La Cordillera Central
Este entramado de montañas que nos tutelan, y acompañan nuestra perspectiva desde buena parte del Valle del cauca, guarda los secretos de nuestros pensamientos cuando posamos la mirada en sus cumbres azules. Seguramente todos habremos soñado en algún momento en transportarnos mágicamente hasta sus voluptuosas alturas para respirar, caminar, tenderse en su regazo y fundirse en su belleza lejana, a pesar de estar allí, al alcance siempre de nuestra mirada.
La Cordillera Central
Diciembre 4 - 2017
Por Fabio Cardozo Montealegre
Secretario de Paz Territorial y Reconciliación del Valle del Cauca
Este entramado de montañas que nos tutelan, y acompañan nuestra perspectiva desde buena parte del Valle del cauca, guarda los secretos de nuestros pensamientos cuando posamos la mirada en sus cumbres azules.
Seguramente todos habremos soñado en algún momento en transportarnos mágicamente hasta sus voluptuosas alturas para respirar, caminar, tenderse en su regazo y fundirse en su belleza lejana, a pesar de estar allí, al alcance siempre de nuestra mirada.
El pasado jueves, una vez más, nos pusimos una cita. Nuestro encuentro se celebró en el corregimiento de La Habana del municipio de Buga. Antes de llegar pasé por La Magdalena un caserío pequeño que, después del 2001, cuando aparecieron los Paracos con toda su brutalidad, se torno fantasmal, ni las mariposas salían y el aire infectado por el miedo, apenas se podía respirar.
Aturdido en estas cavilaciones, me despabilaron las notas alegres de una canción que flotaba en el parque y alegraba la vida que bullía de nuevo. La señoras barrían las afueras de sus casas mientras comadreaban, los hombres conversaban sobre sus asuntos animadamente y los niños inagotables testimoniaban, el arribo de la paz.
En el camino hacia La Habana volví a ver las mariposas, los pájaros me saludaron junto con las flores que se asomaban de los jardines de las casas. La vía estaba limpia, sin las malezas de la guerra.
Cuando llegué por fin, me estaban esperando un grupo de campesinos vestidos de domingo, con el rostro de esperanza, gracias a la paz, y al proceso reparación colectiva adelantado por el Estado.
Hacia días no me sentía tan feliz. En esta cordillera esta mi corazón.
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