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Mónica Molina 1

Enero 22 - 2018

Por Jorge Luis Galeano

Se llama ´Entrega digna´. Un nombre paradójico para describir el acto de recibir a un ser querido en una pequeña urna en donde hay solo algunos huesos. No son todos, no está completa. Son los pocos restos de lo que hasta hace 32 años, era una mujer.

Entrega digna, tal vez, por la ceremonia en la que hubo palabras de respeto hacia doña Bertha Beltrán, una mujer que por fin pudo enterrar a Mónica, su hija de 19 años que en 1985 decidió hacer parte del comando del M-19 que se tomó el Palacio de Justicia. La Fiscalía, en cabeza de Jorge Hernán Díaz, le aseguró a la familia de Mónica que el hallazgo de parte de los restos es una puerta que se abre para hallar la verdad, sin embargo para la familia, 32 años de impunidad convierten en humo esas palabras.

La madre, acompañada de sus otras dos hijas, es testigo del ´regreso´ de Mónica; no así su esposo Jorge Humberto Molina. Se fue de este mundo sin poder recibir, así sean, restos de su hija. Murió en la incertidumbre y aún con la esperanza de que Mónica estuviera viva.

El ´regreso´ de Mónica se dio en el colegio INEM de Cali en donde estudió. A sus restos, los acompaña una foto, una vela y un arreglo floral sobre una mesa que marcan el cierre de la incertidumbre, pero abren los recuerdos, muchos de ellos dolorosos. La concejal de Cali, Patricia Molina, en su discurso que fue más una conversación con su hermana, cuenta cómo en los años posteriores a 1985, su vivienda era allanada para llevarse, incluso, las fotografías familiares, tal vez en un intento por borrar el recuerdo de Mónica.

María Fernanda Molina cierra su discurso diciéndole "¡bienvenida!" a su hermana porque después de 32 años de ausencia, ya está con su familia.

Al evento asistieron organizaciones de Defensa de Derechos Humanos como la Fundación Hasta Encontrarlos para quienes la entrega de los restos es un paso importante, pero también, una oportunidad para que las investigaciones cambien de rumbo y logren resultados no solo para el caso de Mónica, sino para otros guerrilleros que, según la fundación, siguen desaparecidos. 

Solo al final de la ceremonia, a la urna se acerca un familiar para llevarla a otro lugar para un homenaje que se le realizaría. Hasta ese momento, nadie se le acercó, ni siquiera doña Bertha la tocó cuando la Fiscalía le hizo la entrega oficial. Prefirió dejarla ahí como testimonio del peso que ha cargado durante las últimas tres décadas.

La firma de unos documentos y las palabras del Fiscal, marcan el fin del evento, cuyo nombre ´Entrega digna´ sigue sonando extraño porque al final de cuentas, no regresó como se fue. No fue sometida a juicio, no pagó una condena en una cárcel sino que desapareció forzadamente y hoy, 32 años después, su familia solo recibe algunos huesos. Tal vez una parte de Mónica regresó, pero la dignidad aún sigue desaparecida.

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