Marzo 25 - 2022
Por Laura Cruz
Parece que sus ojos se encontraran hasta ahora con la vida, que no envejecieran. Los he visto altivos por la rabia, la rabia por las injusticias y la rabia por cosas que parecían superfluas. La pone de mal humor que la gente llegue tarde, que se desperdicie comida, o que no se reutilice el agua. Llora con facilidad, como aquellas personas que acumularon las lágrimas por muchos años y que ahora son valientes y dejan que encuentren su cauce. Me parece una mujer dura, dura con la palabra. Alguna vez le oí decir: “la poesía sin causa social se queda solamente en palabras”.
También la he escuchado en procesos de sanación, la he escuchado honrar su linaje, honrar la vida, utilizar la palabra desde el amor. Le da miedo hablar en público, pero lo hace aunque titubea en las dos primeras frases. Sin embargo, luego habla con la convicción de quien ha estado en la lucha de las mujeres por muchos años. Tiene muy buenas amigas, resuena su nombre en la ciudad cuando se habla de feminismo y, también se escucha su nombre en cuchicheos en pasillos. Ha tenido innumerables trabajos que la han llevado por Sudamérica. Hace cinco años lidera la Escuela Política Travesías por la Paz. María Eugenia Betancur Pulgarin, gracias a su trabajo y al impacto que ha dejado la escuela en la ciudad, tiene mucha gente que la admira pero también muchos contradictores.
Su linaje, sus ancestras
En los techos un poco artesanales, en la época de los 70, las mujeres se subían a hablar con las vecinas. Los silbidos de alguna las alertaban para que los hombres no las descubrieran echando chisme. En esos techos improvisados del barrio Manrique Oriental, se subía la madre de María Eugenia buscando la libertad que luego su hija conocería a través del feminismo y la lucha social.
Me reúno en horas de la mañana con María en el barrio San Fernando. Lleva una bata larga, un monedero que tiene bordada una casa pequeña, la asocio a la casa de su niñez. Buscamos una cafetería, nos sentamos en la mesa más alejada. Marucha, como le dicen sus amigas, lleva el cabello completamente blanco, como reivindicando el paso de los años. Se dibujan varias cordilleras alrededor de sus ojos. Pienso que sus ojos acaban de nacer, que no corresponden a una mujer de 60 años.
María nació en un municipio que fue la cuna del oro. Está ubicado al suroeste de Antioquia. Sin embargo, la violencia y el hecho de que su abuela estaba enferma los hizo emigrar a Medellín. De su abuela no tiene muchos recuerdos, pero sí los importantes: “Mi abuelita murió a los 53 años de cáncer de útero, lo poco que recuerdo de mi abuela es todo un ser lleno de dulzura, una con un aura llena de amor, una mujer muy amorosa que creo que nunca se mereció la vida que tuvo”.
Su madre, Dora Pulgarín, le enseñó a administrar los pocos recursos con los que contaban, pero sobre todo que debía estudiar para no repetir su historia: “De mi mamá nunca supimos si era liberal o conservadora. Mi mamá era la hija de un hombre muy, muy machista, el más machista que yo he conocido, creo yo. Y a pesar de eso, ella quería ser libre”.
Pienso que quizás por la libertad que su madre tardó en encontrar, María hace un trabajo que cuestiona lo emocional, lo práctico, lo conceptual y la educación popular con las mujeres de Cali.
María retoma: “No tenía ni medio año de primaria, pero le gustaba la lectura. Leía lo que podía. A mi mamá le gustaba la naturaleza, le gustaba conversar, le gustaba tener amigas y mi papá prácticamente la tuvo secuestrada muchos años porque mi papá era que la encerraba con llave”.
Dora Pulgarín, además, le enseñó a Marucha a ser buena administradora. “La gente cree que yo tengo muchos recursos y no es así, solo administro bien lo poco que tengo”. Su madre iba a la plaza ya cuando la iban a cerrar y podía recatear el precio y recoger algo de recado que se podía salvar. “En mi infancia hubo mucha escasez, pero yo nunca lo noté”.
–Mi mamá me decía: estudie
–Y yo respondía: no tengo con qué
–Pues busque
–Y sí, yo me puse a buscar
“Entonces yo era de las que iban al colegio y negociaba con la rectora. Fui becada durante toda mi vida, no por ser mejor estudiante, porque yo era disléxica. Soy disléxica y eso todavía en algunas partes está asociado con una discapacidad mental cognitiva y no como otra manera de entender la vida y el aprendizaje. Entonces a mí lo que los profesores me veían era mucho esfuerzo. Y eso se lo debo a ella, a mi madre”.
Siempre que he visto a María, incluso en su casa, está pulcra. Costumbre que le viene de pequeña.
Su padre, Luis EduardoBetancur, era un campesino recio, que nació en una familia empobrecida, una familia de 14 hijos donde solo sobrevivieron tres. Los otros morían literalmente de desnutrición. “Un buen hombre dentro de su contexto de machismo, era un buen hombre, un hombre honrado, responsable, trabajador, un hombre con ideas progresistas. Era liberal, pero supremamente machista”.
Cuando María me cuenta de su padre, me acuerdo de un par de versos de Piedad Bonnett, de un poema que se llama Biografía de un hombre con miedo, que no solo le queda perfecto a él sino también a muchos otros padres.
Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(«Un hombre de verdad», diría mi abuelo).
…De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo…
“Mi papá nunca permitió que mamá usara ningún método anticonceptivo porque pensaba que eso era para las sinvergüenzas, para las putas. Entonces a mi mamá le tocó tener los hijos que Dios le dio”, me cuenta María. En total, fueron once hijos.
-María Eugenia, ¿vos sos la menor?
- No, yo soy la quinta de 11 hijos.
-¿Cuántas mujeres son?
- Seis mujeres y yo soy la cuarta.
Casi son las nueve de la mañana. María se toma un americano expreso, lo pide muy cargado, es una persona respetuosa, no se dispersa con facilidad, no toma el celular y me habla mirándome a los ojos.
Cuando me habla de su padre, llega una pregunta que casi es obligatoria en la entrevista.
– María, ¿dónde estabas cuando te enteraste de la despenalización del aborto?
Me he visto con María en tres ocasiones para realizar este perfil. Me ha hablado de muchas cosas, de dolores, de felicidad, de rabia, de luchas, y no ha llorado en ninguna ocasión. Sin embargo, esta vez sus ojos se inundan, y yo siento que estoy viendo el mar en pequeña escala, y una persona puede contener el mar adentro. "Estaba sola. No podía. En ese momento hubiera querido tener un colectivo con quien brincar. Y me sentí sola…"
Espere la segunda entrega de este perfil, donde hablaremos sobre el trabajo de María Eugenia Betancur Pulgarín como defensora de derechos humanos en Sudamérica. También de su participación en la Mesa Territorial de Mujeres de Cali y el Movimiento de Mujeres de Cali, y en la creación de la Escuela Política Travesías por la Paz.
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