El futuro de las disidencias
Una vez las Farc-EP se transformen en partido político, las disidencias, tempranas o tardías, deberán ser enfrentadas por las Fuerzas Militares con una mediana claridad: no se trataría, en estricto sentido, del viejo enemigo interno, sino en una facción política y militarmente débil. Bajo ese principio, las acciones de guerra a emprender no pueden estar permeadas por consideraciones políticas que promuevan, en esos grupos disidentes, la búsqueda de espacios políticos que, prolongados en el tiempo, lleven al país, en unos 5, 10 o 20 años más, a reclamar y vivir nuevos procesos de paz.
El futuro de las disidencias
Julio 10 - 2016
Por Germán Ayala Osorio
Comunicador social y politólogo
El comunicado con el cual la dirigencia de las Farc-EP confirma y enfrenta el 'conato' de disidencia de guerrilleros miembros del Frente Primero, Armando Ríos, nos debe llevar a pensar en varios asuntos que bien podrían afectar no solo los anhelos de paz que el Proceso de Paz de La Habana ha logrado activar en los marcos mentales de millones de colombianos, sino la exigida y esperada superación de la doctrina de la seguridad nacional con la que el Estado colombiano combatió, apelando a todas las formas de lucha, a un enemigo interno circunscrito desde hace ya varios años atrás a la presencia armada de las Farc y el ELN.
Una vez las Farc-EP se transformen en partido político, las disidencias, tempranas o tardías, deberán ser enfrentadas por las Fuerzas Militares con una mediana claridad: no se trataría, en estricto sentido, del viejo enemigo interno, sino en una facción política y militarmente débil. Bajo ese principio, las acciones de guerra a emprender no pueden estar permeadas por consideraciones políticas que promuevan, en esos grupos disidentes, la búsqueda de espacios políticos que, prolongados en el tiempo, lleven al país, en unos 5, 10 o 20 años más, a reclamar y vivir nuevos procesos de paz.
Igualmente, los sucesivos gobiernos de la posguerra deberán seguir dicho principio, para evitar otorgarles estatus político a dichas disidencias. El país no puede prolongar en el tiempo la búsqueda y la consolidación de la paz. Y es así, no solo en términos de que el monopolio de las armas debe estar en el Estado, así se mantengan al margen de la ley disidencias de las Farc, sino en términos del desgaste que supone negociar cada cierto tiempo con un grupo armado ilegal que exhiba algún poder territorial y militar. Y mucho menos, cuando en el ya señalado comunicado, las Farc advierten que dicha disidencia se daría más por consideraciones económicas que políticas.
Así entonces, las Fuerzas Militares deberán someter militarmente a esos grupos disidentes bajo renovados principios de eficiencia, eficacia y efectividad. No está el país para soportar errores tácticos y operacionales y mucho menos permitir y aceptar que el negocio de la guerra continúe como expectativa de vida tanto para los mandos militares, unidades operacionales, como para los llamados Señores de la Guerra que esperan agazapados, en disímiles sectores de poder, a que el conflicto armado continúe. Lo que se debe evitar es que el negocio de la guerra y la corrupción dentro de las filas castrenses, se pongan por encima de los objetivos operacionales que se deberán trazar para someter militarmente a esos eventuales grupos disidentes de las Farc.
Una vez firmado el fin del conflicto armado con las Farc -y ojalá con el ELN-, dicha nomenclatura deberá ser proscrita del discurso político. Quizás llegue el momento en que debamos hablar de "nuevas guerras, escenarios de violencia de la posguerra, o formas de violencia prepolítica", pero no puede el país extender indefinidamente la finalización de un conflicto armado que, a juzgar por los avances de las negociaciones en La Habana, se reduce al mantenimiento en pie de guerra del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Ahora bien, es claro que esas nuevas circunstancias políticas y militares en las que en adelante se asumiría la tarea de someter a las tempranas o tardías disidencias de las Farc, podrían afectar el estatus político-militar del ELN, grupo con el que el Gobierno de Santos busca poner en marcha la etapa pública de una pre negociación política intermitente y llena de obstáculos, cuyas responsabilidades son compartidas entre el COCE y el propio Establecimiento. Ese es un riesgo que el ELN no debería correr, de allí el llamado desde esta tribuna, para que se avance en la negociación política. El actual momento histórico que vive el país no está para dilaciones y posturas dogmáticas.
De otro lado, vale la pena destacar del contenido del Comunicado sobre el Frente Primero, el evidente compromiso del Estado Mayor y del Secretariado de las Farc con el Proceso de Paz de La Habana y con alcanzar el fin del conflicto armado. Aunque no despeja del todo las dudas sobre la Unidad de Mando, en dicho documento queda claro que cualquier disidencia no podrá soportarse en las banderas y mucho menos en el proyecto político-militar de las Farc.
En el señalado comunicado se lee lo siguiente: "Si los mandos y combatientes involucrados tienen el deseo de lanzarse a una aventura incierta, les corresponde hacerlo tomando un nombre distinto al de las verdaderas estructuras de las FARC-EP. De ese modo dejarían de crear confusión en la opinión pública y de facilitar renovadas y calumniosas razones a los sectores de extrema interesados en la continuación de la guerra. Obrando como proceden, esos antiguos mandos y combatientes de las FARC-EP no sólo adoptan un temerario comportamiento contrario a las determinaciones de la Dirección Nacional de las FARC, sino que chocan frontalmente con los anhelos de paz que anidan en el corazón del pueblo colombiano. La paz es y seguirá siendo una bandera de los verdaderos revolucionarios".
Habrá que esperar qué sucede con el diálogo que alias Pastor Alape, miembro de la dirigencia de las Farc, señaló que sostendrá con el grupo de guerrilleros adscritos al Frente Primero que desconoce lo acordado en La Habana.
- Visto: 1162