Construir civilidad
Ahora que el país respira vientos de paz con la declaratoria de un definitivo cese bilateral del fuego, el camino que debemos trasegar para consolidar una paz estable y duradera está lleno de retos. El primero de ellos, que lo acordado entre las Farc y el Gobierno se cumpla a cabalidad. Aunque ya el Centro Democrático amenazó con desmontar lo acordado una vez recupere el poder político, como ciudadanos debemos estar atentos y vigilantes al cumplimiento de la palabra empeñada en el proceso de La Habana.
Construir civlidad
Agosto 31 - 2016
Por Germán Ayala Osorio
Comunicador social y politólogo
La guerra en Colombia coadyuvó en gran medida al debilitamiento de los procesos de construcción de civilidad. Procesos estos que ya soportaban una enorme dificultad contextual que no solo es histórica, sino que se mantiene aún a pesar de los avances logrados, por ejemplo, a partir de la promulgación de la Constitución de 1991. Esa enorme dificultad se expresa a través de esta sentencia: tenemos un Estado débil y precario y una sociedad atomizada, fuertemente estratificada y empobrecida culturalmente en todos los estratos.
Ahora que el país respira vientos de paz con la declaratoria de un definitivo cese bilateral del fuego, el camino que debemos trasegar para consolidar una paz estable y duradera está lleno de retos. El primero de ellos, que lo acordado entre las Farc y el Gobierno se cumpla a cabalidad. Aunque ya el Centro Democrático amenazó con desmontar lo acordado una vez recupere el poder político, como ciudadanos debemos estar atentos y vigilantes al cumplimiento de la palabra empeñada en el proceso de La Habana.
El segundo, que inicie cuanto antes la fase pública de la negociación con el ELN y que ojalá termine con un Acuerdo Final como el que se logró en las últimas horas en Cuba. Resulta inconveniente mantener una paz parcial. Y el tercer reto adquiere especial importancia: construir civilidad. La misma que los combatientes, legales e ilegales, debilitaron no solo con sus acciones armadas, sino porque de disímiles maneras sometieron la voluntad de los civiles, desecharon oportunidades para dialogar y porque a la vida de los civiles le dieron un lugar secundario.
En adelante, como Estado y sociedad debemos trabajar para desmontar los imaginarios y transformar las representaciones sociales sobre las que creamos Héroes que terminaron no solo invalidando y desestimando la condición civil, sino que fueron artífices de la degradación de un largo conflicto armado interno. Por ello, los civiles debemos alzar la voz y gritar, a voz en cuello, ¡no más Héroes uniformados, ni a la derecha, ni a la izquierda!
52 años de guerra degradada y sucia debería de ser suficiente para proscribir la violencia armada. Ahora que se firmó el fin del conflicto con las Farc, estamos obligados como sociedad a darle una oportunidad a la vida civil, a la discusión civilizada de las ideas, al ejercicio de una ciudadanía capaz de discutir asuntos públicos sin agresiones que nos lleven a calificar al otro como un enemigo y por ese camino, a pensar en su eliminación física.
Y para darle un nuevo lugar a la condición civil, debemos insistir en la necesidad de educar niños para que se comporten como Hombres, y no como Machos como tradicionalmente esta sociedad conservadora, pacata y violenta lo propuso y lo impuso. Para lograrlo, será clave reeducarnos. Las mujeres jugarán aquí un papel definitivo para coadyuvar a la reconstrucción de esos imaginarios alrededor de lo que ha significado ser Hombre en un país como Colombia.
Así entonces, el gran reto del posconflicto será construir civilidad y ello implica educarnos para aceptar la opinión contraria, a los Otros con todo y su capital social. Pronto, parte de los combatientes harán dejación definitiva de las armas; y los otros, los que están dentro de la institucionalidad, están llamados a no usarlas para el ejercicio de la política. Ahora nos toca a los civiles desarmar nuestros espíritus y darnos la oportunidad de resolver los conflictos de manera civilizada. Sin matarnos.
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