Enero 28 - 2022
Por Laura Cruz
“El grado de una civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”
Fiódor Dostoievski
Por cada catorce hombres hay una mujer presa, esto quiere decir que de la población privada de la libertad que está a cargo del INPEC, 175 mil 244 personas, se divide en 157 mil 466 (90%) hombres y 17 mil 778 mujeres, es decir que tan solo el 10 ciento, son mujeres, según el Ministerio de Justicia.
De las mujeres presas, el 30 por ciento cuenta con bachillerato, el 60 por ciento con estudios de primaria básica y en muchos casos incompleta, lo que deriva en un “analfabetismo no funcional”. es decir que tiene muy pocas herramientas para realizar una lectura crítica , o un análisis de contexto que les permita entender a grandes rasgos la realidad.
Si nos detenemos en la situación familiar, el 94% es madre cabeza de hogar con hijos menores de edad. El 75% es madre cabeza de familia con escasos recursos económicos para el sostenimiento del hogar, de las cuales, muchas son las principales proveedoras. Finalmente, en relación a la maternidad, actualmente existen 235 mujeres en proceso de gestación y 19 lactantes.
Basada en el contexto que hemos descrito, quisimos hablar con Diana Marcela Ortiz Mesa, estudiante de derecho de la Universidad Santiago Cali, quien inició una investigación en el Complejo Carcelario de Máxima seguridad-Jamundí, COJAN, con el objetivo de analizar las condiciones en las que se encuentran las mujeres presas, y si el Estado colombiano cumple con las reglas de Bangkok, que señalan la importancia de un enfoque diferencial, por esto la importancia de la atención en salud en los casos en que las mujeres hayan sufrido violencia sexual antes de su ingreso a prisión.
Este trabajo de tesis, que fue laureado, se titula “Mujeres Presas entre el olvido y la indiferencia, tratamiento al ingresar a la cárcel de Mujeres Víctimas de Violencia Recluidas en el COJAM”, aquí algunos análisis.
Hechoencali.com: ¿Cómo inicia usted en el abolicionismo penal y cómo inicia la investigación de su tesis?
Diana Ortiz: Yo me inicié en el mundo del abolicionismo y a la crítica de la práctica del castigo gracias a la doctora Diana Restrepo que lleva muchos años investigando este tema. Ella también me ayudó en la investigación de mi tesis, a raíz del semillero del abolicionismo penal que dirigía la universidad.
Entonces desde allí empecé a estudiar cómo son realmente las problemáticas y qué son en realidad, alejándome un poco de los símbolos que ha creado la sociedad en el tema de las prisiones. Posteriormente seguí ahondando más desde el feminismo y las posturas abolicionistas, de las mujeres negras, sobre todo, por ejemplo, en Estados Unidos encabeza Ángela Davis. Mi postura es que desde el activismo debería haber una agenda para todas las luchas, incluyendo a la de las mujeres presas.
La tesis que yo realicé es una pequeña muestra de algunas mujeres presas, en la cárcel de Jamundí y es que muchas las mujeres presas han sufrido violencia sexual, y esto antes de entrar a la prisión. Así mismo realicé un análisis de las Normas Vancouver, que descansan en una serie de parámetros para atender de manera integral a las mujeres, la salud de las mujeres presas con un apartado específico que son las normas 6 y 7 de su salud sexual y las que han sufrido violencia sexual. Lo que pudimos comprobar es que estas normas, entre muchas otras, no son cumplidas por quienes deberían garantizar que se cumplan los derechos humanos.
H:C: ¿Cómo es la situación de las mujeres presas en la cárcel de Jamundí?
D.O: En la cárcel de Jamundí se vulneran los derechos, antes de llegar a la cárcel de Jamundí. No hay una vía de acceso, en varios libros se habla de cómo el acceso a las prisiones tiene una intención tener una distancia, en la cárcel de Jamundí, esto se ilustra muy gráficamente. En este municipio por ejemplo hace mucho calor, hay árboles en todo el camino, pero cuando vas llegando a la cárcel, los árboles son como si no existieran. Esto afecta directamente a las familias que van de visita, que a veces deben durar hasta dos días en las filas. Otra de las vulneraciones para quienes van a visitarlos, que yo recuerdo que más me impactaron, es que cuando las personas negras que van a visitar a sus parejas y tienen trenzas o 3 blog, muchas veces para poder ver a su ser amado tiene que contarlas, allí mismo en las filas.
La situación que viven las mujeres presas es de una constante emergencia humanitaria. Las mujeres que están en la cárcel de Jamundí, por ejemplo, no tienen acceso al agua de manera permanente. En la prisión tampoco hay acceso a los alimentos que por ejemplo cada persona pueda necesitar, hay personas que tienen dietas especiales que tienen necesidades especiales es realmente es muy complicado que puedan obtener eso que necesitan. Yo diría que no hay una sola cosa, según lo que yo ya he visto en mi tesis de la cárcel de Jamundí que no vulnere los derechos humanos de las personas que están ahí, lo peor de esta situación es que la cárcel de Jamundí es una muestra de las otras presiones.
H:C: ¿Qué encontró en las entrevistas que realizó a las mujeres presas?
D.O: Bueno en las mujeres que yo tuve la oportunidad de entrevistar y que me permitieron entrar en sus vidas, muchas habían sido abusadas en muy tempranas edades, como suele suceder con el común denominador de las mujeres en la sociedad, sin embargo, estas mujeres han estado en condiciones más precarias.
Por ejemplo, el no tener una red de apoyo o de no haber contado con que se necesita para poder afrontar una situación de violencia sexual, había algunas que era la primera vez que hablaban de estas violaciones, algunas me decían “yo nunca le he contado a nadie” “Eso lo arreglaron entre hombres”.
Basada en esos testimonios logré identificar que muchos de estos abusos y muchas otras vulneraciones de desigualdad, las llevan a estar en algunos casos en situación de depresión. Con ellas comprobé que realmente cualquier persona puede estar en esta situación. Que estas mujeres tienen sueños, son muy inteligentes, unas son madres otras no, pero todas son mujeres muy reales con muchas metas y con muchas capacidades, a estar mujeres desde antes que fueran mujeres la sociedad les dio la espalda, y luego las recluyen por situaciones que sufrimos todas las mujeres previamente, y que teniente otras condiciones y otros contextos se agravan hasta llevarnos a esos lugares, donde somos doblemente castigadas.
H:C: ¿Por qué señala que las mujeres somos doblemente castigadas?
D.O: A través de la historia de muchas culturas, se ha implantado una idea que parte de que somos dóciles, tranquilas, somos muy buenas, no cometemos errores, siempre estamos conforme, siempre obedecemos las normas, entonces cuando una mujer transgrede ese mandato social de la bondad de la pureza y comete un error que no se moldea a ese sistema de normas. Entonces se le castigó dos veces, no va hacer solamente un castigo, sino que también es un castigo simbólico, porque la sociedad busca con mayor severidad las acciones cometidas por mujeres que transgreden ese mandato de la bondad y de la protección.
Muchas personas justifican a los hombres, diciendo que estos están predispuestos a la violencia, por ejemplo, ellos no se pueden aguantar las ganas, pero si una mujer se salta una norma, entonces para en estos imaginarios, a la mujer le debe caer todo el peso de la ley. Por ejemplo, cuando uno va a una cárcel la fila para las visitas de hombres son larguísimas y quienes las hacen son mujeres, cuando uno va a la cárcel de mujeres las filas uno casi no ve hombres.
Otra anécdota es que cuando yo fui a la cárcel de Jamundí me encuentro que la mitad de las mujeres no sabían escribir y no me querían contestar la encuesta porque no sabían firmar el documento, esto es un ejemplo de cómo hasta en la educación han sido vulneradas, y todas estas violencias se entretejen.
H:C: ¿Por qué es importante un enfoque diferencial en las cárceles?
D.O: El enfoque diferencial nos permite poner el foco de manera individual o especial en las distintas problemáticas que se interseccional en los distintos cuerpos de las mujeres en este caso que están presas que han atravesado distintas situaciones en su vida distintas a las de los hombres que están presos por ejemplo si hacemos esta comparación que son las dos poblaciones penitenciarias, los hombres por lo general tienen una red de apoyo más fuerte porque están sostenidas por sus madres esposas hijas, mientras que las mujeres por ejemplo cuando están en prisión al romper ese mandato de bondad de las mujeres de pureza se quedan aún más solas, por eso es importante el enfoque diferencial porque permite poner una lupa en las problemáticas individuales o específicas de la población.
H:C: ¿Cómo ha sido el tema de visitas en la época de la pandemia?
D.O: Les cancelaron las visitas cuando inició la pandemia, hasta hace muy poco les dieron visita, algunas tuvieron unas virtuales y hace poco les dejaron algunas presenciales, pero es imperativo por ejemplo de la nada las pueden cancelar, por ejemplo, hay algunas personas que deben viajar hasta Jamundí para visitar a un familiar, pero apenas lleguen les puedes decir que ya no. Entonces con la pandemia las visitas se volvieron más inestables, además de una excusa o un pretexto para vulnerar aún más. El tema de las visitas es lo que más ansían y más añoran las mujeres presas, y por supuesto esto repercute en su salud emocional, porque quienes deberían garantizar sus derechos juegan con las visitas y las manipulan con este tema.
H:C: ¿Cómo son las condiciones para ser madres dentro de las cárceles?
D.O: La mayoría son madres antes de entrar, porque en este mundo patriarcal la mayoría de las mujeres que terminan en situación de prisión víctimas de violencia sexual, pero digamos que como que dentro de la prisión en algunas hay pabellones como de niños, pero siempre tienen que ser devueltos, creo que solo en Bogotá acá en el Valle del cauca no hay pabellones para madres. En Colombia no hay pabellones para que los niños vivan dentro de las cárceles porque va en contra de los derechos humanos de los niños y niñas.
H:C: Usted en sus tesis dice que “todas las mujeres estamos presas” ¿a qué se refiere?
D.O: Esta es una reflexión que estamos haciendo, porque estamos en un sistema patriarcal. De manera simbólica y no literal todas las mujeres estamos presas, porque es un sistema que tiene unas expectativas y que también ejerce unas violencias específicas sobre nuestros cuerpos. Aquí es muy importante mencionar a Marcela Lagarde, que trabaja todo este tema. El sistema se ha ensañado de una manera mucho más visible y mucho más palpable con las mujeres que están encerradas, y están encerradas justamente también por romper con muchos de los mandatos que el sistema nos dicta de cómo ser una mujer, como el de la obediencia, como el de la perfección.
Todas las mujeres estamos presas por el sistema, entonces como no podíamos nosotras ser solidarias con esas otras mujeres que lo están de manera más física. Escribo eso porque también es una reflexión a mirar nuestros propios lugares. Si lo llevaramos a un análisis más profundo del abolicionismo de la cultura del castigo es realmente cuál es el lugar de las mujeres en esta sociedad. Hay muchas cárceles para las mujeres simbólicas y es por eso que también es fundamental hacer esos análisis desde la perspectiva feminista y desde los análisis de derechos humanos de las personas y es justamente tenemos que romper con esa cultura para poder romper las otras cárceles que tenemos.
H:C: ¿Usted piensa que al feminismo le hace falta inmiscuirse más en los problemas de las mujeres presas?
D.O: Yo considero que es muy importante que dentro de una agenda se plantee con más urgencia esta problemática. Muchos desde los movimientos se dicen o se denominan antirracistas, antes de autodenominarse, yo pienso que cualquier movimiento o acción iniciativa organización o persona que se plantee la transformación desde justamente todas las jerarquías una de esas es el sistema de opresión racial pues tiene que ser abolicionista de la cultura del castigo la mayoría esto no lo digo yo lo dicen muchos pensadores del feminismo negro.
No es posible que exista una perspectiva antirracista de transformación de la sociedad dejando a la cárcel como una alternativa o como algo que no debe ser eliminado entonces me llamado sería ese, a la coherencia, lo que se quiere lograr más allá del discurso es realmente es una urgencia pensarse estas problemáticas y es una urgencia tomar una postura y realizar acciones de ellos porque todo lo demás queda sin ningún sentido.
H:C: ¿Qué propondría usted, para que la situación de las mujeres presas mejore?
D.O: A mí me parece importante que esta problemática estuviera en todas las agendas. Lo mínimo es que haya atención en salud integral, que también puedan tener un acompañamiento psicosocial. Que haya un examen de ingreso integral y que sea realizado por profesionales competentes los termina haciendo una enfermera o alguien que no está vinculado al personal de la salud.
Entonces la violencia sigue presente de otras formas y también donde la vulneración de los derechos fundamentales es constante no se podría evidenciar un cambio real transforme la vida de las personas mujeres o con los pequeños pañitos de agua tibia qué podemos ponerle y que realmente no tienen un cambio estructural.
Es necesario que la sociedad vuelque su mirada en las mujeres presas y que las personas que estamos en distintos en los distintos movimientos de las áreas, por ejemplo, de las organizaciones de base social tenemos que poner ese punto en todas las cosas que hagamos, porque es necesario, es la única manera.
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