Vivió en la guerra, ahora trabaja por la paz
Reconciliarse con la sociedad, entregar las armas y empuñar herramientas de trabajo, pinceles. Dejar la guerra en el pasado y asumir el reto de trabajar por la paz es lo que hace un hombre joven, de 28 años de edad quien pasó cinco años en las Farc. Toda su adolescencia estuvo rodeada de armas y de guerra. Se fue porque quiso, pero realmente ¿quién sabe lo que quiere a los 11 años de edad? Dejó su casa a los 8 años y desde ahí empezó a vivir el mundo. Esa búsqueda lo llevó al conflicto armado, a la guerra. Supo lo que es perder a un ser amado en combate y hoy, varios años después, aún le cuesta hablar de eso.
Vivió en la guerra, ahora trabaja por la paz
Septiembre 25 -2015
Por Jorge Luis Galeano
Pasó cinco años en las Farc. Toda su adolescencia estuvo rodeada de armas y de guerra. Se fue porque quiso, pero realmente ¿quién sabe lo que quiere a los 11 años de edad? Dejó su casa a los 8 años y desde ahí empezó a vivir el mundo. Esa búsqueda lo llevó al conflicto armado, a la guerra. Supo lo que es perder a un ser amado en combate y hoy, varios años después, aún le cuesta hablar de eso.
Confiesa que de estar en la guerrilla, aprendió la disciplina. Disciplina que hoy aplica en su negocio que dice estar mejor que nunca, aunque reconoce que de la guerra no sale nada bueno y se alegra de haber salido. Paradójicamente, decidió dejar las filas de la insurgencia porque cuidaba a una secuestrada con quien estrecharon los lazos, y cuando fue devuelta a sus familiares, ella lo persuadió de regresar a la vida civil.
Accedió y tras su salida, la misma mujer le prestó ayuda y lo convenció de entregarse a las autoridades. Como aún era menor de edad, estuvo en varios centros educativos que lo formaron en la metalistería. Ese conocimiento y la destreza que mostró, lo llevaron al Ecuador, en donde vivió y trabajó cinco años. Volvió a Colombia decidido a prosperar como un hombre de negocios, pero la guerra de la que él había sido protagonista y a la que había renunciado, lo persiguió hasta la Costa Pacífica nariñense, de donde debió huir por amenazas recibidas de parte de las llamadas Bandas Criminales.
Llegó a Cali en donde ingresó a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) para iniciar un proceso oficial de reintegración a la sociedad. Lleva dos años en él y le faltan otros dos para culminar y, aunque normalmente una persona desmovilizada debe pasar entre 6 y 7 años, ya tiene conocimientos y destrezas que acortan su permanencia. Es reservado sobre su pasado y solo a ciertas personas les habla sobre lo que fue y de lo que hizo "hay cosas que no se debe guardar para uno", dice en su inconfundible acento costeño que, a pesar del tiempo, no ha perdido.
Cuenta su historia junto a uno de los 8 murales de la Comuna 20 de Cali que ayudó a pintar de la mano de la comunidad para, dice él: "aportar nuestro granito de arena para mejorar la convivencia en estos barrios". Eso es lo que hace ahora: invita al diálogo, aporta a la sociedad desde su experiencia porque a pesar de que creció en la guerra, hoy trabaja por la paz.
De su casa se fue a los 8 años. Hoy, a los 28, extraña su tierra. Hace veinte años no ve a su familia, aunque desde 2012 habla con ellos por teléfono e internet. Ellos le piden insistentemente que regrese a la Costa Norte, su hogar. "Yo les digo que me den una espera porque yo quiero llegar para demostrarles quién soy, lo que soy capaz de hacer. No hablar de lo que fui, porque eso está en el pasado". Un pasado remoto, del que aprendió a punta de golpes, que la única opción para construir sociedad es la paz.
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