Isagen y el plebiscito por la paz
Después de una rápida lectura a las reacciones de esos colombianos "molestos" por la venta de dicha empresa pública, puede uno sumarse y para cuando llegue el momento, votar negativamente y en contra de los acuerdos de La Habana. Pero si aguardamos un momento, respiramos profundo y sobre todo separamos los dos asuntos, quizás entonces aquellos que hasta hace unos días dijeron que respaldarían con el SI lo que el Gobierno y las Farc acuerden en Cuba, puedan recapacitar y no terminen dejándose llevar por el "malestar" que parece producir la ya cerrada transacción financiera con Brookfield.
Isagen y el plebiscito por la paz
Enero 13 - 2016
Por Germán Ayala Osorio
Comunicador social y politólogo
Varios medios masivos de comunicación y redes sociales como Twitter recogieron voces de protesta por la decisión del Gobierno de Santos de vender Isagen al fondo canadiense Brookfield[1].
El "malestar" social y político por la venta de la rentable empresa estatal llega a tal nivel de crispación, que tuiteros y cientos de miles ciudadanos sentenciaron que dirán NO al plebiscito por la paz al que seremos convocados próximamente.
Después de una rápida lectura a las reacciones de esos colombianos "molestos" por la venta de dicha empresa pública, puede uno sumarse y para cuando llegue el momento, votar negativamente y en contra de los acuerdos de La Habana. Pero si aguardamos un momento, respiramos profundo y sobre todo separamos los dos asuntos, quizás entonces aquellos que hasta hace unos días dijeron que respaldarían con el SI lo que el Gobierno y las Farc acuerden en Cuba, puedan recapacitar y no terminen dejándose llevar por el "malestar" que parece producir la ya cerrada transacción financiera con Brookfield.
Las consideraciones financieras y los conceptos jurídicos emitidos por expertos que señalan que el Gobierno de Santos acaba de cometer un enorme error al vender Isagen, no pueden exponerse como argumentos para negar en las urnas lo que se negocie en La Habana.
Olvidan quienes hoy protestan por la venta de Isagen que quien hoy está a punto de firmar el fin del conflicto armado interno con las Farc es un político neoliberal. Santos[2], al igual que Uribe[3], entre otros, siguen la línea política que señala que el Estado debe reducirse en su tamaño y facilitar las condiciones para que el gran capital circule, actúe y domine. Es decir, lo que se necesita es un Estado mínimo, precario y lábil justo a las medidas de los intereses de una élite y una burguesía mezquinas, que le hacen el juego al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial.
¿Por qué entonces molestarse hoy con una doctrina económica seguida a pie juntillas por todos los Presidentes colombianos? Por qué hacerle el juego a la Derecha, al Centro Democrático y a otros que no apoyan el Proceso de Paz con las Farc, revolviendo dos asuntos que si bien guardan relación sistémica, mezclarlos en la actual coyuntura terminaría afectando un propósito mayor: ponerle fin a la guerra y empezar a transitar los difíciles caminos de la paz y de la reconciliación.
Esas enérgicas protestas y esa aparente molestia social deberían de conducirse y canalizarse hacia los factores y actores reales de poder que han facilitado históricamente la imposición de la doctrina neoliberal, al tiempo que se benefician de la debilidad estatal. El problema no es Juan Manuel Santos. El asunto problemático de fondo está en la clase dirigente, en la burguesía y en las élites de poder que simplemente ponen en la Presidencia a quien de manera precisa cumpla con sus orientaciones económicas y mantenga sus privilegios de clase. Pastrana, Uribe y Santos, entre otros, son apenas fichas y marionetas del sistema financiero nacional e internacional.
Así entonces, no podemos en momentos de crispación desechar y oponernos a la oportunidad que tenemos de ponerle fin a un degradado conflicto armado interno. Ya veremos qué razones expondrán economistas y políticos para impedir que el Estado actúe de acuerdo con las características estipuladas en la Carta Política, cuando ya no haya conflicto armado interno.
El actual sometimiento de la política a los mandatos de la economía de mercado puede revertirse en las urnas, cuando llevemos al Estado, en sus ámbitos nacional, regional y local, a mandatarios que no sigan a pie juntillas y de manera obtusa las "recomendaciones" de organismos multilaterales al servicio del sistema financiero internacional.
Es allí, en las urnas y cuando debamos definir quién gobernará, el momento de sacar acumulados malestares sociales y políticos para transformar el Estado, el mercado y la sociedad, de acuerdo y acorde con las condiciones y circunstancias contextuales internas.
Por ahora, y ante el cierre de la venta de Isagen, lo que debemos hacer es vigilar de cerca la inversión de esos recursos y denunciar a tiempo y ante los jueces los actos de corrupción que se produzcan en la financiación de las obras de infraestructura y en las inversiones de los cuantiosos recursos obtenidos por la venta de la energética.
No olvidemos que el posconflicto necesitará de grandes inversiones económicas y transformaciones institucionales. Empecemos por exigir a los grandes ricos que paguen al fisco lo justo y que dejen de ponerle "conejo" a la DIAN y al país. Hay que protestar contra aquellos que de manera mezquina evaden impuestos, en especial quienes desde instancias de poder político vienen haciendo "oposición" al Gobierno de Santos y por esa vía, obstinadamente se oponen a la firma del fin del conflicto armado interno. Me pregunto: ¿Uribe Vélez y sus hijos evaden impuestos? La misma pregunta para Sarmiento Angulo y familia.
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