Septiembre 29 - 2018
Por Laura Cruz
Un centro comercial gigante está a sus espaldas. La avenida sexta se ha convertido en su lugar de trabajo porque estar cinco horas bajo el sol con un cartel extendido también es trabajar. El semáforo cambia cada tres minutos y dura 40 segundos en rojo, tiempo suficiente para abrirse paso entre los carros y pedir una que otra moneda. Cali nada tiene que ver con ella, una que otra vez la había oído mencionar en las noticias, pero esta ciudad no significa mucho. Cali no tiene nada que ver con Maracaibo, a esta ciudad le falta el puente Hormigas, el acento de los suyos, el olor a sus calles, porque en Cali todo huele y se ve distinto, "es como cambiarse a otro planeta" dice Onymyjep Valdez.
Viene de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela más poblada después de Caracas. "Ahora tal vez esté vacía, como una ciudad fantasma" Maracaibo era uno de los más importantes centros económicos del país. Maracaibo con puerto, con luces, Maracaibo su patria, su mar. Veinte dos mil pesos es lo que le cuesta dormir en un hotel a diario, en una cama que no es suya, porque cuando se pierde a la patria se pierde casi todo de uno, los objetos hablan de arraigo. En el Onymyjep sus recuerdos son sus objetos, sus recuerdos son sus arraigos.
Viajó varios días, pasó la frontera, su familia se quedó allá "donde el hambre y la muerte no respetan adultos ni niños" como ella misma lo dice. En Venezuela vendía jugos y estudiaba administración de empresas, pero en algún momento algo cambió, el dinero perdió su valor, los políticos perdieron su valor, y mantenerse era imposible. Tiene 32 años, un hijo de once años que la espera después de la frontera, un cartel con el que trabajaba, la esperanza de encontrar otro empleo, solo tiene cédula venezolana, es una migrante, que encontró un lugar en un semáforo, es Onymyjep Valdez, que podría ser cualquiera de nosotros.
Historias de forasteros en Cali I
Historias de forasteros en Cali II
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