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Sin maletas: Grecia, el limbo de los sueños rotos 

Grecia portadaSin Maletas es la primera investigación periodística sobre refugiados en el mundo, nacida en América Latina. Busca crear conciencia sobre la migración forzada como una problemática mundial y reconoce las contribuciones positivas que los refugiados aportan a las sociedades en las que conviven. Con esta cobertura multimedia, queremos promover la tolerancia y la diversidad, conocer si los valores fundamentales de la protección de la vida y la defensa de los Derechos Humanos, pueden librarse de los prejuicios cuando tocan a tu puerta. Las historias que aquí se publican, son para que se compartan libremente con la única intención de contribuir al debate informado. 

Sin maletas: historias de refugiados desde el exilio 

Sin Maletas 2

Julio 18 - 2016

Este es un trabajo realizado por varios periodistas de iberoamérica para www.lopolitico.com que amablemente nos ha permitido publicarlo. Hoy compartimos un sexto relato de esta serie que cuenta la historia de la tragedia griega y sus refugiados que buscan protección en todo el mundo, pero que en muchos casos, solo han encontrado cierre de fronteras y un futuro incierto.  

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Por Gabriela Benazar*

En el archipiélago heleno la imagen de millones de refugiados atrapados en un limbo llamado Grecia estruja al más inclemente. En su país de origen, miles de personas son lanzadas al mar en embarcaciones improvisadas comandadas por turcos, afganos y búlgaros con sed de riqueza. A Mil euros por persona, hay billones navegando en alta mar. Todos huyendo por sobrevivir para luego ser vomitados en las playas por el mismo mar.

—Los "coyotes" los llevan como ganado. Una vez un barco se volteó justo enfrente de la playa y salimos corriendo a rescatarlos —narra el dueño de un hostal en Assos, Turquía, mientras señala con su índice el oceáno. Vive en la costa del Egeo turco y desde ahí divisa la isla griega de Lesbos ubicada a tan solo 12 kilómetros de distancia. En ese mismo mar celeste, espeso y malicioso,hasta marzo de 2016 se ahogaban dos niños por día.

Turquía es uno de los núcleos de conexión entre Europa, Asia y Oriente Medio. Su ciudad más importante, Estambul, se divide entre los dos continentes. Los refugiados sirios e iraquíes llegan allí por tierra porque ambos países tienen frontera común. Otros, como Turquía que no es parte de la Unión Europea y tampoco de la zona Schengen, tiene más restricciones de visado, los refugiados llegan como pueden y de allí salen, por su proximidad geográfica, a intentar tocar suelo Europeo.

Turquía recibe refugiados desde antes de la guerra en Siria. Pero el principal problema migratorio del país son los desplazados internos, especialmente los de la minoría étnica kurda, el grupo étnico de mayor número sin nación del mundo, que después de décadas de conflicto entre el gobierno turco y el Partido de Trabajadores de Kurdistán, han tenido que huir del oeste del país, donde están asentados desde hace siglos.

Foto 1 Grecia

Cuando Mustafa Kemal Ataturk creó Turquía en 1923 tras el fin del Imperio Otomano, lo hizo en miras a que fuese un Estado-Nación. Esa es una de las raíces del conflicto constante entre turcos y kurdos. Los primeros no quieren ceder su espacio a los segundos. Sin embargo, hay quienes creen que está dentro de las prioridades del gobierno del conservador Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía, incorporar a los refugiados sirios a la sociedad como parte de su agenda de promoción de los valores musulmanes y otomanos sobre la secularización que ha caracterizado al país desde su fundación.

Ya en Grecia, algunos habitantes hablan de los refugiados con un ápice de resentimiento disimulado. Dicen entender que están pasando por una situación muy complicada, pero que no respetan las islas, invaden los espacios públicos, no caminan por la acera como los griegos... que colapsaron los puertos al llegar.

Además del sentimiento de rechazo, ser refugiado en uno de los países con más burocracia de Europa, redobla el desespero de quienes pretenden recibir una solicitud de asilo. Los que ya la tienen, pueden salir a la calle, disfrutar de una aparente libertad; los que no, son excluidos del resto de Grecia y apartados encampamentos. Frente del antiguo hospital mental de Leros, que desde hace años se encuentra abandonado, nació un perfecto cuadrado de concentración, cercado y custodiado por policías griegos 24 horas los siete días a la semana. 

Dentro de aquella especie de prisión sin delincuentes, cajas rectangulares marca ISOBOX, sirven de hogar y oficina. Nadie puede entrar allí sin permiso de Atenas, tampoco sin permiso del alcalde de la isla, Lo que ocurre dentro del campamento es tan desolador como las embarcaciones atiborradas que siguen llegando.

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Campamento de refugiados

Cuentan que quienes viven en el campamento, se les acabóel poco dinero con el que zarparon de sus países. Aunque pudiesen salir del encierro vigilado, no les alcanza siquiera para comprar una bebida con la cual paliar los efectos del verano con temperaturas que prometen rebasar los 40 grados. Leros es una isla griega que en promedio recibe entre 300 y 500 refugiados todos los días. El alcalde de la isla, Michalis Kolias, resiente que estén dejándolos lidiar solos con la crisis económica y la crisis migratoria que sofoca a todos. 

En la oficina del alcalde, está colgado un papel blanco con letras en árabe en distintos colores y un corazón con la bandera griega que dice "Gracias". Se lo regaló un grupo de personas antes de partir a Atenas en agradecimiento por los esfuerzos de su alcaldía por ayudarlos a llegar a sus destinos finales.

Kos: turismo o refugio

Foto 3 GreciaLo que quedó tras el desalojo de la estación de gasolina y servicio de Eko, en Polykastro

Ahora estamos en Kos, una isla griega ubicada en el archipiélago Dodecaneso a 4 kilómetros de Bodrum en Turquía.
Hace menos de dos meses, ACNUR se vio obligado a crear dos campamentos para atender la demanda de refugiados en la zona. Todos saben que están en la montaña pero nadie sabe cómo llegar exactamente; la entrada queda al final de una calle estrecha cuya terminación da a ningún lado. De nuevo, sin los permisos pertinentes, de allí no sale nadie. 

Años atrás, nadie imaginaría que en la isla donde se encuentra el Santuario de Afrodita, el Agora antigua y el pórtico, llegaran por miles refugiados sirios, turcos, afganos, que buscan tocar Europa como victoria final a un viacrucis que no pidieron vivir. Antimajia, Mastijari, Cardamena, Kardamena, Zia, Kéfalos, San Esteban, Tingaki y San Focás, epicentro de turismo fino. Playas turquesas acompañadas de vegetación, buenos restaurantes y refugiados. Sí, forzados a huir de sus tierras y a navegar en botes abarrotados de familias enteras, animales, un par de calcetines, sed, angustia, desolación. 

El año pasado, durante la temporada alta de turismo en Kos, el periodista Jörg Brüggemann documentó en su ensayo fotográfico Tourist vs Refugees (Turistas versus Refugiados) los contrastes en el espacio en el que europeos de distintas nacionalidades, veraneaban en los mejores hoteles mientras llegaban refugiados en balsas y barcos. Este tipo de imágenes, complicó el escenario para la enorme industria turística de la isla, que teme que este verano se reduzca dramáticamente la cantidad de visitantes, ergo, sus ingresos.

Los que pudieron pagar hoteles de lujo estuvieron en la isla con habitaciones con vista al mar y frente a cientos de refugiados que se apilaban para dormir en cartones en la calle. Algunas víctimas de la migración forzada, se fueron al Hotel Capitán Elías, una construcción abandonada como sus vidas, lejano a la playa como ellos de sus países de origen, en una calle árida. De allí, los movieron al campamento de ACNUR, cerraron y cercaron el hotel. Sin embargo, la reja trasera del terreno tiene un hueco que luce fresco, por donde cabe un niño pero no un adulto.

Foto 4 GreciaHotel Capitán Elías, centro de acogida ya clausurado para refugiados en Kos

El dueño de una taberna a 10 minutos del campamento da una especie de instrucción a los medios de comunicación con un mensaje que suena a súplica. 

—No digan cosas malas de la isla. Digan que la isla es buena, que hay buena comida y buen descanso. Necesitamos que vengan turistas. Yo tengo todos mis ahorros invertidos en éste restaurante y este año ha sido el primero que ha dado pérdidas. Recomienden Kos para vacacionar a sus amigos y familia por favor.

Apenas hace tres meses, la policía dispersó una protesta de los habitantes de la isla en contra de la apertura de un campamento para refugiados en la ciudad. Para evitar que el malestar social suscitara algo mayor, se movió la locación a la montaña, lejos de todo y de todos. Poner distancia con los diferentes, esconder la crisis internacional debajo de la alfombra, custodiar con mano de hierro los campamentos de refugiados y dejarlos en el limbo de sus sueños rotos, es para Grecia una constante.

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Sitio de taxis en Pireus junto a las casas de campañas de los refugiados

Mientras tanto las carpas se siguen llenando en Kos, en Lesbos y en Atenas. En Pireus, por ejemplo, se ven incluso antes de que los turistas desembarcaquen. Las hay en todos lados. Pese a los esfuerzos del gobierno por reubicar los refugiadosantes de que comience la temporada alta de turismo, se siguen viendo más de las que se alcanzan a contar. Debajo de estos plásticos, tiendas y cordeles hay personas, familias, sueños, esperanza, lucha, sobrevivencia. Afuera, una fila de taxis de sitio aguarda pasajeros, esos mismos que pasan frente a las lonas de plástico como si no estuvieran. 

Asfixia monetaria 

Un joven griego que no pasa de los 30, trabaja en un bar en el muelle de Kalimnos, dice que hasta hace un par de meses, habían salvavidas por toda la bahía, por todo el muelle, en todos lados. 

—¿Ves esos dos barcos pequeños enfrente? Son barcos turcos que los traían (a los refugiados). Como ya no pueden traer a más nadie, dejaron los barcos aquí. 

Ahora confiesa que tiene 27 años y que ha trabajado como carpintero, mesonero, de lo que consiga. Dice que la crisis económica en todo el país está empujando a todos sus amigos a migrar como los mismos refugiados que muchas veces ve pasar; que los sueldos, incluso de los profesionales con título universitario, alcanzan para medio vivir.  Él tiene trabajo durante el verano, 16 horas al día, pero asegura con franqueza que no sabe qué hará en invierno.

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Lo que quedó tras el desalojo de la estación de gasolina y servicio de Eko, en Polykastro

Grecia, desde el año 2000, le ocultó a todos, a sus ciudadanos y a la Unión Europea, la magnitud de sus deudas y gastos. Con la crisis económica mundial del 2008-2009, ya no se pudo esconder más el desfalco. La desconfianza colapsó la bolsa de Atenas, explotó la burbuja inmobiliaria, generó fricciones con la Unión, especialmente Alemania, al renegociar la deuda y hasta se votó en 2015 con un referéndum si se aceptarían o no las condiciones impuestas por la Unión Europea. 

Con la victoria del No, promovida por el recién electo primer ministro Alexis Tsipras, se acordó que Grecia no abandonaría la Unión y se re negociarían las condiciones de su permanencia. Pero a pesar de la resistencia de los griegos a adoptar medidas de austeridad que consideran inadecuadas, la crisis es económica es tan evidente como el mismo sol. Cientos de negocios cerrados o vacíos, propiedades devaluadas en venta, bienes y servicios a precios ridículamente bajos, una tasa de desempleo de 25% para 2015. 

Tomarse una cerveza en un bar griego recuerda la crisis. Con cada consumo el pago debe ser facturado inmediatamente después de que se sirve la bebida: en cualquier momento puede pasar la policía a revisar si el local está cobrando impuestos o incurriendo en evasión fiscal.

Cerrar fronteras

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Campamentos desmontados de refugiados


La presencia de refugiados en Atenas no es la mayor de Grecia continental. Hacia el norte del país, cerca de las fronteras y alrededor de Thessaloniki, es donde se concentra la mayoría de los refugiados atrapados en el país. Y esto es, principalmente, por el pacto que anunció la Unión Europea con Turquía en marzo.

El acuerdo, cuyo principal fin era reducir los incentivos para partir a Europa, estipula que por cada sirio que se regrese a Turquía, se recibirá a otro sirio que cumpla los requerimientos impuestos por el país de la Unión en donde haya solicitado re asentarse. En teoría, los refugiados en centros de acogida deberían regresar a Turquía, pero las devoluciones han sido extremadamente lentas. Además, existe resistencia de ciertos actores y de muchos de los refugiados a regresar a Turquía, donde ayer el ejército mató a once sirios, incluidos cuatro niños, que intentaban ingresar al país.

El acuerdo ha sido fuertemente criticado por ONGs, activistas y defensores de Derechos Humanos porque excluye a todos los refugiados que no vienen de Siria, la mitad de los que pide asilo en Europa, y no respeta los acuerdos internacionales que hacen referencia a las migraciones forzadas y los derechos humanos por ignorar el mismo concepto sobre qué es ser refugiado y los derechos y deberes que ésta figura jurídica implica.

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Graffiti en Idomeini protestando el cierre fronterizo

Esto, aunado al cierre absoluto de las fronteras de Macedonia y Bulgaria, que es miembro de la Unión Europea pero tomó políticas migratorias unilaterales, hace que haya alrededor de 50 mil personas en Grecia esperando saber algo de su destino. Ahora el turno es para Thessaloniki, la segunda ciudad más grande del país. Es uno de los puertos más cercanos de los países sin litoral de los Balcanes y tiene cerca, muy cerca, las fronteras de todos sus vecinos peninsulares: Turquía, Bulgaria, Albania y Macedonia. 

"Mientras exista Thessaloniki, no habrá nadie sin país", auguró Nikiphoros Choumnos, poeta bizantino cuando entendió que Grecia, especialmente el norte, por su posición geográfica, siempre sería un puente entre distintos mundos. Esta ciudad ha visto cómo la inmigración, y emigración, ha cambiado la composición de su población desde mucho antes de que oficialmente se uniese a Grecia en 1912. 

Antes de la Segunda Guerra Mundial, Thessaloniki era una ciudad predominantemente habitada por judíos sefarditas y turcos, siendo los griegos y los búlgaros minorías. El éxodo de los sefarditas cambió el panorama y hoy día es predominantemente griega. Sin embargo distintos urbanistas y arquitectos reconoce que, cuando se concibió la ciudad -cuyo casco antiguo es una grilla casi perfecta sobre una colina-, se hizo a sabiendas de que por aquí pasarían y se quedarían muchos inmigrantes que debían ser integrados y jamás marginados a la ciudad. Pero hoy los campamentos abarrotados de refugiados dan muestra de todo lo contrario, están todos a las afueras sin ninguna política de reinserción... excluidos de todo.

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Carpas en el puerto Pireus de Atenas

Idomeini, a una hora en carro de Thessaloniki, es el último pueblo y la última estación de autobús y tren, antes de cruzar la frontera hacia Macedonia. Siempre fue un lugar de paso, donde nadie se solía quedar más de un par de horas, pero con el cierre de la frontera,se convirtió en un embudo que alberga hasta a 14 mil personas a la vez. El espacio donde armaron campamento los refugiados estáal lado de las vías del tren. 

Es un campo espacioso, completamente plano, cercado al norte por la bien sellada frontera con Macedonia. Unos duermen en tiendas de campaña pequeñas, otros en carpas blancas y altas ofrecidas por Médicos Sin Fronteras. Doce baños, seis para cada género, con un tiempo promedio de acceso a duchas y baños de cinco minutos diarios por persona. Allí convergen refugiados sirios, afganos e iraquíes, y son quienes suelen protagonizar las noticias sobre la crisis humanitaria. También hay Maghrebies, africanos subsaharianos y demás.

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El campamento comenzó con el cierre de la frontera

Quienes no pudieron pasar hacia Macedonia se quedaron allí. Varias ONGs dedicadas a servicios de salud, educación y alimentación, llegan para aliviar una situación que no se alivia. Idomeini llegó a las primeras páginas de periódicos alrededor del mundo por los constantes enfrentamientos entre sus habitantes y la custodia fronteriza de Macedonia. La frustración producto del cierre de la frontera, aunado a las condiciones del campamento, llevó a un grupo de personas a intentar penetrar por la fuerza la cerca que separa a ambos países. La policía macedona no tardó en responder con perdigones, gas lacrimógeno y artefactos antimotines.

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La frontera entre Grecia y Macedonia en Idomeini

Macedonia y Grecia se evitan. Ninguna puede pasar a saludar a la otra. Hay un alambre de púas alto, seguido por una reja coronada por más púas, custodiada a toda hora, que separa los dos países. La línea de tren que conectaba a los dos países, dejó de funcionar. El campamento de Idomeini fue desmantelado a finales de mayo por las autoridades griegas. Llegaron de noche, cuando la presencia de voluntarios y prensa era poca, y empezaron a evacuar en autobús a sus habitantes. 

Mientras esto ocurría, algunas ONGs y voluntarios denunciaban que no se les permitía el paso y que nadie sabía qué era lo que estaba ocurriendo realmente allí. 

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Las vías del ya inexistente tren entre Macedonia y Grecia

Dos semanas después, el espacio donde estuvo el campamento es de nuevo un campo desolado. Médicos Sin Fronteras estádesmantelando sus instalaciones y las carpas pequeñas están amontonadas, inservibles ya. Quedan algunos módulos de asistencia, contenedores de ONGs y grafitis que gritan y claman en las paredes por la apertura de las fronteras. 

Idomeini y sus alrededores son el mejor ejemplo de cómo las políticas de los vecinos, los cierres absolutos de las fronteras de Macedonia y Bulgaria, y las medidas tomadas por la Unión Europea, hacen más difícil el trabajo de todos en Grecia. Con la clausura de Idomeini, el gobierno habilitó distintos campamentos y centros de acogida, uno de ellos pararefugiados kurdos (una de las nuevas políticas es hacer los campamentos lo más étnicamente homogéneos posible). 

Allí, en un viejo galpón rodeado de tierra y más nada. Una madre refugiada cuenta cómo dejó Siria porque lo único que quería era proveerle a sus hijos un futuro y ahora se encuentra atrapada con sus hijos allí. Su bebé de 18 meses se abraza a su pecho y moquea, se ve febril.

Futuro a ciegas

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Lo que quedó tras el desalojo de la estación de gasolina y servicio de Eko, en Polykastro

Las protestas por las políticas migratorias de la Unión Europea, que contradicen el primer artículo de la Convención de Refugiados de 1951 de las Naciones Unidas, no son solo de parte de los refugiados y activistas. ACNUR ha intentado distanciarse de Atenas y ha cerrado centros en las islas para evitar que se conviertan en centros de deportación. Médicos Sin Fronteras ha rechazado donaciones de países miembros de la Unión Europea por estar en desacuerdo con sus políticas y se abstuvieron de asistir a la Cumbre Humanitaria Mundial por sentir que la reunión no iba a tocar los puntos neurálgicos de la crisis. 

Los trabajadores humanitarios y voluntarios se quejan de cómo el trabajo se les hace difícil al tener que lidiar con Atenas y las autoridades; de los retrasos burocráticos, de las pobres condiciones de salubridad de los espacios, de la dispersión del gobierno central. También se incomodan porque siempre hay preguntas sin respuestas. Que cuándo se podrán ir, que cuándo saldrán los papeles, que hasta cuándo la vida en el limbo allí en los pocos campamentos atiborrados. Pero ellos no están en posición de responder y el gobierno tampoco.

En Thessaloniki se decidió comenzar un programa de reubicación de refugiados en apartamentos alquilados y amueblados por el municipio dentro de la ciudad. Porque aunque nadie sabe exactamente cuándo se van a obtener los papeles de asilo o las reunificaciones familiares de los refugiados, todos auguran que no serápronto. Mientras tanto, el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía está en peligro de colapsar. Alemania reconocióeste mes el genocidio armenio, generando fricciones con Turquía. Un par de semanas antes, un juez griego dijoque Turquía no era un sitio seguro para los refugiados sirios, aunque 400 habían sido regresados. 

El mayor temor para todos ellos se cristaliza de nuevo: regresar y ver de cerca el rostro de la muerte.

Gabriela Benazar Acosta: (Caracas, 1990) Periodista de la Universidad Católica Andrés Bello, casi Magister en Relaciones Internacionales en The New School. Escribió y editó la revista OJO en Caracas hasta que empacó sus maletas y se mudó a Nueva York. Comenzó en Estambul un viaje de dos meses para entender la crisis migratoria en Europa en el marco del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, la muy visible crisis económica en Grecia y los cierres fronterizos unilaterales que tienen a más de 50 mil personas sin saber qué les deparará el futuro.

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