Junio 3 - 2021

Por Laura Cruz

El estallido social que vive Colombia ha cumplido más de un mes, un estallido que se dio de forma espontánea y por las muchas desigualdades sociales que se han acumulado desde hace décadas. Cada Gobierno parece más corrupto que el anterior y eso ha hecho que en la mayoría de territorios del país, la cotidianidad sea el hambre y la violencia.

Cali ha sido el epicentro de las protestas, no sólo por su ubicación geográfica, sino por la historia de narcotráfico y de desplazamiento interno que se vive en el departamento, además del desempleo que llegó al 20.4% en 2020, mientras que en Colombia fue del 15.9%.

En este mes de resistencia que ha vivido la capital del Valle, la militarización y la estigmatización contra las protestas, ha llevado a que civiles armados salgan a disparar contra manifestantes sin que la justicia actúe tan rápidamente como cuando enfila su fuerza contra manifestantes. Hasta ahora, sólo anuncios de investigaciones.

La rapidez de la Policía sobre los manifestantes, ha desencadenado en una serie de capturas ilegales en contra de personas que se manifiestan o defensores y defensoras de Derechos Humanos que son acusados de delitos que no cometen, son golpeados e incluso, confesar delitos bajo amenazas y tortura físicas y emocionales como el caso del músico  Álvaro Herrera. 

 

Tomado de:Temblores.org

Además de ello, personas de civil disparan contra las personas en los puntos de resistencia desde vehículos y motos e incluso, se denuncia que muchos de esos "civiles" son policías como lo probarían las detenciones hechas por la Minga Indígena y lo sucedido en el sector La Luna en donde un investigador del CTI, asesinó a dos jóvenes.

Como resultado de la represión, Cali es la ciudad que más ha enterrado a sus jóvenes, 42 en total hasta el 31 de mayo según Indepaz. Todo esto en medio de una gran pasividad por parte del alcalde Jorge Iván Ospina, sobre todo en las dos primeras semanas del paro.

Esos números, sin embargo y a pesar del miedo o porque ya no tiene miedo, los bloqueos continúan, las marchas siguen, la ciudad sigue cambiando de rostro, muchos Cais se han convertido en bibliotecas públicas, las muestras culturales que con música, lectura y el arte, se toman las calles, transformando sectores enteros en símbolo de resistencia y últimamente, lugares de Asambleas Populares en las que se toman decisiones sobre la movilización en general. Todo ello suena más fuerte que las metrallas. También están las ollas comunitarias que, gracias a las donaciones de la ciudadanía continúan en muchos sectores.

El Gobierno municipal, después de un mes de no gobernar, y apoyar la militarización de la ciudad, se sienta hacer lo que debió hacer desde el primer día: hablar con los jóvenes de Primera Línea que siguen insistiendo en que se les garantice la vida. Es incierto lo que vaya a pasar con el Paro, lo que sí sabemos es que ya ha sido histórico por la valentía de jóvenes que solo pedían un presente mejor para poder imaginar un futuro viable, en un país donde el gobierno les ha prohibido hasta soñar.