Opinión
Derechos de la Naturaleza: un imperativo para la protección de la vida

Mayo 16 – 2025
Este texto fue publicado en Quira Medios y hace parte de la Alianza PANAL MEDIOS
Por Édgar Rodríguez
Los modelos de desarrollo basados en la explotación ilimitada de los recursos naturales han demostrado ser insostenibles, por lo que la humanidad se encuentra abocada ante la urgencia de frenar la depredación irracional de la vida. En este sentido, reconocer derechos culturales, patrimoniales y jurídicos a la “Madre Tierra” no es solo una propuesta ética, sino una necesidad vital para la misma humanidad, pues posibilitaría racionalizar, aculturar y efectuar cambios profundos que permitan transitar de una visión antropocéntrica suicida hacia una relación ecocéntrica-biocéntrica sostenible.
El derecho ambiental tradicional, basado en regulaciones parciales y sanciones, ha fracasado en evitar la degradación sistemática de la Naturaleza por corresponder a una lógica económica de pagar por contaminar o normatividad inocua imposibilitada por tecnicismos jurídicos y leguleyadas. Ni las leyes nacionales ni los tratados internacionales han logrado frenar la contaminación, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, peor aún, la situación ambiental se agrava hasta el punto de alcanzar el punto de no retorno. Según el Informe de Evaluación Global sobre Diversidad Biológica y Servicios Ecosistémicos – IPBES, alrededor de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción debido a actividades humanas (IPBES, 2019)
En el marco de la Alter Libro UniTierra 2025, “Feria de los libros, saberes y las culturas” organizada por la Universidad de la Tierra y la Memoria “Orlando Fals Borda”, de la cual Quira Medios es una de sus Aulas Vidas, en la mayoría de los círculos de la palabra y espacios de construcción dialógica, se reconoció que la Tierra es una Entidad Viva. Cosmovisiones ancestrales, como la de los pueblos andinos, así como la Yoruba de origen africano, sostienen que la Pachamama es madre y fuente de vida, y como tal merece respeto y protección de sus Derechos.
La teoría científico-ecológica contemporánea reconoce la interdependencia de todos los sistemas vivos, tal como se expone en el Informe Planeta Vivo 2022 de la World Wildlife Fund – WWF, se demuestra que la salud de los ecosistemas es esencial para la supervivencia humana. Por lo que, incluso, basados en una visión antropocéntrica, garantizar los Derechos al Planeta es fundamental para garantizar la existencia del ser humano.
Nos encontramos ante la urgencia de cambiar los modelos y estructuras sociales, obtusamente, aferradas a priorizar el lucro sobre la vida, imponiendo su filosofía individualista – utilitarista como paradigma de desarrollo. La sociedad occidental ha cimentado sus instituciones sobre la base del reconocimiento de Derechos, justo estos son los instrumentos necesarios para garantizar la dignidad y la existencia de la vida en la Tierra. Negarle estos Derechos a la Madre Tierra es perpetuar la ambición insaciable, suicida y sociópata de los grupos económicos y políticos que nos han traído hasta el punto de no retorno, y por lo visto, no planean parar hasta destruirlo todo.
No obstante, esta situación perversa, la humanidad está despertando gracias a las enseñanzas milenarias de los pueblos originarios guardadas en su memoria colectiva, tradiciones, usos y costumbres. En este sentido, reconocer los Derechos culturales y patrimoniales de las naciones originarias también es clave para entablar relaciones armónicas con la Naturaleza y todas las formas de vida. Los territorios no son solo espacios físicos, son también espacios de identidad, espiritualidad y memoria.
Desconocer este vínculo ha ocasionado amnesia colectiva, pérdida de saberes ancestrales, empobrecimiento cultural y desconexión de la humanidad con las vidas en el Planeta. Defender los derechos patrimoniales de la Tierra implica proteger estos conocimientos, filosofías y cosmovisiones que reconocen a la Naturaleza como parte de un mundo místico y sagrado y no como un factor de producción u objeto de comercialización.
La UNESCO, en su Convención sobre Patrimonio Cultural y Natural (1972), ya había señalado la importancia de preservar no solo monumentos sino también “los sitios naturales de valor excepcional” para las generaciones futuras. Extender esta perspectiva a toda la Madre Tierra refuerza la idea de que su destrucción implica una pérdida irreparable del patrimonio común de la humanidad.
En definitiva, reconocer Derechos a la Madre Tierra no se limita a una jurisprudencia fría e inerte, connota una transformación cultural profunda, que altere los imaginarios sociales y comportamientos que legitiman la explotación desenfrenada. Esta jurisprudencia implica leyes, políticas públicas, educación y modelos económicos que reconozcan a la Madre Tierra como un sujeto de Derechos, para así proteger a las formas de vida, al planeta, e incluso a la misma humanidad, de la casta de los “homo stultus” depredadores que no sacian su apetito destructivo.
La sobrevivencia de la vida en el planeta depende de un cambio radical en la manera en que nos relacionamos con la Tierra. Reconocerle derechos jurídicos, culturales y patrimoniales no es un acto simbólico sino una medida urgente para garantizar su integridad y, en consecuencia, nuestra propia supervivencia.
La Madre Tierra no es un objeto pasivo, es un ser viviente que sostiene y entreteje la vida, nos debemos a ella, por lo que, como humanidad, tenemos la responsabilidad espiritual, ética, cultural y legal de protegerla. Tal como afirma la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra (2010): “La Tierra y todos los seres que la componen tienen derechos intrínsecos, independientemente de su utilidad para los seres humanos”.
En este sentido, el movimiento por los Derechos de la Naturaleza aboga por mecanismos legales que den herramientas a una ciudadanía activa para actuar en defensa de la Tierra y de sus formas de vida y frenar la irracionalidad codiciosa de los delirantes del poder, pues de lo contrario no habrá territorio, cantos, ni nada que heredar, solo un vacío diminuto y profundo extraviado en la memoria del Universo.