Luz Erika Alegría:
defensora de Derechos Humanos
Si un tema reveló que Colombia aún no supera el conflicto, es la violencia contra defensores de Derechos Humanos. Amenazas, agresiones, desplazamientos forzados, asesinatos, etc, mostraron que el 2017 fue un año particularmente peligroso para quienes desempeñan dicha labor. Esta historia, la de Luz Érika Alegría, es solo una entre tantas. Es una que sirve como ejemplo de lo que en el país significa trabajar por las mujeres, por los desplazados, por los afrodescendientes, la tierra, el medio ambiente, etc.
Luz Erika Alegría:
defensora de Derechos Humanos
Diciembre 31- 2017
Por Daniela Delgado
Estudiante de Comunicación Social-Periodismo Unicatólica Cali
Luz Erika es una mujer nativa de Buenaventura, del barrio Alfonso López Pumarejo. Es la segunda de seis hermanos, madre de dos mujeres, docente de primaria. También fue empresaria y creó dos colegios.
Tuvo que cerrar una de las instituciones educativas, el Centro Educativo Sembrando Huellas 1, pues el barrio en donde se ubicaba era tomado por grupos paramilitares. El cierre de la institución se debió, en parte, a que Luz Érika sacó del puerto de Buenaventura a varios jóvenes hacia diferentes ciudades, entre ellas Cali, evitando así su reclutamiento forzado. La violencia llegó a su vida, pues defendió los derechos de los jóvenes, algunos de ellos quienes habrían sido abusados sexualmente. Todo ello en 2012.
La violencia se ensañó contra ella y un día, después de las constantes irrupciones por parte de los paramilitares, en defensa propia, golpeó en la cara a uno de sus integrantes. Fue amenazada y el 2 de noviembre de 2012, agredida sexualmente y una de sus hijas, golpeada.
El 9 de noviembre del mismo año, la hija mayor es la nueva víctima de los paramilitares. Cuando Érika llega a la casa, encuentra a su hija en donde una vecina con el uniforme dañado. Al preguntar sobre los detalles del hecho, la vecina solo responde: "lo que ojo ve boca no dice".
El 16 de noviembre Luz Érika identifica a un hombre que tomaba fotografías de la nomenclatura de su casa, toma un taxi y le explica al taxista que la están siguiendo y que necesita ir a la Fiscalía. El ente acusador le paga hotel hasta el siguiente día. Sale de Buenaventura y se instala en el barrio San Fernando de Cali, en donde una semana después es amenazada nuevamente. Ella aún no sabe cómo la encontraron, pues solo dos personas sabían de su nuevo hogar.
Luz Erika salió de su casa y del puerto de Buenaventura el 17 de noviembre porque en el puerto no le daban más solución debido a la violencia y desplazamientos que en ese momento había. Primero la enviaron a Cali, aunque ella no sabe en qué momento salió hacía la capital vallecaucana, pero al verse nuevamente amenazada es trasladada a Bogotá, una ciudad gris, oscura y fría más allá del clima.
La capital de Colombia le trae más recuerdos tristes y dolorosos porque fue una ciudad en donde la violencia la encontró nuevamente en el transporte público, en llamadas burdas, en ataques en sus redes sociales en donde publicaron una foto con una marca de equis de sangre, en agresiones físicas, verbales, emocionales. Ella fue echada de dos albergues donde se refugiaba.
Para el 2014 regresan las amenazas. La secuestran por tres días durante los cuales, denuncia que hubo abuso, incluyendo agresión sexual de la que se culpabilizó mucho tiempo. Días después, su hija mayor es secuestrada y pocos adías después, liberada.
Durante su estadía en la capital del país, Luz Erika puede ver el racismo que aún existe en la capital, lo pudo evidenciar cuando la apoyaron para que consiguiera un espacio de vivienda para ella, en el sistema educativo de niños, al usar un transporte público como un taxi, el único en medio del desespero para no deambular en la calle se lanza para frenar un taxi cuyo conductor no le cobró hasta el terminal en esa ocasión. Pero también sufrió agresiones físicas, de esas agresiones aún se ven algunas cicatrices en su brazo izquierdo, cicatrices de cortadas pequeñas hechas con un cuchillo.
Después de varias agresiones y que se le cerraran varias puertas, la Unidad de Protección le entrega un kit de seguridad que tenía un celular y un chaleco antibalas (que fue dañado en una de las agresiones que sufrió).
Luz Erika empieza a trabajar con la Asociación Colombiana de Afrodescendientes Desplazados -AFRODES- en donde se desempeña como coordinadora de mujeres, cargo que reafirma la idea de defender los derechos humanos, especialmente después de conocer casos similares y más complejos que el de ella.
A pesar de su trabajo, la vida en Bogotá fue difícil y decidió regresar a Cali, en donde en enero de 2017, fue agredida sexualmente dentro de su propia su casa. Según describe la propia Luz Érika, dos hombres irrumpieron en su vivienda y ella le pidió a sus hijas que se encerraran en la habitación. Al parecer esta reciente agresión tuvo el motivo de cobrar las mal llamadas vacunas que ella se negó varias veces a pagar por residir en ese sector de la ciudad.
Luz Erika es una lideresa y defensora de los Derechos Humanos. El motor de continuar a pesar de todo lo que le ha pasado como mujer, como víctima, son sus hijas, son las mujeres que aún siguen calladas por miedo, son su familia, son todas las cosas que ha vivido en carne propia.
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