Mayo 13 - 2022 

Por Jorge Escobar Banderas

Hoy en día acceder a un plato de comida se ha convertido en un auténtico privilegio que muy pocos pueden costear. El acelerado incremento en su valor, a causa de la escasez y los conflictos bélicos, tienen a más de uno con el estómago vacío. Estadísticas de las Naciones Unidas evidencian que en el 2021 cerca de 200 millones de personas necesitaron ayuda para poder alimentarse. Colombia no es ajena a esa realidad, de acuerdo con cálculos de dicho organismo, aproximadamente 7.3 millones de habitantes van a requerir asistencia alimentaria para subsistir en este 2022.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la problemática en el país no corresponde a una falta de alimentos, sino en la imposibilidad que tiene la población con bajos ingresos económicos para acceder a ellos, debido a los altos precios. A pesar de contar con grandes hectáreas de tierra con vocación agrícola, el 30% de los alimentos consumidos por los colombianos se importa desde el exterior, según la revista Bloomberg, lo cual ocasiona que el costo de los mismos se incremente, mientras se devalúa la moneda frente al dólar.

No obstante, las comunidades han optado por organizarse a través de iniciativas que les permitan mejorar su calidad de vida y conseguir alternativas a la crisis que se presenta, por ello, han encontrado en la agricultura urbana, una práctica que les permite cosechar frutas y verduras en los espacios donde habitan. Cali no se ha escapado de esa tendencia que se ha abierto espacio en diversos puntos de la ciudad. Hoy en día, se llevan a cabo decenas de proyectos en distintos barrios, donde se apunta al fortalecimiento de la soberanía alimentaria desde los saberes y conocimientos presentes en cada territorio.

Huertas Urbanas, siempre las huertas urbanas

Muestra de ello han sido los colectivos ciudadanos que han surgido, entre ellos, SembrAndo, en el que un grupo de jóvenes egresados de la Universidad del Valle, promueve el resguardo y la recuperación de semillas nativas, a través de su huerta ubicada en el campus Mélendez, de dicha casa de estudios.

Mariano Ramos es integrante de este proyecto y reconoce que es necesario repensar la forma en que actualmente se producen los alimentos, por lo cual, afirma que es necesario comprender a la soberanía como un ejercicio propio de las comunidades, quienes a través de la siembra y el cultivo, pueden atender sus necesidades.

“Es hora de cambiar un poco ese paradigma y también generar soberanía local, porque cuando hablamos de estas huertas comunitarias o del ejercicio de sembrar, nos estamos refiriendo a otro tipo de lógica. Sembrar se contrapone contra el capital”, sostuvo. Ramos explica que una de las maneras de hacer frente a la crisis alimentaria experimentada a nivel global es organizándose entre vecinos para cosechar frutas y verduras en el barrio. “Nos comenzamos a salir de a poco de la lógica de la carrera, de la lógica de la competencia, de la lógica del que más tiene, porque una huerta, lo que te enseña también es a compartir”

Manos a la siembra

Para José Cedeño, líder del colectivo SembrAndo, las huertas urbanas son espacios que facilitan la reconexión con la naturaleza, por medio de la contemplación, además de ofrecer la posibilidad de construir comunidad, alrededor del apoyo mutuo y el intercambio de saberes. Ello ha sido una premisa para esta agrupación ciudadana que encontró en la educación popular ambiental el aliado perfecto para llevar un mensaje de cuidado y conservación tanto de las especies naturales que se encuentran en su siembra urbana de Univalle, como en el resto de la ciudad.

Además cuentan con un vivero para reproducir semillas y así poder entregarles a quienes visiten el espacio. Dentro de los 3500 metros cuadrados que tienen bajo su custodia en la universidad, han sembrado diferentes especies como robles, nogales andinos, árboles frutales, chirimoyas e inclusive palma de chontaduro. Cedeño menciona que durante los últimos años se ha trabajado por compartir saberes prácticos de producción de alimentos, manejo de las plantas medicinales y la producción orgánica, lo cual ha permitido que la universidad se abra hacia la comunidad, permitiendo a muchas personas acceder a un espacio de formación que no está atravesado por la educación formal.

Privatización de las semillas

La protección de las semillas nativas ha sido un eje de trabajo muy importante para el colectivo SembrAndo, quienes reconocen en ella, el legado ancestral y cultural de los pueblos de América que durante siglos han trabajado por mantener su alimentación tradicional. “Siempre hablamos como custodios en términos de resguardar esa memoria, pero también, en estos tiempos de privatización de la semilla, como un espacio para conservar, para defenderla y luchar contra ese monopolio”, dijo José Cedeño.

Asimismo, destaca que el sistema económico capitalista ha convertido a la semilla en una mercancía, cuyo acceso cada día es más limitado para la población que debe desembolsar grandes sumas de dinero para adquirirlas. “Se consiguió fue entregar, o más bien disputar la producción de alimentos de los pequeños campesinos y entregarle todo el negocio a las grandes industrias y en el avance de esa lógica, de hacer de la siembra y la agricultura un negocio”, resaltó.

El líder del colectivo SembrAndo, destacó que existe una relación muy cercana entre el bienestar social y el equilibrio ambiental, por ello, se hace necesario dar un giro en la relación que la ciudadanía tiene con el medioambiente. “Estamos en una gran crisis sistémica que amenaza con transformar, o más bien, no amenaza, pues se van a cambiar las condiciones, tal como las tenemos en nuestro planeta, producto de un desequilibrio donde el modelo económico y algunas prácticas individuales han incidido en el deterioro ambiental”

A su vez, hizo un llamado a la reflexión para que los caleños puedan ser conscientes de la importancia que tiene la protección de las especies naturales, generando así una relación armónica con el entorno que los rodea.