío. Cuando llegamos, vimos que una multitud traía a un hombre a simple vista reducido, lo conducían hacia la vía Palmira”.

¿Qué pasó, por qué traen a este man así?, les pregunté a las personas que lo llevaban.
— Es un “tombo” -Fue lo único que me respondieron.

“Había muchas personas armadas, exaltadas, me generaron pánico. Sin embargo, les dije que lo soltaran, que esto nos podría traer muchos problemas, pero no me hicieron caso, desenfundaron sus armas y dispararon, una bala me pasó muy cerca del pie. No supe qué más hacer, estaba muy asustada, así que decidí retirarme del lugar, pero escuchaba que a lo lejos gritaban “Tombo hijueputa y muchas vulgaridades más”.

Carolina y sus compañeros se fueron por miedo del lugar y se sentaron a un costado del barrio San Luis Dos por casi dos horas, sin saber qué hacer. Estaba claro que las intenciones de las personas que habían reducido al policía no eran buenas. Enfrentarlos era absurdo cuando ellos tenían palos, y escudos de lata, y llamar a la Policía con quienes se habían enfrentado no era una opción. La noche se iba quedando más sola, el Paso del Aguante a esa hora era un desierto en el cual se escuchaban balas de fondo. Rumores de que los soldados estaban en el corregimiento de Dolores. Rumores de que habían matado a un policía y lo arrojaron al Río Cauca. Solo tenían especulaciones, el ruido de las balas, una tremenda soledad y el miedo de volver a sus casas y afectar a sus familias.

Rutina drástica

Las luces se encienden a las cinco y media de la mañana. Abren las celdas. Las 140 internas que hay en el bloque 4, pasillo 17, deben estar de pie para que inicie el conteo. Tienen media hora para bañarse, lavar la ropa, el porta de la comida y realizar el aseo, puesto que el agua la quitan a las 6:00 a.m., alcancen o no.

Luego deben salir al pabellón que está conformado por treinta y dos celdas, tres sanitarios que permanecen sin agua, con heces, orines. El patio mide aproximadamente 20 metros de largo por 10 de ancho, es un lugar húmedo, lleno de mosquitos. En la tarde se pueden ver las reclusas tiradas en el suelo, utilizando cartones y plásticos para sentarse a comer o conversar cuando el ambiente y el ánimo lo permiten. A las 3:00 p.m. vuelven a sus celdas. Es la misma rutina para Carolina desde hace más de cuatrocientos días.

Su celda mide 2 metros de ancho por 2 de largo. Hay dos estructuras de cemento en forma de camarotes que sirven como camas. Un lavamanos, un sanitario. Comparte el espacio con cuatro compañeras; cada una ocupa una plancha y la quinta duerme en el suelo. “ Un día mío en la cárcel es desesperante, estresante, fatigante. La rutina tan drástica y agitada a la que nos tenemos que someter cada minuto” dice Carolina.

El 28 de julio del 2021 -38 días después del asesinato del patrullero- Carolina venía de una velatón por los compañeros asesinados durante el Paro. Se movilizaba en un taxi que había abordado con más personas, cuando de pronto se les atravesó un carro de la Policía, la subieron a la fuerza a una patrula en donde le leyeron los delitos por los que fue capturada: tortura, desaparición forzada y homicidio agravado. Actualmente, Carolina está detenida en el Complejo Carcelario y Penitenciario con Alta y Media Seguridad de Jamundí -COJAM- .

Carolina pasó una parte de su infancia con su abuela materna en el municipio de Florida, Valle porque sus padres debían trabajar. Su padre como vigilante y su madre como empleada doméstica. Cuando cumplió cinco años, se fue a vivir con sus padres a un inquilinato y como no había dinero para comprar un televisor, se entretenían jugando entre ellos. Montaba bici, patines y le gustaba ser la doctora del grupo. Al poco tiempo, su madre quedó embarazada y tuvo un hermanito que hoy tiene 17 años.

Ella quedó embarazada a los 16 años y aunque ha recibido el apoyo de su madre, ha sido la tarea más dura que le ha tocado,pero no se arrepiente ni un instante: su hija Britanny de siete años es su mayor regalo. Como pudo, estudió enfermería, ha tenido diferentes trabajos en donde la certifican como una persona responsable y honesta.

Carolina Montaño asegura que su labor en el punto fue como vocera, también hizo parte de la Misión Médica. Una amiga cercana que durmió con ella en los cambuches que pudieron construir, dice que Carolina tenía una labor casi maternal, que coordinaba para que estuviera limpio el lugar, la comida. “Carolina no se enfrentaba a los policías, ella salió corriendo y le decía a los muchachos que se cuidaran”.

Carolina mide casi dos metros, es negra y a pesar de todo sonríe como si su sonrisa fuera una forma de protesta. Dice que jamás ha tenido un arma en sus manos. Que el derecho que le han vulnerado principalmente es el de la libertad. Ha sido víctima de varias agresiones en la cárcel. Ella sigue creyendo que el país puede cambiar, piensa que se lograron muchas cosas con el Paro.

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Hechoencali.com: Carolina ¿por qué decidió unirse al Paro Nacional?

Carolina Montaño: Me uní al Paro porque quiero un mejor país para mi hija y las generaciones futuras. Un país sin corrupción, con oportunidades para los jóvenes más vulnerables. Me uní para exigir el cumplimiento de los derechos humanos que han sido vulnerados por el gobierno de Iván Duque. Porque, como muchos colombianos, no estaba de acuerdo con la Reforma Tributaria, ni la Laboral, la de pensiones. Me uní al Paro no solo porque nos están violando el derecho a educarnos, a comer, a la salud, me uní porque nos estaban negando el derecho a vivir. Sin embargo, lo que recibí fue represión, mucha violencia, vi cómo desaparecían muchos jóvenes, cómo eran asesinados. Entonces entendí que lo que necesitábamos era un cambio total para tener una Colombia digna.

H.C: ¿Qué significa la Primera Línea?

C.M: Resistencia, aguante, berraquera. La nueva generación está llena de valentía. La generación que le quitaron tanto que le quitaron el miedo. Miedo a alzar la voz y a exigir el cumplimiento de nuestros derechos . Una generación que perdió el miedo al abuso por parte de las autoridades y los enfrentó en la Primera Línea, mientras nos apuntaban con sus armas, bombas y gases lacrimógenos, cuando nuestra única protección eran tablas y láminas que usábamos como escudos.

H.C: ¿Qué contacto tuvo usted con el patrullero Carlos Andrés Rincón Martinez?

C.M: El contacto que tuve con el patrullero fue visual. Cuando lo vi, era evidente que lo habían reducido. No puedo precisar si estaba herido o golpeado porque todo pasó muy rápido. No pude acercarme a él. Tuve el impulso de ayudarlo y traté de calmar a la multitud enfurecida y armada, pero estas personas reaccionaron de forma violenta y se lo llevaron.

H.C: ¿Hubo actividades delincuenciales durante las protestas?

C.M: Sí, al inicio hubo actos vandálicos, delincuenciales, daños al bien público. Con el tiempo, en los puntos comenzaron a robar, a cobrar peajes. Se vieron homicidios, microtráfico, porte ilegal de armas. Estas acciones fueron realizadas por otras personas que tenían otros intereses muy diferentes a los de la mayoría. Se infiltraron en ocasiones haciéndose llamar Primeras Líneas, pero no hacían parte de la resistencia. Debido a estos grupos delincuenciales nuestra reputación se ha visto afectada.

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Falso judicial

Alberto Bejarano Schiess, abogado defensor de Carolina, señala que en el caso de su defendida hay varias irregularidades. Primero, porque durante el tiempo que lleva detenida, la Fiscalía no le ha podido comprobar nada, al punto que se aproxima el vencimiento de términos, lo que significaría el fin de la detención preventiva, aunque no el cierre del caso.

Segundo, porque en el caso del homicidio hay varios detenidos. Sin embargo, los procesos están en diferentes juzgados lo que hace que haya una desconexidad procesal. “Que no haya una conectividad procesal también es muy grave. Los abogados no conocemos todo el expediente, a pesar de que llevamos un año con el mismo. Las dificultades que hemos tenido es que el expediente no se nos ha presentado de manera integral y completa. Cada día, hay nuevos hallazgos y no propiamente porque la Fiscalía los revele, sino porque nosotros vamos encontrándonos a veces en las cárceles con detenidos que no conocíamos o con allanamientos y procesos que tampoco se nos habían informado”, señala el jurista.

Para Bejarano, en este caso, es muy grave porque Carolina es inocente; segundo, porque es afrodescendiente, y tercero porque con su captura se están vulnerando los derechos de su hija Brittany de siete años y su madre Dolores Cuero que en estos momentos está a cargo de la menor.

El otro tema para el abogado es que la cárcel de Jamundí es muy dura, ya que además del hacinamiento, Carolina, como otras internas, debe enfrentar el hecho de que no haya agua: “Yo no entiendo por qué en la cárcel limitan el agua, ponen agua menos de una hora al día. La verdad, yo no lo entiendo. Salvo, salvo con el propósito de crear ese marco opresivo de reclusión. Porque no entiendo la razón técnica. Si hay agua, si hay suministro de agua. La cárcel está rodeada por cañaduzales, los distritos de riego de los cañaduzales duran 24 horas. O sea, hay agua para la caña de azúcar por 24 horas. Pero para los seres humanos que están allá, sólo hay agua una hora, menos de una hora al día, a mí no me parece, no me parece justificado para nada. Me parece que es un acto de tortura”. 

Audiencia

Es 20 de septiembre del 2022, se escucha la audiencia de prórroga de la medida de aseguramiento. Esta es la cuarta vez que la aplazan. El encargado de que se lleve a cabo es el Juez Veinte Especializado. Sin embargo, queda aplazada 20 días más.

La cámara de Carolina se apaga. Habla haciendo un esfuerzo porque no se le quiebre la voz. “¿Cuántas veces más se va a cancelar la audiencia? Claro, ustedes porque están allá fuera en la comodidad de sus casas. Llevo 16 meses aquí. Cada día es un martirio”, dice Carolina en la audiencia. El juez sube también la voz, la hace callar, y termina la audiencia que nunca comenzó.

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