Agosto 17 - 2022
Por Germán Ayala
Analista político
El triunfo de Gustavo Petro tiene indignado a gran parte del establecimiento colombiano. Por lo menos, a los sectores más godos y premodernos. Por ahora, hay una calma chicha en virtud de la inercia institucional, cuyos vientos ya están agitando el general en retiro, Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda y la eterna ficha del régimen, Álvaro Uribe Vélez.
La purga que el presidente Petro hizo al interior de las fuerzas armadas, la salida del poder del uribismo, las decisiones que viene adoptando la JEP y el relato oficial que ya entregó al país la Comisión de la Verdad, tienen indignados a los miembros de Acore, al propio Zapateiro y por supuesto, al expresidente Uribe y a sus áulicos.
Con el fin del conflicto armado entre las Farc-Ep y el Estado colombiano, el discurso belicista de Álvaro Uribe Vélez entró en una profunda crisis de legitimidad y viabilidad, circunstancia esta que terminó por arrastrar ideológica y políticamente al uribismo hacia un insondable vacío y por ende, a su desaparición como “doctrina” política. A ello se suman, por supuesto, las acciones discursivas que echaron a andar periodistas independientes, académicos, tuiteros y blogueros, que asumieron la tarea titánica de esculcar su pasado político y erosionar las tesis del expresidente y hoy sub júdice ciudadano. No se puede desconocer los efectos que en la opinión pública produjo la serie Matarife, un verdadero ejercicio de contra discurso, que sirvió para que cientos de miles de ciudadanos establecieran conexiones y tomaran distancia del discurso uribista. Al final, el teflón cedió y la imagen de Uribe, en tanto deidad, se fue desvaneciendo, hasta quedar manchada por las graves imputaciones que la justicia acumula en varios procesos en su contra.
Claro que no podemos negar los aportes que el propio títere de Uribe, Iván Duque Márquez, hizo a la consolidación de la causa anti uribista. Con todo y lo anterior, no podemos aún cantar victoria y hablar de un posturibismo. No. La culebra aún sigue viva y está mudando de piel. Justamente, en ese proceso de cambio, Uribe Vélez anunció la que será su nueva lucha ideológica y política: desvirtuar el trabajo y el informe de la Comisión de la Verdad. Digamos que esa estrategia parece inofensiva, si revisamos el tono con el que viene hablando Zapateiro, pero no es así. Al final, las estratagemas echadas a andar por estas dos figuras premodernas, terminarán encontrándose.
El ex alto oficial señaló en reciente video que el país sabe quiénes son los villanos y quiénes los héroes. Sin duda alguna, Zapateiro viene articulando un discurso provocador y casi que un llamado a una rebelión castrense sin precedentes en el país. Zapateiro Altamiranda viene exhibiendo un talante político asociado a la idea de promover la desobediencia civil, estrategia con la que, en lo consecutivo, enfrentarán al nuevo gobierno. Recordemos que Uribe Vélez hizo en su momento esa declaratoria, en oposición a la firma del Acuerdo de Paz de La Habana. Zapateiro quiere mostrarse como el líder capaz de recoger elementos que hacen parte de la tesis uribista: la defensa de los Héroes, hoy menospreciados, según él, por la llegada de un ex guerrillero a la presidencia de la República y por las verdades reveladas por la JEP y la Comisión de la Verdad. Hay que recordar que Zapateiro, como ficha del uribismo, es enemigo del proceso de paz de La Habana, justamente, porque en la JEP, militares y guerrilleros, quedaron en el mismo nivel por los crímenes que unos y otros cometieron en el marco de un conflicto armado que degradó misionalmente a todas las fuerzas en disputa.
Construir una verdad paralela
Al tiempo que Zapateiro atiza la hoguera en la que serán quemados los villanos y todos aquellos que se atrevieron a mancillar el honor militar y a los héroes de la Patria, el ex presidente Uribe explicó su estrategia: saber qué colegios acogerán las cartillas y los libros que la Comisión de la Verdad editó, para los fines pedagógicos propuestos: que los colombianos conozcan la verdad oficial de lo que fue el conflicto armado interno, sus efectos, daños y los responsables de los crímenes contra la humanidad que cometieron todos los actores armados, incluido el Estado colombiano.
La titánica tarea en la que se embarcó el uribismo puede terminar aupando procesos de persecución y estigmatización de los colegios públicos, los estudiantes y de sus profesores(as) por cuenta de un sector de poder que, aunque debilitado, aún cuenta con el apoyo de empresas mediáticas como RCN, Caracol, Semana y programas radiales como La W, La FM y periódicos regionales como El Colombiano. Estamos ante un juego peligroso, pues ya sabemos que la mentira, la tergiversación de los hechos y la negación de responsabilidades hacen parte del actuar del expresidente imputado, y por quienes aún lo siguen. Justamente, quienes aún le rinden reverencia al abatido dios de la seguridad democrática, bien podrían atentar contra los docentes que asuman la tarea pedagógica de explicar la verdad histórica a la que llegaron los y las comisionadas. Y es aquí en donde Zapateiro y Uribe se conectarán si logran mantener la cooperación de las unidades responsables de la inteligencia militar.
Los informes de la Comisión de la Verdad deben asumirse como una verdad histórica que, controvertible o no, deviene con un carácter oficial y tiene toda la legitimidad para que sea estudiada en colegios y universidades. La sociedad entera debe apropiarse de esa narrativa y para ello el gobierno de Gustavo Petro debe diseñar una estrategia comunicativa de carácter estatal, que se haga perenne en el tiempo, previendo que la derecha uribizada regrese al poder en el 2026.
Uribe Vélez le notificó al país que su lucha por negar y tergiversar las conclusiones a las que llegaron las y los comisionados que redactaron los informes, calificados por José Obdulio Gaviria como marxistas, hará parte de su quehacer político, ahora que ya no tiene el control de agencias estatales y mucho menos, puede manipular al presidente Petro y a ciertas instituciones del Estado.
Uribe y Zapateiro se unirán en el 2026 para hacerse nuevamente con el Estado. En ese momento, gritarán ¡ajúa! para darle la bienvenida a la temible Seguridad Democrática.
- Visto: 461