Cúpula de Farc: ¿se burocratizó?
La desbandada de miembros de las antiguas Farc, concentrados en las zonas veredales dispuestas para que allí se diera su transición a la vida civil, es responsabilidad tanto del Estado colombiano, del Gobierno de Santos, y por supuesto, de la propia cúpula Fariana: sus máximos comandantes se burocratizaron. Y no prepararon a la base de la tropa (al guerrillero raso) para soportar las demoras y los incumplimientos del Gobierno y del Estado en su conjunto, y mucho menos, para que asumieran los cambios que supone dejar atrás la vieja doctrina militar.
Cúpula de Farc: ¿se burocratizó?
Diciembre 6 - 2017
Por Germán Ayala Osorio
Comunicador social y politólogo
La desbandada de miembros de las antiguas Farc, concentrados en las zonas veredales dispuestas para que allí se diera su transición a la vida civil, es responsabilidad tanto del Estado colombiano, del Gobierno de Santos, y por supuesto, de la propia cúpula Fariana: sus máximos comandantes se burocratizaron. Y no prepararon a la base de la tropa (al guerrillero raso) para soportar las demoras y los incumplimientos del Gobierno y del Estado en su conjunto, y mucho menos, para que asumieran los cambios que supone dejar atrás la vieja doctrina militar.
Creo que la cúpula de la Farc, con asomo de algo de ingenuidad, creyó que bastaría con que sus hombres y mujeres se concentraran en puntos fijos de la geografía colombiana, para que asumieran, de manera natural, un proceso de implementación que hoy día, no marcha bien. El mismo, que en 2018, recibirá golpes contundentes por parte de aquel que se alzaría con el triunfo en las elecciones venideras: Germán Vargas Lleras (porque tiene toda la maquinaria clientelista y es el candidato de la Derecha política y económica que no acompañó el proceso de paz). Como en toda organización vertical, jerarquizada y profundamente burocratizada, habrá siempre un grupo minúsculo de la élite que gozará de manera directa y efectiva de los beneficios por los cuales accedieron a negociar una paz estable y duradera con el Estado.
Es posible que la cúpula de la Farc se haya equivocado en la valoración de la capacidad de resistencia de la tropa, ante las demoras y trabas al proceso de implementación de lo acordado y firmado, y en particular, en cómo resistir la evidente "estrategia del desgaste" que el Gobierno de Santos dejó que tomara fuerza y se convirtiera casi en una expresión más de un Estado débil, precario y capturado por una élite matona, cicatera, sucia y pendenciera, y de una sociedad ignorante, polarizada, fragmentada y contaminada por una Prensa tendenciosa y mentirosa, a la que nunca le importó comprender el devenir del conflicto armado interno, y mucho menos, a sus miembros, les importa hoy el futuro de esa paz estable y duradera que se pactó en La Habana.
El adoctrinamiento militar para hacer y mantener la guerra es diametralmente distinto al adoctrinamiento político que se debe dar en clave o en perspectiva de paz. No es lo mismo manejar aconductados guerrilleros, muchos de ellos amedrentados por aquello de su propia "justicia revolucionaria", que ex guerrilleros, en tránsito de convertirse en civiles. Las angustias, expectativas, sueños, miedos, esperanzas y anhelos, son distintos cuando se asume la condición civil. Y eso, al parecer, lo olvidaron los máximos jefes de la Farc.
Creo que la cúpula de la Farc invirtió demasiado tiempo en el adoctrinamiento militar para la guerra y muy poco, para madurar la idea de "firmar la paz" con una parte del Establecimiento de la que al parecer, las cabezas más visibles de la Farc, creyeron a pie juntillas en que cumplirían con lo acordado en La Habana, porque tenían el control absoluto para asegurar la transición de la guerra a la paz. Se equivocaron los miembros de la ex guerrilla. Lo que no sé, es si trató de un error de cálculo político por considerar que era el momento de firmar el fin del conflicto, o si se trató de una lectura ingenua de un Gobierno y de un Presidente, hijo de la rancia élite bogotana, la misma que las Farc no pudieron derrocar militarmente.
Con la desbandada de los ex combatientes farianos, queda en duda si las Farc eran más una organización militar, que una organización política capaz de mantener la disciplina y la firmeza de unos hombres y mujeres que ya no obedecen órdenes de comandantes, sino que están esperando seguir a unos líderes que, al parecer, ya andan pensando más en vivir sus últimos días de la política (del Estado), que en guiar a quienes lo único que hicieron bien (no sabían más) fue acompañarlos en una lucha armada que habrá valido la pena, si se logra consolidar la anhelada paz, estable y duradera.
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