Enero 21 - 2022
Por Laura Cruz
Si tomamos la palabra desde su origen, “hacinamiento" es el acto de acaparar o amontonar algo o a alguien sin ningún tipo de orden y esa es, justamente, la situación en la que actualmente se encuentran las personas privadas de la libertad en las cárceles colombianas, debido a que hay una sobrepoblación del 54 por ciento en los centros penitenciarios según datos del INPEC.
Pero no es un problema nuevo y se evidencia en poblaciones con alto grado de riesgo como las mujeres. En los 90s la tasa de mujeres privadas de la libertad en Colombia, según el Ministerio de Justicia, era de 9.9 por ciento por cada cien mil habitantes, sin embargo, para el 2020, la cifra llegó a un 35 por ciento cada cien mil habitantes. Debido al Covid, la tasa en el último año presentó un descenso a un 20 por ciento. El Ministerio de Justicia ha señalado que los desafíos en materia de garantía de derechos continúan para esta población, ya que son conscientes de la existente violación de derechos humanos.
La mayoría de las mujeres que están privadas de la libertad, según los reportes judiciales vigentes, no están por delitos violentos y son infractoras por primera vez; la mayoría es cabeza de hogar, de bajos recursos y sin estudios superiores. Además, muchas de ellas han sufrido algún tipo de violencia antes, según el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Para conocer más sobre esto y sobre el sistema de castigo y alternativas para procesos restaurativos, quisimos hablar con Diana María Restrepo Rodríguez, abogada y doctora en ciencias jurídicas enfocada en el derecho penal. Profesora de mecanismos alternativos de gestión de conflictos. Vinculada a la Universidad de San Buenaventura de Cali e integrante del colectivo abolicionista de la cultura del castigo y de la Corporación Mujeres Libres.
Hechoencali.com: Las investigaciones que usted ha realizado le ha permitido conocer el verdadero contexto de las cárceles ¿A qué se enfrentan las personas privadas de la libertad?
Diana Restrepo: Las prisiones en Colombia son bastante difíciles, tanto así que la Corte Constitucional ha reconocido que presentan un estado inconstitucional de forma permanente. La prisión es un lugar de sufrimiento. Para eso está diseñada en cualquier parte y cualquier tipo de prisión. Sin embargo, se deben respetar las condiciones básicas, los derechos fundamentales, de salud integral, que en general, no se están cumpliendo. Allí hombres y mujeres padecen distintos sufrimientos y no sólo las personas privadas de la libertad, sino muchos de sus familiares; estamos hablando, entonces, de una emergencia humanitaria que por años ha padecido el país y en la región.
Quiero puntualizar que las que más sufren estos padecimientos son las mujeres porque el sistema penitenciario no está diseñado para ellas. Es un sistema que desde sus inicios fue pensado para los hombres, por eso no se tienen en cuenta nuestras particularidades lo que hace que sea más grave la pena de prisión para las mujeres y sumado a eso, el rol que se nos ha sido asignado como cuidadoras, hace que sea una doble condena. Yo diría que en estos momentos en Colombia lo que pasa en las cárceles es una emergencia de crisis humanitaria.
H.C: ¿Cómo se entrelaza la segregación social que se vive en Colombia y las prisiones?
D.R: Según varias investigaciones las cárceles no son algo que está distanciado de la sociedad. Las cárceles son un espejo de la sociedad donde todo está magnificado porque podemos ver muchos problemas contenidos en un espacio muy pequeño. Toda segregación social que se visualiza en las prisiones pues es una muestra de un sistema social desigual que tenemos.
La prisión como la conocemos hoy, es parte de un proceso histórico surgido con el capitalismo, no sólo como proceso económico, sino como proceso cultural. Para poder comprender todos esos interrogantes tenemos que comprender cuál es la dinámica de nuestra sociedad, estamos en una sociedad que excluye a gran parte de la población, que concentra la riqueza en pocas manos, que no da oportunidades, por supuesto todo este contexto económico es violento, crea desigualdad, que se ve reflejada en las cárceles.
H.C: ¿Qué es la cultura del castigo?
D.R: Primero, hay que reconocer que esto es un proceso histórico que viene de la colonización, entonces es un fenómeno que no solo se ve en Colombia sino prácticamente en todo el mundo. Desde que Europa colonizó casi todo el mundo estamos en una cultura punitiva.
Hay que tener en cuenta que esto permea todos los ámbitos de la sociedad, comenzando desde la crianza, podemos ver padres que no saben educar a sus hijos, antes era el castigo físico que ahora ha disminuido, y afortunadamente ya no está tan legitimado, sin embargo, es muy usual que los padres acudan a otro tipo de castigos, privación de cosas, salidas restringidas, o también acudir a premios que es la otra cara del castigo. Luego pasamos a la escuela, continuamos en la universidad, y por supuesto en la sociedad, finalmente todo esto se ve reflejado en prisión.
El problema es que esta cultura del castigo no es sana, porque cuando psicológicamente somos castigados, lo que tendemos hacer es a defendernos, este tipo de comportamientos lo podemos ver en los niños pequeños y también en los adultos, cuando sentimos que nos castigan reaccionamos y confrontamos, por eso se dice que no es ineficaz que no sirve para aprender ni generar una sociedad más pacífica.
H.C: ¿Qué personas están en las cárceles y por qué delitos?
D.R: Para los que no saben las personas que están en las prisiones son estrato uno, dos, tres, la gran mayoría los otros son casos excepcionales, entonces cuando se dice que la prisión está diseñada para la gente pobre, realmente esto es cierto, hace parte de un sistema de exclusión mucho más grande como una cadena. No es por supuesto porque las personas más empobrecidas cometan más delitos, es porque se les persigue más, porque para eso está diseñado el sistema penal como un mecanismo de control social.
Si bien se vende la idea que en la prisión van a ir grandes criminales como asesinos en serie, violadores, realmente la mayor parte de las personas que están en prisión están por microtráfico de drogas, y no por narcotráfico, sino pequeños expendedores transportadores, están por hurtos a extranjeros y concierto para delinquir.
Entonces realmente, son delitos que muestran nuestra problemática económica en gran parte, porque las personas que cometen estos delitos no son las personas malas a las que temen la sociedad, sino que son esas personas que no han tenido esas oportunidades y que encuentran de esta manera una forma de tener recursos para la subsistencia, entonces desde ahí, encontramos una primera mentira, que es las prisiones están llenas de grandes delincuentes, y hay una segunda mentira que consiste en que las personas mayores ya no se pueden transformar ni tener cambios. Esto nos muestra cómo nuestra sociedad tiene un montón de imaginarios errados de lo que es el ser humano, y sobre lo que es la gestión de los problemas en una sociedad.
H.C: ¿Qué alternativas aparte del sistema carcelario usted considera que podrían ayudar a la restauración de esta sociedad?
D.R: El problema que tenemos en estos momentos es que los recursos se enfocan en la prisión y es necesario que empecemos a enfocar recursos humanos y económicos en otros mecanismos, que tengan una visión restaurativa en la que hablaba por ejemplo de centros de armonización. Una práctica que podría servirnos de ejemplo es la de los indígenas que entienden el delito, no como delito, sino una especie de desarmonía entonces lo que se hace es buscar que vuelva a tener esa armonía.
En general, desde el enfoque restaurativo hay muchísimas herramientas y todos tienen algo en común, y es que debemos mirar cada caso en concreto, diferente a los que hace el sistema penal que saca un código con unos criterios para todo el mundo y para todos los casos por igual.
En el enfoque restaurativo tenemos que mirar cada caso, las circunstancias que rodean a las personas y preguntarnos por qué la persona cometió ese delito cuáles son todas las circunstancias que lo llevaron a ello, solo de esta manera podemos intervenir no solo sobre la persona sino sobre sus circunstancias, es decir no hay una receta que lo va a solucionar todo sin un contexto, sin entenderlo.
Primero desde mi perspectiva es muy importante entender el delito, y esto a través de diferentes mecanismos de diálogo que permitan a la persona a las personas implicadas de la comunidad hacerse cargo del conflicto, es decir no va a llegar el estado apoderarse del conflicto para solucionarlo y poner el castigo, sino todo lo contrario son las mismas personas involucradas en el conflicto la parte ofensora y la parte ofendida lo que desde sistema llamamos víctima, quiénes deben entender ese conflicto y ver cómo lo gestionan de la mejor manera, esto obviamente con apoyo, con mucho apoyo y también teniendo en cuenta la comunidad porque un delito también afecta a la comunidad, entonces tenemos que incorporar a las comunidades en la resolución de conflictos y en un proceso restaurativo.
H.C: Para terminar me gustaría preguntarle ¿En qué condiciones se encuentran las mujeres privadas de la libertad en la cárcel de Jamundí?
D.R: Quiero aprovechar este espacio para denunciar, por ejemplo, que el tema del transporte a la cárcel de Jamundí es muy dramático, el Estado debería garantizar como mínimo un transporte público, la vía no está pavimentada, cada vez que llueve la vía se inunda, esto por supuesto dificulta la visita de sus familiares, y no solo en términos económicos, sino también psicólogos.
Por otra parte, desde que empezó la pandemia en todas las prisiones en Colombia las visitas que están suspendidas, no en su totalidad porque se han ido retomando de manera irregular, sin embargo, sólo a última hora los encargados les avisan a los familiares. Sumado a esto las mujeres privadas de la libertad no tienen acceso al uso de agua permanente, tampoco reciben una atención médica adecuada, y mucho menos atención psicológica.
Terminamos así nuestra entrevista, pero habrá una segunda parte en la que la mirada se hará desde el género con enfoque diferencial. Hablaremos con una estudiante que hizo parte de las clases de la doctora Diana Restrepo y, cuya tesis de grado, se concentró en las mujeres privadas de la libertad que se encuentran en la cárcel de Jamundí.
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