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Crónica de una mujer en la guerra civil española

Educando a la dictadura

Asuncion

Educando a la dictadura 

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Julio 8 - 2018

Por Laura Cruz

En 1937, se expuso la obra Guernica del pintor y escultor Pablo Picasso en el pabellón de la República Española. Ese mismo año, Japón atacó por sorpresa a China, Argentina ganaba la copa América y Horacio Quiroga se suicidó. Mientras tanto, en España se produjo el bombardeo de Guernica, donde hubo entre 120 y 300 muertos, sin que haya cifras exactas. Ese año nació en Barcelona, en plena guerra civil, María Asunción Pintó.

Su cabello no se ha llenado de canas, pero cómo le gustaría, quien la escucha reírse podría creer que es la risa de una mujer de 20 años, Asunción ya tiene 80, es una lectora empedernida. A veces se entrevé su acento catalán, pero tiene más del ve caleño. Vive en Meléndez, revisa las noticias de su país cada día; es una española que eligió el exilio, y le dio un significado: libertad, porque en el exilió también podía ayudar a un país que no ha tenido menos violencia que el suyo. El día que murió Franco se tomó una botella de Champaña. Es una española que ha combatido la dictadura, la pobreza y la violencia con educación.

"Cuando acabó la guerra civil, yo tenía dos años, no recuerdo exactamente cómo fue la guerra, pero si las consecuencias, porque la guerra nunca acabó, solo siguieron los enfrentamientos sin armas". Para muchos, aunque la guerra civil española acabó en 1939, sus rezagos acabarían casi medio siglo después con la muerte de Franco. Las familias por esos tiempos se unían para combatir la miseria y la soledad, entonces todos vivían en casa de los abuelos. "Yo tengo una primera memoria, algo así como un recuerdo, fue un tiempo muy duro para los padres que tenían niños, porque la comida escaseaba muchísimo, se pasó muchísima hambre. Un recuerdo muy vivo mío y de mi familia es que para conseguir leche para mí, mi abuelito se iba a las diez de la noche con una cobija en la mano, se acostadaba en el suelo de un mercado y al día siguiente, cuando abrían, había la cola de gente haciendo fila para reclamar una leche condensada para los bebés".

Durante la posguerra, los abuelos y los padres se negaban a recordar, el miedo pesaba más que la memoria; los niños vivían en un mundo de fantasía donde los edificios que habían sido destruidos por bombardeos los destruían gigantes; donde los padres desaparecían, unos porque habían sido asesinados, encarcelados o estaban en el exilio, sin que los niños entendieran estos términos sin que nadie se los explicara, y solo tuvieran que aceptar la ausencia por una guerra silenciosa, que ahora había cambiado el nombre a dictadura.

En el 1945, en Alemania cayó Hitler, en Italia Mussolini, pero en España Franco no cayó. Mientras tanto, el padre de María Asunción, como muchos padres, estaba en el exilio, un lugar que no existía, un lugar donde era peligroso enviar cartas, decir el nombre en alto o decir algo en contra del general Franco. El exilio, casi sinónimo de olvido, casi sinónimo de muerte, fue lo que tuvieron que vivir muchos españoles que eran simpatizantes de la República, que tuvieron que convertirse en sombras para viajar; utilizaban los bosques, la noche, y el valor que les venía de sus familias. Al mismo tiempo, en España se cerraban los mercados y los que sobrevivieron a la guerra, ahora debían vencer al hambre.

Los adultos con los pocos cupones que les daban, podían reclamar un litro de aceite, un poco de arroz, pan; muchos españoles tuvieron que comer pan negro, porque el pan blanco era un verdadero lujo. La nación de aquel tiempo se quedó sin bienes, las casas destruidas, las familias destruidas, mucha gente fue víctima de las enfermedades como la tuberculosis. El nivel de vida de detuvo drásticamente.

La educación represiva

"Yo descubrí que todos los libros en Catalán de mi familia estaban envueltos en plásticos y enterrados, porque el régimen tenía la potestad de entrar en la casa y hacer la revisión sin ningún papel, y si te encontrabas estas cosas ibas a dar a la cárcel. La gente tuvo que quemar libros". La educación estaba marcada por el Franquismo y por la iglesia, para todo el mundo estaba prohibido hablar en Catalán. El español era el idioma impuesto por el régimen; la dictadura hasta al lenguaje le quitó la libertad.

"La educación era totalmente represiva, muy pobre. Por ejemplo, yo ya tenía 14 años y en el libro de literatura de bachillerato no aparecía Lorca, no aparecía Machado, porque eran prohibidos. Solamente los afines al régimen eran los que podían hacer libros y publicárselos. Estaba la censura para la música y el teatro, y no llegaba nada del exterior".

El modelo de familia era el dictado por el franquismo y por la iglesia. La mujer perdió las pocas libertades que había ganado. La mujer no podía tener una cuenta bancaria, no se podía separar, tenían que ser unas madres ejemplares. "Las cartillas te aconsejaban que cuando el marido llegara tenías que atenderlo, ayudarlo a hacer una vida agradable, es decir, una mujer totalmente sumisa y sin posibilidad". Las pocas que se atrevían a enfrentar al régimen las encarcelaban, les cortaban el cabello, hasta dejarlas calvas, les daban aceite de ricino y las hacían caminar por toda la plaza, humillándolas porque no podían controlar sus esfínteres.

Una forma de ganar la guerra

María Asunción, no fue como todas las jóvenes de su edad, nunca se acostumbró a ser la mujer ejemplar, la elegida por Franco y la Iglesia. Comenzó trabajando en un edificio diseñado por Gaudí, en eso comparte el justo con Cortázar, que amaba al arquitecto. "Yo trabajé en una compañía de seguros, me encantaba el edificio". Pero a los 25 años me marché a Alicante con las Hermanas Javerianas, ellas no tenían ni hábitos ni convento, entonces era perfecto para lo que yo había elegido. Allí les enseñé a mujeres que venían del campo, a las de la ciudad. En España, en la posguerra hizo falta mucha educación".

En Alicante vivió tres años, enseñando todo lo que sabía, combatiendo a la dictadura con palabras, con educación. Le propusieron que se viniera a Cali, tenía tres días para pensarlo, no lo pensó mucho. Buscó un mapa de Colombia donde la ciudad aparecía la sultana en el mar, entonces pensó que iba a cambiar el Mediterráneo por el Pacífico, su desilusión no fue poca al encontrar que Cali no tenía mar. Sin embargo, le encanta que tenga siete ríos, que el clima sea cálido porque la gente también lo es. 

Trabajó muchos años con las Hermanas Javerianas, en barrios como el Guabal donde enseñaba mecanografía, costura, secretariado, y a varias mujeres les enseñó a escribir y a leer. También trabajó en la Fundación Carvajal enseñando sobre los derechos de las mujeres. Un día decidió vivir en el barrio Jordán, por ese entonces el barrio era una invasión, la gente andaba a caballo, tenía que andar con botas pantaneras. Gracias a su trabajo, y a que hizo muy buenas relaciones, con un grupo de amigas y con donaciones lograron construir la casa de cultura del barrio que hoy lleva por nombre: Tejiendo Sororidades. Allí hay una gran biblioteca, cursos de sistemas, charlas de literatura, donde hablan sobre la guerra, y leen libros como: Siervo sin tierra, Cóndores no entierran todos los días, y la mayor parte de la obra de Almudena Grandes, quien relata sobre la guerra para que nunca ni en las pesadillas de los niños se vuelva a repetir.

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