Estrellas de esperanza en el Oriente de Cali
Algunos de los barrios y asentamientos de la Comuna 15 de Cali, sufren por fenómenos de violencia como las pandillas, el reclutamiento de menores, las amenazas y las fronteras invisibles. Es en ese ambiente en el que también nacen iniciativas con las que se busca enfrentar dichas adversidades a través de la educación y oportunidades para los niños. Esta es la tercera entrega de la serie que le da una mirada, esta vez más optimista, a los Derechos Humanos en la Comuna 15 de Cali.
Estrellas de esperanza en el Oriente de Cali
Agosto 28-2013
Por Ximena Vélez
El asentamiento Brisas de las Palmas en la comuna 15 de Cali, sufre por problemas ocasionados por las pandillas, el reclutamiento y las amenazas. Dificultades que se extienden a otros barrios de la zona como Comuneros I, Laureano Gómez y otros, obligando a sus habitantes a tomar medidas de protección.
La educación es la clave
Español, matemáticas, ética, valores, entre otras, son muchas de las áreas que se enseñan en la Fundación para la niñez desamparada y el bienestar social (Fundenid) de la Comuna 15 en Cali. Sin embargo, la realidad de algunos de sus barrios hace que los menores deban aprender a reconocer las fronteras invisibles, para no quedar expuestos a los enfrentamientos entre pandillas; “es una realidad que no podemos cambiar” dice Andrea Leudo, representante legal de Fundenid, ella es consciente de que el mundo en el que vive no es una limitante para enseñarles que en medio del miedo y la violencia, se pueden alcanzar los sueños.
Andrea Leudo nos recibe en su casa, transformada en un refugio para niños que es Fundenid. Creada hace 13 años, funciona en el primer piso de una casa esquinera del barrio Laureano Gómez. Un espacio que acoge a 80 niñospara realizar refuerzos de escolarización y nutrición adecuada, en medio de los retos y adversidades que enfrentan diariamente; consumo de sustancias psicoactivas, prostitución, enfrentamientos entre pandillas, entre otros.
Un sueño
Andrea es diseñadora y psicóloga de profesión y vive en Cali hace 27 años. Llegó del Chocó pensando que podía tener y crear un mundo mejor; un primer paso es Fundenid: una casa de cuatro cuartos, una cocina, un baño y patio trasero donde se abren las puertas y las esperanzas para muchos menores. Desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, en dos jornadas diferentes para niños desde uno hasta los diecisiete años de edad.
Andrea se ha ganado un lugar importante en el corazón de todos los niños que pasan por Fundenid; muchos de ellos no se quieren marchar y continúan día a día llevando sus cuadernos para aprender más, o quizá para ver la cara de sus compañeros y compartir un plato de comida.
Cartas y frases de cariño son parte de la muestra del impacto social que la fundación ha tenido en esta comuna. El diálogo y el reconocimiento de cada niño que llega para ser más fuerte que su propio entorno: aprender a leer para ser reconocidos como los mejores en sus colegios o recibir el alimento adecuado para mejorar su salud, son sólo algunos de los logros de Fundenid, logros que se convierten en un regalo para los niños y niñas de la zona.
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En Comuneros I también hay esperanza
Nivelar, cuidar, pero sobre todo nivelar. Aracelly no es madre comunitaria, las madres comunitarias son diferentes. Ella no es delegada por el ICBF ni tiene algún beneficio por parte del Estado. Además sólo le rinde cuentas a los padres. Le interesa que los niños aprendan las tablas de multiplicar, conjuguen las sílabas y los premia cada vez que lo hacen. Nivelar es su palabra referente para decir que los menores que cuida deben fortalecer algunas asignaturas en las que no van bien para su edad.
Su rutina como madre niveladora comenzó hace 5 años y medio cuando cuidaba niños de amigas, vecinas y conocidas que debían salir a trabajar y no tenían con quien dejar sus hijos. Se le ocurrió que podía enseñarles lo que sabía, así ella también repasaba, sus hijos aprendían y no debía salir de casa para ganarse lo del diario.
“Ara” le dicen los chicos cuando no han entendido alguna lectura, dictado o ejercicio de matemática. Diariamente cuida cinco o seis niños entre los 3 y 8 años de edad mientras la madre sale a trabajar (es mucho más común encontrar más madres cabeza de hogar en estos sectores). En todo caso Aracelly siempre tiene un muchacho que debe cuidar. A todos los recibe normalmente a las siete de la mañana y después de las seis de la tarde los entrega a sus respectivos acudientes, quienes en muchas ocasiones, pueden ser un familiar –autorizado y conocido por la profesora- ya que sus padres no alcanzan a llegar.
Durante estas once horas, los niños tienen libros para leer, tareas que hacer. El Internet no es una alternativa para buscar información, los diccionarios se utilizan más que Google y quien no hace caso no lo vuelve a cuidar. “Yo le digo que le voy a decir a su mamá que no lo vuelva a traer. Ellos de una hacen caso. La convivencia también es importante porque ellos aprenden a compartir, no todos tienen la misma edad y hasta se van cuidando entre ellos” dice Aracelly con satisfacción pues muchos niños para que logre tener los ojos al mismo tiempo en todos.
No ha estudiado pedagogía, licenciatura o docencia pero ella sabe que con cada cosa que los estimula ellos aprenden. Una paleta o un detalle que se invente de repente, son los premios favoritos de los chicos. Un almuerzo preferido o dejarlos colorear por horas, es la metodología que ha usado para que aprendan.
Es así como su casa, ubicada en Comuneros I, sirve de acogida para que los niños no se queden solos y aprendan un poco. Sus horas se pasan rápido, aprendiendo sus nombres constantemente, pues no es una escuela; quizá hoy viene un niño y mañana simplemente no lo vuelve a ver.
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