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Michael 2

Mayo 27 - 2022

Por Paola Cristina Espitia
Estudiante de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Autónoma de Occidente-Cali

Michael Andrés Aranda Pérez, un joven de 24 años de edad, fue una de las víctimas civiles en el marco del paro nacional de 2021 en Colombia. Sus padres buscan esclarecer su muerte y que haya justicia.

Empezaba la mañana del 28 de mayo de 2021 en las calles del barrio Siloé, comuna 20 de la Ciudad de Cali. Sus habitantes se preparaban para salir otro día más a las calles y así luchar por sus derechos; entre ellos se encontraba Michael Andrés Aranda Pérez, un joven de 24 años que buscaba, como muchos otros, una mayor inversión social para su barrio por parte del Gobierno Colombiano.

Y justamente, en la marcha que se realizaba ese día, encontró una manera de hacerse escuchar. Para muchos de los habitantes del barrio Siloé, desde el 28 de abril de 2021, fecha en la cual empezó el Paro Nacional, se respiraba angustia, miedo, impotencia, dolor y confusión.

Para don Abelardo Aranda, padre de Michael Andrés Aranda, ese día transcurría normal, un día más donde la gente de su barrio, ciudad y país salía a marchar por lo que no estaban de acuerdo con el Gobierno. El señor Abelardo recuerda con nostalgia que su hijo un día antes del 28 de mayo del 2021, le preguntó qué pensaba acerca del Paro Nacional, lejos de imaginarse que al día siguiente tuviese la intención de salir a marchar junto a sus amigos, recuerda que Michael se levantó y cuando se acercaban las 10:00 a.m. se puso una pantaloneta, una camiseta y se dirigió a la marcha que había desde Siloé a la Universidad del Valle, la cual conmemoraba un mes del Paro Nacional. Nunca se imaginó que esa sería la última vez que vería a su hijo con vida.

Para Michael Andrés Aranda, el salir a marchar era algo nuevo, pero ese día decidió salir junto a sus amigos y un primo, con el que se encontraron en la glorieta de Siloé a las 10:00 a.m. Juntos se dirigieron a la Universidad del Valle, donde cantaron y jugaron fútbol hasta las 4:00 p.m. hora en la que se regresaron a su barrio, como lo recuerda su primo.

Michael se caracterizaba por ser una persona noble y servicial, siempre dispuesto a ayudar a los demás, es por esto que, como cuenta don Abelardo, años atrás decidió ayudar a unos niños abandonados por sus padres y la familia los acogió como suyos, así mismo sucedió ese día, cuando de camino al barrio, junto con su primo, se encontraron a un señor que estaba atravesando por lo que parecía ser un ataque de epilepsia o infarto, así que no dudó un segundo en detenerse a ayudarlo y juntos lo llevaron a la brigada instalada en el centro cultural del barrio Belisario Caicedo. De regreso a la glorieta de Siloé quedaron en medio de un tiroteo que no entendían por lo que solo corrieron y es ahí cuando hirieron de muerte a Michael Andrés Aranda.

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Michael Andrés Aranda Pérez era el único varón de tres hermanos que conformaba el hogar de don Abelardo Aranda y María Italia Pérez; sus dos hermanas, Angie Tatiana Aranda y Sara Lizeth Aranda, junto con su prima y Bayron Oquendo, esposo de una de las hermanas, decidieron ese día sumarse, al igual que Michael a la marcha, con la diferencia de que ellos se transportaban en moto y salieron hacia la Universidad del Valle un poco tarde, más o menos a las 3:00 p.m. Para ellos, al igual que para Michael, el día transcurría con total normalidad, hasta que Bayron Oquendo, fue herido en el brazo con un arma traumática por lo que decidieron acercarse a la carpa de atención ubicada en Siloé, a donde también ingresó Michael Andrés herido. Su prima y una de las hermanas lo reconocieron y de inmediato se comunicaron con sus padres.

En casa, don Abelardo Aranda, observaba junto a su esposa un en vivo, aterrado de ver el enfrentamiento que estaba ocurriendo en ese momento a unas cuantas cuadras de su casa, sin percatarse que una de las víctimas de ese día, iba a ser su amado hijo, su compañía, uno de sus motores de vida. Al recibir la llamada de su sobrina, se preocuparon mucho, pero como alguien debía quedarse al cuidado de su nieta Madeleine, (hija de Michael Andrés), decidieron que fueran su mamá, doña María Italia Pérez y la esposa de Michael.

Al llegar a la carpa lo encuentran consciente, muy pálido, frío pero tranquilo, “quizá haciéndose el fuerte para no preocupar a su madre”, dice don Abelardo. Su madre, desesperada, llena de preguntas ¿Qué sucedió? ¿Qué pasó mijo?, pero Michael con las pocas fuerzas que le quedaban le dijo: “Madre, yo estoy bien, no se preocupe. La policía me disparó. Por favor cuídame a la niña”.

En la ambulancia, de camino al Hospital Universitario del Valle, donde atendieron a Michael Andrés Aranda, la madre oraba y pedía para que todo lo que estaban viviendo en ese momento, fuese solo una mala experiencia de la cual pronto pudieran salir bien librados. Solo escuchaba cómo los paramédicos hacían todo lo posible porque Michael Andrés Aranda no dejara de respirar.

Al llegar al Hospital, en medio de la confusión, perdió de vista a su hijo, no tuvo otra opción que esperar pacientemente y con fe para que saliera alguien a darle buenas noticias de él. No recuerda cuánto tiempo pasó con exactitud, pero sí las palabras y hora exacta en que su corazón atravesó uno de los dolores más grandes que una madre puede sentir y es el de perder a un hijo. “El doctor pregunta: Familiar de Michael Andrés Aranda, a lo que ella responde de un brinco ¡Yo, yo soy la mamá! ¿Va a estar bien?, el doctor le responde: No, lo siento mucho”, recuerda con profundo dolor esa corta conversación, la cual marcó su vida para siempre.

El sueño de todo padre es ver a sus hijos realizados, cumpliendo sus sueños y triunfando, este fue justo el sueño que se les arrebató a los padres de Michael Andrés Aranda Pérez, es por esto que después de un año de su asesinato, no paran de tocar puertas, de buscar ayuda, y dar a conocer la historia de su hijo.

Para don Abelardo Aranda y María Italia Pérez, su hijo era un muchacho noble, lleno de sueños, siempre dispuesto a ayudar a lo demás, y con muchas ganas de sacar adelante a su familia, en especial a su hija y aunque tienen claro que nada les va a calmar, ni a reemplazar el dolor y vacío tan grande que su muerte les dejó, seguirán luchando para que algún día puedan obtener justicia.

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