Reseña
La Peste: espejo de la vida hoy
Compartimos una reseña sobre La Peste, libro de Albert Camus, que por la emergencia del COVID-19 a nivel mundial, ha incrementado sus ventas pues muchas personas lo ven como un espejo de lo que se vive hoy en el mundo, ese que fue publicado en 1947
La Peste: espejo de la vida hoy
Mayo 6 - 2020
Por Laura Cruz
En estos tiempos cuando impera el encierro, la venta de libros sobre virus, pandemias e historias apocalípticas se ha incrementado. Ello nos muestra cómo la literatura responde ciertas preguntas amorfas que conviven entre nosotros, pero que no siempre están en la superficie, que nos habitan de forma silenciosa, que se relacionan íntimamente con nuestros miedos más profundos.
Y uno de los libros que alcanzó su punto máximo en ventas fue La Peste, con 1.700 copias en una semana en Francia según datos de Edistat, portal que se encarga de recopilar información sobre libros. En Italia, uno de los países más afectados de Europa por el COVID-19, donde 3 mil 400 personas han perdido la vida y unas 35 mil 800 se han contagiado -según la OMS-, el libro pasó de la posición 71 al tercer lugar en el ranking de IBS, y no es para menos ya que la obra del Nobel de Literatura (1957), Albert Camus, se asemeja tanto a la realidad que estamos viviendo que resulta aterradora por lo profético de sus pasajes.
La Peste, publicada en 1947, es para muchos una metáfora de la Segunda Guerra Mundial que causó un sinnúmero de muertos y dolor. La ocupación nazi en Europa es representada como la más aguda peste. Otros críticos señalan que el libro de Camus retoma elementos etnográficos e históricos de La Peste Negra o Peste Bubónica, que vivió Europa en la Edad Media, donde los países más azotados por la pandemia fueron los mismos que hoy son los más afectados por el Coronavirus: Francia, Italia, y España, entre otros.
Durante la Peste Negra murió la tercera parte de la población de Europa. El virus en ese entonces entró por las rutas de comercio que estaban abriendo los mongoles por China e India. En los barcos mercantes era común ver ratas, sus pulgas terminaron por llevar el virus al continente europeo y cobrar la vida de 25 millones de personas.
En el libro de Camus las ratas también son representativas, ya que la ciudad de Orán donde se desarrolla la historia, comienza a llenarse de los roedores muertos en las casas y en la calle, esto como una primera señal de la Peste. La historia es relatada por medio de la crónica en primera persona en la que el narrador lo sabe casi todo y acompaña a los personajes de una manera objetiva.
El lenguaje es claro, muchas veces hay reflexiones subjetivas de los personajes, sin embargo, el narrador no se detiene, mantiene el hilo de la historia con metáforas muy bien logradas, con un ambiente existencialista en consonancia con otras obras del autor como La Caída o el Extranjero. No se puede olvidar que Albert Camus era ferviente admirador de Sartre y Schopenhauer, aunque negaba ser existencialista.
La primera crítica del autor, mirando desde la distancia, podría decirse que se basa en la idea de desarrollo que se implantó después de la Segunda Guerra Mundial mediante el Plan Marshall. Albert Camus, señala al iniciar el libro que "El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo trabajan en ella, cómo se ama y como se muere. En nuestra ciudad todo se hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que uno se aburre y se dedica a adquirir hábitos. Nuestros conciudadanos trabajan mucho para enriquecerse... Los placeres son reservados para el sábado y el domingo".
Una radiografía no muy distinta de la realidad que vivíamos hace unos meses. Ciudades frenéticas como Orán, en las que reina el individualismo y el otro nos parece un elemento decorativo, que por momentos estorba. Lugares en donde no somos ciudadanos sino individuos, espacios en los que lo único que pareciéramos tener en común es nuestro afán por acumular bienes.
Un mundo dominado por un modelo capitalista, amparado en políticas liberales, donde la autoexplotación, como la denomina el filósofo Byung-Chul Han, en su libro La Sociedad del cansancio, es nuestra cotidianidad, porque el modelo nos ha convertido en hiperconsumidores. Trotamos a diario en una rueda que se llama trabajo, luego compramos y volvemos a empezar, un círculo infinito de una vida frenética y ordinaria. Somos pequeños roedores que corremos para reclamar un premio cada fin de semana.
Albert Camus refleja su tiempo y su patria en las páginas que escribe, sin embargo, su novela logra romper el tiempo, el espacio y la geografía, ya que el libro sigue vigente 73 años después de su publicación. Los hechos que se relatan en Orán en el mes de abril se asemejan tanto a la realidad que estamos viviendo con el COVID-19, no tanto por la similitud del virus, sino porque el espíritu termina por parecerse. Camus, lector fiel de Dostoievski, se dedicó a estudiar la naturaleza humana y logró develarla a la perfección en su novela.
El virus en Orán cobra más vidas porque el alcalde de la ciudad no toma medidas pertinentes, esto como muestra que ni en la ficción los políticos pueden ser ni honrados ni eficientes. Luego de que las autoridades se dan cuenta de la letalidad de La Peste declaran una cuarentena. "La declaración obligatoria de aislamiento fueron mantenidos. Las casas de los enfermos debían ser cerradas y desinfectadas, los familiares sometidos a una cuarentena de seguridad, los entierros realizados en condiciones especiales".
La situación de aislamiento dura diez meses, donde la indiferencia del principio se convierte en horror, luego en coraje, el coraje en solidaridad, luego llega la melancolía, y el más horrible de los sentimientos: la sensación de que la muerte era ya monótona.
Otra similitud de La Peste con el coronavirus es la sintomatología "La peste se hacía pulmonar. Aquel mismo día, durante una reunión los médicos habían obtenido nuevas medidas para evitar el contagio que se propagara de boca a boca en la peste pulmonar" la misma forma de contagio que tenemos actualmente y que nos impide estar cerca y que nos muestra también que los ritos de comer fuera de casa, bailar o ir de viaje, son importantes en gran medida por el abrigo y la empatía que encontramos en el contacto de otro ser humano. "El único medio de hacer que las gentes estén unas con otras es mandarles la peste".
A pesar de que en Orán se instala la desesperación y el miedo, haciendo que algunos tengan comportamientos egoístas, el autor resalta la bondad humana pues en su historia, las personas se dan cuenta de que la peste no es asunto de unos pocos sino de todos, tal como ocurre actualmente porque el virus nos ha resquebrajado la idea del individuo y nos muestra que somos y estamos bien, en la medida que nuestro prójimo lo está.
El narrador del libro señala que no se le debe dar tanta importancia a las buenas acciones porque esto sería como si fuera una excepción a la regla porque se da a entender que las bellas acciones solo tienen valor porque son escasas, cuando es todo lo contrario pues a diario muchas personas contribuyen al bienestar del otro. "En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio"
Camus nos hace un boceto de las almas de sus personajes. Nos deja entrar en sus pensamientos y nos hace sentir su angustia. Entro ellos está Rambert: un joven periodista parisino, que busca siempre su felicidad representada por el amor de una mujer. Con él, muestra lo difícil que es distanciarse del ser amado, realidad que no nos es ajena. Grand también es un habitante de la ciudad que es desarrollado con mucha complejidad, nos muestra cómo el arte a veces ayuda a vivir.
También está un clérigo con un sentido profundamente religioso: el padre Paneloux. Él encarna la fe, la religión, que se desarrolla con absoluto cuidado, ya que bajo la idea de la muerte inmediata nos hacemos preguntas fundamentales como la existencia de Dios, para quien Camus no existe, por lo que pone a un racionalista, humanista y pragmático doctor Rieux que dice: No me interesa salvar las almas de los hombres, con su salud me conformo.
La peste es un libro que va más allá de la filosofía. Camus era un gran observador que nos muestra cómo somos, nos identifica, nos revela en épocas de crisis y nos da un ejemplo para continuar, nos pone en alerta, la peste es la vida misma.
Con la muerte, el dolor, la enfermedad, lo cotidiano, nos muestra cómo los ciudadanos de Orán agotaban sus vidas en una absurda monotonía, conformismos e individualismos, cosas de las que nosotros también estamos contagiados como si portáramos el peor de los virus.
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