Periodismo de Derechos Humanos

Los Hijos de nadie, segunda parte

Hijos de Nadie 3Segunda parte de la serie ´Hijos de nadie´. Trabajo periodístico que refleja el drama de los menores que intentan cruzar la frontera entre México y EEUU. "Sentada en una butaca de plástico, luce deprimida, enojada y frustrada por no haber podido llegar donde quería. Es de Oaxaca y trabajó en el campo por tres años seguidos “para pagar 3 mil dólares que le pagamos al coyote para ir hasta Denver, Colorado a conocer a mi Papá..."

Los Hijos de nadie, segunda parte

Hijos de Nadie 3

Foto: Javier Sandoval

Julio 23-2013

 

Por Margarita Solano Especial desde México

Huesos en el desierto 

Para cuando Gloria de 13 años abrió los ojos, sintió que el empalme de sus manos se adhería a un objeto desconocido.Ya sentada, volvió la vista a la arena caliente y ahí estaba ella, encima de un cuerpo descompuesto. Se había desmayado encima de un cuerpo inerte que permanecía en la arena hirviente. No supo si era hombre o mujer, un brinco la obligó a pararse, gritar... huir.

El cuerpo de Gloria se dejó caer en medio de las dunas desérticas a la media noche.

–Déjala y sigue –fueron las palabras del “pollero” que dirigía a un grupo de una veintena de migrantes. La niña perdió entonces la conciencia después de seis días seguidos de caminar por el desierto de Arizona con poco menos de medio litro de agua. Cuando volvió en sí, estaba sola, sin alimentos y encima de un par de huesos parcialmente descarnados.

Su historia fluye en el dormitorio de las niñas migrantes repatriadas del albergue Camino a Casa.

Sentada en una butaca de plástico, luce deprimida, enojada y frustrada por no haber podido llegar donde quería. Es de Oaxaca y trabajó en el campo por tres años seguidos “para pagar 3 mil dólares que le pagamos al coyote para ir hasta Denver, Colorado a conocer a mi Papá... él vive allá y mi sueño es poder estar con él” llora desconsolada.

“La migra me encontró en el desierto sola, yo estaba perdida me llevaron en unas camionetas y me trajeron aquí para llamar a un familiar y volver a mi casa”, dice la adolescente con la mirada fija en el infinito. Conocer al padre ausente es para Gloria una obsesión que le ronda todo el día, aunque para lograrlo, tenga que arriesgar nuevamente su vida.

Encontrar huesos y cuerpos en estado de descomposición en el desierto de Arizona es una constante. Según un estudio reciente publicado por el Instituto Binacional de Migración de la Universidad de Arizona, el desierto se ha convertido en el cementerio de 2 mil 238 migrantes en dos décadas.

El año pasado, llegaron a la morgue 142 cuerpos de migrantes que no alcanzaron el sueño americano. México encabeza la lista desde hace dos décadas con mil 209 decesos seguido de Guatemala con con 104 casos, Salvador con 34 y de 72 migrantes se desconoce su nacionalidad.

La Universidad de Arizona, detalla que la causa de muerte de los niños y adultos migrantes, fluctúa en cinco categorías: muerte natural, accidente, suicidio, homicidio o causa indeterminada. La mitad pierde la vida por deshidratación, picaduras de animales, infecciones provocadas por las altas temperaturas y un cuatro por ciento ha sido asesinado en medio de la nada.

También existe del otro lado del a frontera mexicana un Proyecto de Inmigrantes Desaparecidos que se ha puesto en marcha por la Internet con una base de datos completa donde los familiares pueden ubicar a sus seres queridos. La iniciativa ha sido aplaudida por autoridades de los Estados Unidos, pese a que 800 migrantes continúan como no identificados.

“Las mentiras de los polleros hacen que los migrantes caminen días y noches bajo la promesa de llegar en pocas horas a su destino” cuenta Manuel Padilla, Jefe de la Patrulla Fronteriza de Tucson en Estados Unidos.

Son las 12:45 de la tarde y el teléfono de Isabel Arvizu, directora del albergue, suena dos veces antes de responder. ¿Qué pasa? -Llegaron más niños, responde la mujer. 67 niños migrantes que acaban de ser repatriados de los Estados Unidos en un día donde la cifra cerró en 153.

La lista parece interminable y los renglones de la libreta se llenan de color azul en cuestión de segundos. Es la evidencia de una problemática apabullante. Rostros amilanados, zapatos rotos, calcetines pintados de sangre, camisas que terminan desdibujadas por el sol y caritas hechas carbón por la inclemencia del clima.

“Extraño a mi mamá a mis hermanos, ellos no sufren como yo sufro allá en el otro lado (Estados Unidos)...se sufre mucho sin estar contigo mamá... a todos los niños, que intenten cruzar que no crucen, aquí sufre uno”, concluye otro menor ataviado por las lágrimas.

Son los monstruos del desierto. Esos que imaginaron en una noche de pesadillas y que se han encontrado frente a frente más de 40 mil niños en el desierto de Arizona que separa México de Estados Unidos. Monstruos de carne y hueso que se ensañan con los más vulnerables. Esos que dan miedo a los grandes y también a los más pequeños.

 

 

 
 
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