Las víctimas de la violencia y el conflicto: primera parte
Las víctimas del conflicto armado en Colombia han logrado tener cierta visibilidad gracias a la promulgación de la ley 1448 de 2011 o ley de víctimas. Gracias a las disposiciones ahí contenidas, sus voces han podido salir a la luz pública y develar, en parte, la crueldad de la guerra en nuestro país. Sin embargo, la tragedia que viven está marcada por otras más que se suman a la de la confrontación armada o la violencia. Si un hijo, hija, hermano, hermana, padre, madre o cualquier ser querido desaparece, es asesinado, secuestrado, las secuelas quedan, la vida cambia, el dolor permanece y difícilmente se logra superar. Primera entrega de la serie.
Las víctimas de la violencia y el conflicto en Colombia: primera parte
Noviembre 10-2014
Por Jorge Luis Galeano
Las víctimas del conflicto armado en Colombia han logrado tener cierta visibilidad gracias a la promulgación de la ley 1448 de 2011 o ley de víctimas. Gracias a las disposiciones ahí contenidas, sus voces han podido salir a la luz pública y develar, en parte, la crueldad de la guerra en nuestro país. Sin embargo, la tragedia que viven está marcada por otras más que se suman a la de la confrontación armada o la violencia. Si un hijo, hija, hermano, hermana, padre, madre o cualquier ser querido desaparece, es asesinado, secuestrado, las secuelas quedan, la vida cambia, el dolor permanece y difícilmente se logra superar.
Jaime y Jairo
"Madre, si algo me llega a pasar, siéntase orgullosa del hijo que tienes porque siempre fue un berraco que nunca se torció". Como presintiendo que nunca más iba a regresar a su casa, Jairo Iván Hurtado García, de 32 años e investigador de la rama judicial, se despidió de su mamá. 17 años después, esas palabras no salen de la cabeza de Marlene García quien nunca volvió a ver a su hijo.
Esta mujer de 71 años, para la fecha de la desaparición de Jairo, ya había sufrido la pérdida de su primer hijo en 1984 asesinado, dice ella, por descubrir un robo continúo en el batallón en el que prestaba el servicio militar "La vida me cambió. Perdí las ganas de vivir y solo el nacimiento de mi nieta en 1989 me las devolvió" Marlene reconoce que pese al tiempo el dolor no se va, es igual. "Yo debo estar un poco loquita" lo dice sonriendo y añade que su fortaleza viene de las conversaciones que tuvo con sus hijos, especialmente con Jairo quien pocos días antes de desaparecer le dijo "Madre, si a mí me pasa algo, no se vaya a poner a investigar porque le podría pasar lo mismo"
Sin embargo, no podía simplemente quedarse sin buscar la verdad. Lo hizo, pero hoy 17 años después, la incertidumbre continúa. No le pasó lo mismo que a su hijo, pero sí estuvo vigilada, su teléfono intervenido y por algún tiempo recibió llamadas sospechosas. Ella dice que a su hijo se lo llevaron agentes del Estado por una investigación que estaba realizando en la época. "Ahora en la Fiscalía no aparece registro de que él haya trabajado allá." Y Jairo ahora aparece como victimario y no como víctima pues está condenado a 35 años por secuestro.
Ante eso Marlene solo dice "Pues ojalá aparezca. Qué más quisiera yo".
El asesinato de Héctor
Desde las 8 am empieza a colgar afiches con la foto de Héctor y mensajes de denuncia. Todos los días llega puntual a la Plazoleta de San Francisco en Cali para recordarle a la ciudad que la impunidad se pasea libremente en su caso. Hace dos años perdió a su hijo, dice él, a manos de la policía y desde ese 26 de mayo de 2012, no ha parado de pedir justicia. Caminó a Bogotá dos veces, ha hecho plantones en varios municipios de Colombia y tuvo que huir a España por cuatro meses por las amenazas que recibió en su contra.
"La vida me dio un giro de 180 grados con la muerte de mi hijo. Buscar la verdad, la justicia se ha convertido en mi única razón de vivir". Los carteles que cuelga, llaman la atención de algunos transeúntes a quienes les cuenta su tragedia. Él, un defensor de Derechos Humanos, sabe los riesgos que se corre cuando se intenta obtener justicia y por eso "esta lucha es solo mía porque no quiero involucrar a mi familia porque a ellos también podría amenazarlos".
No ha recibido acompañamiento sicológico y con preocupación dice "soy una bomba de tiempo". Sufre de diabetes, condición que se ha empeorado pues su rutina le impide tener los cuidados que dicha enfermedad requiere. "Ni la Personería y ni siquiera las organizaciones de Derechos Humanos me ayudan". Es una sensación total de desamparo. A las 5 pm, descuelga los afiches, los enrolla y toma camino a casa. "Esta es mi oficina" dice mientras guarda todo, pero no solo es eso; pareciera ser el último rincón de esperanza para hacer que la muerte de Héctor Fabio Reyes, su hijo, no vaya al olvido.
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La justicia de Lorica-Córdoba se asila en Nueva York
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