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Reseña de: Primera Memoria de Ana María Matute

Los niños sin color 

collage Ana María Matute

Primera Memoria se desarrolla durante las vacaciones de Matia (14 años) en una isla a las afueras de España, durante la guerra civil, que aparece en la historia como un fantasma, como aquello que no se quiere recordar, pero a pesar de todo se recuerda. "Nuestras vacaciones se vieron sorprendidas por una guerra que aparecía fantasmal, lejana y próxima a un tiempo, quizás más temida por invisible"

Reseña de: Primera Memoria de Ana María Matute 

Los niños sin color 

collage Ana María Matute

Junio 30  - 2018

Por Laura Carolina Cruz Soto

A los 19 años llevó su primera novela escrita a mano a la editorial Destino, en un cuaderno escolar cuadriculado y con las tapas de hule negro, libreta de la posguerra. Esta primera novela, Los Abel, fue publicada en 1948 cuando Ana María Matute tenía 23 años, pero esa no fue su entrada a la literatura, pues ya había incursionado de niña en un mundo del que no sabía el nombre, pero que más adelante descubriría que se llamaba Literatura. Un mundo que la ayudaba a estar alejada de aquellas niñas que para ella se convertirían en "mujeres recortadas", similares a las abuelas, tías y madres de la posguerra. Mujeres para ella imposibles de imitar. 

Matute tenía once años cuando estalló la guerra civil en España que duró tres años y se prolongó, en lo que algunos llaman la posguerra, pero que era otra forma de miedo y zozobra. Ella que siempre fue una niña "rara", durante la guerra franquista, aprendió a hacer largas filas para reclamar el pan, se le quitó la tartamudez después de los bombardeos y la inocencia se transformó en otra cosa, algo que no tenía nombre por lo amorfa que era.

La escritora, quien en varias entrevistas señaló que a "la gran literatura se entra con dolor", sobrevivió a un país en guerra, a una niñez casi perdida entre los escombros de unas batallas que no eran suyas y que quizás no entendía, a un gobierno totalitario por más de 36 años, a un divorcio cuando la mujer en ese tiempo no podía pensar ni en esa palabra, sobrevivió a estar lejos de su hijo y a una depresión que la dejó muchos años sin palabras. Sin embargo, como la buena literatura, resistió a la realidad o se nutrió de ella. De esta manera se hizo merecedora de diferentes reconocimientos como El Premio Nadal (1959), Premio Nacional de Literatura Infantil (1984), fue miembro de la Real Academia Española (donde ocupó el asiento «K») y en el 2010 recibió el Premio Cervantes.

Para muchos, Ana María Matute es la autora de la posguerra, ya que en la mayoría de sus libros la guerra es una atmósfera constante. También es reconocida por sus cuentos infantiles, ella señala que la literatura infantil debe ser veraz, porque los cuentos de hadas hacen que la literatura sea aburrida y ocultan la realidad como si los niños fueran idiotas. Por esta razón, sus cuentos como sus libros, por ejemplo Primera Memoria, muestran la niñez sin colores, con una atmósfera gris, llena de dudas, de zozobra y de crueldad de ambos mundos, el de los adultos y el propio, el de la infancia.

Primera Memoria 

Primera Memoria

Primera Memoria es una narración en primera persona, es la evocación de la mujer en que se ha convertido Matia, aquel mundo que ahora es remoto, sombrío y quizás añorado: el mundo de su niñez. La historia se desarrolla durante las vacaciones de Matia (14 años) en una isla a las afueras de España, durante la guerra civil, que aparece en la historia como un fantasma, como aquello que no se quiere recordar, pero a pesar de todo se recuerda. "Nuestras vacaciones se vieron sorprendidas por una guerra que aparecía fantasmal, lejana y próxima a un tiempo, quizás más temida por invisible".

El espacio en el que se desarrolla la historia genera tensión, porque aunque los habitantes de la isla no están en el centro de la guerra, sus repercusiones llegan con un eco muy alto generando zozobra, y un sentimiento de aislamiento y temor. Lo que se sabe de la guerra llega a través de figuras difusas de los periódicos. "Alguna vez Borja y yo mirábamos los periódicos. Ciudades bombardeadas, batallas ganadas. Y allí, en la isla, en el pueblo, la espesa y silenciosa venganza".

El odio de la guerra había alcanzado los lugares más remotos, el corazón de sus habitantes, que se enfrentaban como si hicieran parte de frentes enemigos. Y si bien las luchas en muchos casos no eran con armas, sino con algo quizás mucho peor, el destierro. Como le pasa a Manuel, un joven que se ve obligado a exiliarse, ya que en el pueblo lo consideran parte de los enemigos, su única amiga será Matia. "Manuel tenía ojos que hacían olvidar el resto de las facciones". Entre los dos descubrirán que en la niñez no hay nadie inocente, que la niñez también es cruel y que también hay tantos villanos como en Peter Pan.

La mayoría de niños de la novela son niños perdidos, huérfanos como Matías que perdió a su madre a los ocho años, y a su padre que está luchando en la guerra, sin saberse en qué frente o por qué causa, al igual que el padre de su primo Borjia. Borjia es descrito de esta manera: "Fingía inocencia y pureza, gallardea delante de la abuela, cuando en verdad era un impío, débil y soberbio".

Borjia aún siendo un niño, mostrará a Matia la crueldad del mundo adulto. Quizás porque a él le tocó conocerla primero. Al faltar los padres, las figuras de la abuela y de la tía toman relevancia, aunque ante los ojos de Matia y Borjia, la abuela será una gran bestia con bastón, que apenas si se puede mover por la inercia en la que vive. Por su parte, la tía Emilia será casi una sombra que se conforma con beber coñac, fumar una que otra vez un cigarrillo y aporrear el piano. "Había algo obsceno en todo ella... Tenía una inutilidad pegajosa". También está Antonia, la criada que ha hecho del silencio una forma de autocastigo, por eso no pronunciará palabra cuando su hijo Lauro, "el chino", sea parte de la guerra.

Dentro de las mujeres que sobresalen de la historia está Mauricia, la aya de Matia. Mauricia representa una infancia perdida, idealizada, en medio del bosque con teatro, su muñeco Gorogó y el amor prestado que alguna vez ella le obsequió. Malene es la heroína de la historia, un personaje que parecería secundario, pero es tal vez la que más de cerca vive el conflicto. "Le han rapado el cabello –dijo- . La han llevado a la plaza de los Judíos y las mujeres le han cortado el pelo, así han dado ejemplo".

La mayoría de personajes de la historia son niños, chiquillos con admiraciones excesivas, excesivas sobre todo por un personaje que es un mito, un pirata Jorge de Son Major. Un mundo que se divide entre la guerra y la inocencia, entre adultos y niños. A este mundo de temores, del primer amor, nos invita a entrar Ana María Matute con la frase: "Noté que mi corazón golpeaba contra la tierra, y me pareció también oír el suyo". Y con una de sus frases describe el paso a la adultez de esta manera: "Qué extranjera raza la de los adultos, la de los hombres y las mujeres. Qué extranjeros y absurdos, nosotros. Qué fuera del mundo y hasta del tiempo estábamos. Ya no éramos niños. De pronto no sabíamos lo qué éramos".

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