Periodismo de Derechos Humanos

La Salud en Colombia, tercera parte

Salud 3En el Día Mundial de la Salud, cerramos la serie La Salud en Colombia con la historia de una paciente que además de  sufrir de una enfermedad crónica, padeció las trabas del Sistema en Colombia. Debe aún esperar que una junta evalúe si puede o no entregarle sus medicamentos mes a mes, pese a que desde el punto de vista médico, está comprobado que los necesita diariamente. Una historia como la de muchos en Colombia. 

La Salud en Colombia, tercera parte

Salud 3

Abril 07- 2014

 

Por Ximena Vélez

La travesía de *Lina para conseguir una cita con un especialista que tanto necesita

Diapositiva1

 

Su cabello es oscuro, abundante y casi le llega a los hombros. Resalta el rosa pálido de su rostro y el rojo de sus labios. *Lina habla de su enfermedad como algo pasajero, transitorio y ligero, aunque conoce que debe vivir con ella durante el resto de su vida. Considera que ha pasado lo peor, está aferrada a Dios, a la vida, a su familia y sus palabras expresan aliento y motivación para los nuevos retos que vislumbra en un futuro cercano. 

En esta charla, nos cuenta su historia como paciente. De las trabas que ha tenido para las citas, los especialistas, los medicamentos. Trabas que se dan, incluso, en la gravedad de su enfermedad. La realidad del Sistema de Salud en Colombia.

*Nombre cambiado a petición de la fuente

¿Cómo empezó?

A principios del 2010, me encontraba camino a casa, los brazos empezaron a hormiguear y decidí descansar antes de llegar. Pensé que era raro que mis brazos se "durmieran", el dedo pulgar se inflamara y las articulaciones me dolieran como si me hubiera dado un fuerte golpe. Me sentía débil y con los dedos frágiles. Decidí entonces llamar para pedir una cita con el médico general en mi EPS Comfenalco.

La primera cita

La primera cita se realizó sin percances: El diagnóstico fue sencillo: un virus y seguramente me aliviaría con acetaminofén. Todo pasaría y volvería a la normalidad, así que no debía estar asustada. De todas formas le repetía al médico los síntomas que me parecían extraños, pero él escribía en su computador y finalmente me despachó con acetaminofén para el dolor.

Segunda Cita

Cada mañana amanecía más adolorida. Como si un tornado me hubiera pasado por encima. Después de una semana volví a llamar a la EPS para la segunda cita con el médico general que finalmente me envió los exámenes correspondientes. Esperé cinco días los resultados y luego volví a llamar para una nueva cita, ya se cumplía un mes y finalmente después de leer los exámenes el doctor me diagnosticó Lupus.

Los primeros pasos de un paciente con lupus

Prednisolona de 50 miligramos y cloroquina de 120 miligramos fueron los primeros medicamentos que recibí. Hacían parte del post y eran mis compañeras diarias. Pretendían controlar el sistema inmunológico para evitar que mi cuerpo se alterara y la enfermedad avanzara. Mientras tanto yo seguía sin conocer mucho de la enfermedad, mi médico nunca me habló de los cambios físicos del cuerpo. Me formuló pero no me dijo que había consecuencias ni síntomas. Busqué en google y definitivamente no fue la mejor opción porque entré en pánico y se debilitaron mis esperanzas con la cantidad de resultados alarmantes.

¿Cuál es el médico encargado de su enfermedad?

En ese momento el internista, eso creía yo. Me despertaba con mi mamá todos los días antes de las 7:00 a.m. para llamar por una cita y la respuesta siempre era la misma: no había agenda, no tenía espacio. El internista era el hombre que me iba a curar y no tenía una cita para mí, eso pensaba, debía ser un médico muy importante o habían muy pocos. Luego me di cuenta que era prácticamente el único internista de la EPS y finalmente después de dos meses obtuve una primera cita a las 2:00 p.m., un horario que debía compartir con otros pacientes.

¿Fue él quien la curó?

(Risas) Eran más de 15 pacientes esperando al internista. Ese señor no nos iba a curar, todos teníamos la cita a la misma hora, esperábamos impacientes hasta que me llamarón. Yo sabía que el internista era hombre y de apellido Idrobo, pero me recibió una mujer. Me explicó que era una doctora de apoyo que se encargaba de darle un resumen al internista porque él debía atenderlos simultáneamente.

¿Apareció el internista?

Efectivamente, el internista era el hombre más importante del mundo. No se tomó el tiempo de hablar conmigo, me duplicó la dosis que me había formulado el médico general y me envió a la casa sin conocer mis ojos. Yo no alcancé a decir nada pero creía que efectivamente mejoraría.

¿Porque no le expresó sus dudas?

Yo estaba mal. Es una enfermedad que cuando la buscas en google piensas que vas a morir y yo lloraba todo el tiempo, mi mamá era la fuerte que escuchaba lo que él decía.

¿Cómo siguió el proceso con el internista?

Prácticamente uno debe salir de la cita a buscar un teléfono y empezar a llamar, es algo que se debe hacer todos los días hasta lograr una próxima cita con el internista. Son horas que se dedican a llamar para que al final, la cita sea de menos de siete minutos. Hay que madrugar a llamar y saber que la respuesta es la misma hasta que llegue un momento en el que haya suerte y le den la cita para el próximo mes pero muchas veces eran dos y hasta tres meses.

¿En esos periodos de tiempo para conseguir la cita, existía mejoría?

No. Yo seguía enferma. Todo me dolía. La medicina me la tomaba juiciosa pero no veía que mejorara. El cuerpo estaba inflamado, me sentía extraña, la cara era una luna llena y el dolor persistía.

¿Cuándo se da cuenta que necesita un especialista?

Yo no tenía ni idea que debía ver a un especialista. Siempre pensé que el internista era el médico que me curaba y por eso seguía pidiendo las citas con él. No fue hasta cuando en una de esas citas me dijo que tenía un compromiso renal porque había acumulado liquido en el cuerpo y me daba la autorización para ir donde el especialista, un Nefrólogo.

¿La cita con el especialista era diferente?

Conseguir la cita fue lo peor. Nunca se contestaba el teléfono Fue mi mamá a quien le tocó ir hasta la Clínica Imbanaco. El nefrólogo me quitó las proteínas y el líquido. Le dijo a mi mamá: "Mi señora si ella está orinando las proteínas pues no se las dé, y si retiene líquidos pues suminístrele poquito líquido."

¿Cuánto tiempo había pasado?

Un año. Era el 30 de mayo 2011, en mi cumpleaños número 21 desperté con malestar en mi cuerpo. No podía abrir los ojos. Cuando me vi al espejo no me veía los ojos y mis labios eran totalmente gruesos y ocupaban casi todo el rostro. Lo primero que hice fue gritar y luego para urgencias.

En Comfenalco por urgencias no podían hacer nada. Me dijeron que yo estaba en tratamiento y debía pedir cita con el internista. Debía irme para mi casa y llamar para pedir una cita, yo pensaba que me iba a morir.

¿Usted estaba grave y debía devolverse a su casa a llamar?

Si, esa fue la respuesta pero no hicimos eso. Mi mamá y mis hermanas amenazaron con interponer una tutela. Estaban desesperadas, entonces una señora que me vio muy mal, llamó a mi mamá y le dijo que nos dirigiéramos al piso donde estaban los auditores y eso hicimos. Allá nos recibieron con tinto en la sala de espera.

¿Funcionó?

El auditor salió y me vio. Yo creo que el señor no tenía ni idea de la enfermedad y lo que le decía mi mamá pero al verme la cara, el cuerpo totalmente inflamado y descompensado él hizo una llamada y de una me atendieron.

¿La cita que se demoran meses en darla la obtuvo con una llamada del auditor?

Sí. Yo no sé qué dijo ese señor pero cuando llegamos donde él nos dirigió, nos atendieron bien. Lo primero que hicieron fue remitirme a la clínica farallones y todo cambió.

¿Cuál fue ese cambio?

Todo: el servicio, la calidad de la internista, una mujer que habló conmigo y me atendió con tiempo y me explicó detalles de la enfermedad, cómo tratarla y vivir con ella.

¿Qué pasó con el especialista, era lo que realmente usted necesitaba?

Tenía el especialista equivocado. Por ella me di cuenta que tenía que ver un reumatólogo, el especialista que debía verme desde que empezó mi enfermedad. La internista me dio una autorización y me dirigieron al reumatólogo de la clínica Valle del Lili donde me di cuenta que nunca me iba a mejorar con la medicina que me daba el post.

¿Si no iba a mejorar, entonces qué iba a pasar?

Nada. Empeorarme hasta que mi cuerpo no diera más. Esa medicina que da el post es sólo un paño de agua tibia. No te mejoran, te mantienen vivo pero enfermo.

¿Cuál era el paso a seguir?

Papeles, papeles y más papeles. La medicina que necesitaba no la debía solicitar, la tenía que pelear. En la EPS usted debe demostrar que necesita ese medicamento, en este caso, Micofenolato mofetilo de 500 miligramos. Debía tomar 2000 miligramos diarios, dos en la mañana y dos en la noche, pero debía conseguirlo mientras la EPS realizaba el caso de estudio y me aprobaba el medicamento.

¿Lo logró?

Sí, una semana después de enviar todos los papeles para el caso de estudio me llamaron a decirme que estaba aprobada la solicitud y pronto me informaban donde debía ir por mis tabletas.

¿Cada vez que solicita el medicamento a la EPS le realizan el estudio del caso, aun cuando la enfermedad es de por vida?

Sí, debo pensar cuánto tiempo se van a demorar ellos (la eps) en analizar el caso de estudio y pedir con tiempo las pastas para no quedarme sin droga. Es un proceso largo, de filas, de papeles, de sellos donde uno ve personas de edad avanzada y enfermas haciendo filas de largas horas. Muchas veces personas que vienen de otros lugares y los hacen devolver por una letra, por un papel que falta firmar. Yo ya le tengo el tiro a esas diligencias: madrugo y me alisto para empezar hacer todo un día de proceso y lograr mi medicamento.

¿Si el cambio fue notorio, el problema era el medicamento o los médicos?

Después del medicamento todo cambió. Mi cuerpo se demoró en adaptarse y sentí unos cambios que no esperaba y luego tuve una ronchita en el cuerpo y me di cuenta que hay médicos buenos y malos.

¿Cuáles son los buenos y cuáles son los malos?

Mi reumatólogo de la Clínica Valle del Lili es el bueno. Él me cambió el medicamento porque quería que mejorara y no tenerme simplemente respirando. Cuando tuve el brote fui donde él y me explicó que tenía herpes, una enfermedad que normalmente asusta con tan solo decir el nombre. Me hospitalizaron para atenderme adecuadamente, cosa que no había sucedido antes.

¿Y el malo?

El nefrólogo. Un médico que era un señor desparpajado, está bien que sean frescos y muchas enfermedades no le aterren, pero este señor me tenía desnutrida y sin líquidos. Yo estaba pesando menos de lo normal y no lograba orinar. La misma nutricionista que me vio una vez hospitalizada me dijo: "ese señor la quiere ver muerta" con eso me asusté y decidí buscar un nefrólogo particular.

¿Cuánto cuesta la cita con un nefrólogo particular?

280 mil pesos. Es muy costoso pero era la única forma de saber qué pasaba por mi cuerpo. El nefrólogo de verdad es de apellido Valderrama. Son tantos médicos que solo de algunos recuerdos sus nombres. Él vio mis exámenes y me explicó paso a paso que debía hacer. El tratamiento que debía empezar para no perder mis riñones, me dijo que estaba anémica así que me recetó ampolletas para subir la hemoglobina.

¿Siguió con ese especialista?

No. El mismo día que lo vi me dijo que era muy costoso seguir un tratamiento con él, que me iba a enviar un medicamento que debía comprar por mi cuenta y con eso me iba a mejorar pero que debía llevar un proceso con el nefrólogo de la EPS, y efectivamente cuando volví donde el nefrólogo malo le dije lo que el bueno me había dicho y ese señor se quedó indignado por lo que me cambiaron de especialista.

¿Hay un final feliz con los especialistas buenos?

Si. En el 2013 mi cuerpo volvió a la normalidad. El síndrome de la cara de luna llena se disminuyó, mi cuerpo era mío de nuevo, comía lo que deseaba, el único tomento sigue siendo pedir el medicamento pero uno comienza aprender las trabas de la EPS. Lo mejor de todo es que el reumatólogo de la Valle del Lili, conocido del nefrólogo y ambos se llaman para consultar mi caso, mantienen en contacto. Es una atención integral y como paciente me siento segura. Me quedé con los buenos.

¿Qué puede decir del sistema de Salud?

El sistema es perverso. Demasiadas diligencias, el mismo procedimiento para una cita, solicitar el permiso una y otra vez es desgastante. Tener que hacer el estudio para lograr el medicamento es comprobar que sé está enfermo y no hay otra forma que muriéndose en la fila. Yo conté con suerte, pero hay casos peores en los que personas con dolor hacen las filas para que les digan que un papel está mal hecho.

 

  • Visto: 2630
Joomla Social by OrdaSoft!

Hechoencali.com © Todos los derechos reservados