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Reportajes

Juventud y tradición en el campo del Cacao

Marzo 25 – 2025

Texto: Laura Cruz Comunicaciones ICA
Fotografías: Nelson de Jesús Bedoya Ríos Comunicaciones ICA

En 2024, Colombia alcanzó un récord histórico en la producción de cacao con 73 mil toneladas cosechadas. Para ponerlo en perspectiva, esta cantidad equivale a llenar 49 piscinas olímpicas con granos de cacao. Pero este no fue el único logro del sector agropecuario, durante el segundo semestre de 2023 su crecimiento fue clave para impulsar la economía del país. Según la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA), actividades como la agricultura, la ganadería, la caza, la silvicultura y la pesca lograron un aumento del 10,2 % en su valor agregado, superando en 8,1 puntos porcentuales la variación del PIB nacional. Esta diferencia resalta el papel fundamental del agro como motor del desarrollo económico en Colombia.

Leyendo el párrafo anterior vemos solo cifras, pero estas metas alcanzadas son la suma del esfuerzo de los campesinos colombianos que, desde regiones apartadas e incluso jamás nombradas, trabajan para que a nuestras mesas lleguen alimentos de la mejor calidad.

Algunas de las manos que han hecho posible estos logros son las de Yosimar Maury Martínez, un joven que vive en Sucre en el corregimiento de El Coco.

“No sé exactamente por qué mis padres eligieron mi nombre, pero hay una historia curiosa detrás. Mis hermanos mayores eran apasionados del fútbol, y cuando nací, jugaban constantemente en el campo. Mis padres debatieron entre dos nombres: “Gareca” y “Yosimar”. Así, en algunos pueblos de Majagual me llaman Gareca, en otros, Yosimar. Con el tiempo, cuando inicié mi vida profesional, el primero quedó en el olvido, y todos comenzaron a llamarme solo Yosimar. Sé que mi nombre viene de un jugador brasileño, pero su elección sigue siendo un pequeño misterio familiar”.

Yosimar ha heredado de sus padres el color de los ojos, la forma de hablar y lo más importante: el amor por la tierra. Sus padres han hecho del campo una forma de vida, no porque no conozcan otra sino porque todos los días eligen cultivar la tierra, como un ritual, como una forma de estar más cerca de Dios.

“Mis padres son nativos del campo, ambos tienen 77 años y son del corregimiento de El Coco. Somos diez hermanos y, gracias al esfuerzo de nuestros padres, todos estamos vivos y trabajando, ya sea como profesionales o como campesinos. En mi caso, aunque soy profesional, sigo trabajando en el campo y compartiendo con los campesinos en el día a día”.

Yosimar forma parte de Jóvenes Rurales y es una voz importante en su territorio. Si alguien quiere ir al corregimiento de El Coco, debe viajar desde Sincelejo hasta Majagual, el recorrido en carro puede tomar hasta dos horas. Luego, debe ir a la zona de La Mojana, conseguir una motocicleta y atravesar por una hora la finca Las Pozonas hasta encontrar el hogar de Yosimar: árboles de roble, cedro, penique y uvero dan la bienvenida a El Coco, que de lejos parece un paisaje dibujado por un niño.

“Actualmente, me encuentro en el pueblo. Nunca he dejado mi territorio porque amo el campo y quiero vivir aquí toda mi vida”. Yosimar más que un joven rural es un líder social nato, una persona emprendedora, que ha salido del campo a estudiar, pero sin dejar su tierra, porque entiende que el campo se debe tecnificar (…) llevo tres años trabajando con el cultivo de cacao, manejando las especies CCN51 y CCN64, que son variedades híbridas. Como joven emprendedor, he estado regalando semillas a las comunidades y orientándolas en la creación de viveros, el lavado de semillas para asegurar su correcta germinación y la técnica de clonación, que en el campo llamamos injerto. También les enseño sobre el proceso de poda y la manipulación adecuada del cultivo de cacao”.

La clonación o injerto es un proceso que consiste en tomar una rama muy delgada de otro árbol de cacao más viejo, vigoroso y ejemplar. Luego, la rama se corta en el pecíolo, que es la unión entre la hoja y la rama. Posteriormente, en el árbol joven —que lleva aproximadamente seis meses o un año de sembrado— se realiza un pequeño corte en el tronco, se le hace una herida en la que se injerta la rama más pequeña, y finalmente, se cubre con una cinta para evitar la entrada de agua y proteger el injerto.

El árbol de cacao y la familia de Yosimar tienen muchas cosas en común: los troncos viejos, pero ejemplares, sus conocimientos sanan la herida de los próximos campesinos que harán del cultivo una forma de vida.

“Estamos promoviendo el cacao como un proyecto social sostenible, ya que es un cultivo que puede producir durante aproximadamente sesenta años. En nuestra región, en la zona de La Mojana, municipio de Majagual, hemos logrado que el cacao comience a producir en apenas dos años y cinco o seis meses, generando ya una rentabilidad para los campesinos.

Actualmente, en nuestro territorio, se vende a $20.000, el kilo y, con solo cinco o seis mazorcas, se puede obtener un kilo de cacao. Cultivar una hectárea de cacao implica una inversión máxima de entre un millón quinientos mil y dos millones de pesos, incluyendo el trabajo del campesino. Es una diferencia muy significativa respecto a otros cultivos”.

El ICA camina con los campesinos por el crecimiento del campo

Durante la vigencia 2024, el instituto desarrolló diversas actividades de protección fitosanitaria en el sistema productivo de cacao en el departamento de Sucre. Estas actividades se enfocaron especialmente en la región de La Mojana Sucreña, en los municipios de Majagual y Guaranda.

Además, se realizaron cuatro eventos de comunicación del riesgo con la participación de 103 personas. En estos eventos se abordaron temas fundamentales, como el manejo de Monilia, Phytophthora y Escoba de Bruja, así como la implementación de buenas prácticas agrícolas, aliadas en el mejoramiento de los sistemas productivos de cacao.

El ICA ha detectado que la mayoría de los cultivadores de cacao en la subregión de La Mojana son jóvenes que apenas inician su producción; jóvenes como Yosimar, que nunca piensa en irse del campo.

“En lo personal, nunca había tenido un contacto tan cercano con el ICA. En nuestra región, conocíamos esta institución solo cuando venían a vacunar el ganado. Sin embargo, ahora el ICA ha pasado de ser un ente regulador para convertirse en un organismo capacitador para los campesinos, brindándonos conocimiento sobre cómo trabajar mejor el campo. Ya no lo veo solo como un regulador, sino como un aliado en la formación de los productores rurales. Nos sentimos satisfechos con el apoyo del ICA departamental y de la doctora Catherine Duarte, quienes nos han brindado capacitaciones y asesoramiento en el manejo del cultivo. Antes de esto, trabajábamos el cacao de manera empírica en los corregimientos de El Coco, El Naranjo y Pueblo Nuevo. Ahora, estos tres corregimientos han implementado este cultivo con éxito y ya están viendo producción”.

Como Yosimar hay miles de jóvenes campesinos que, con un trabajo disciplinado y riguroso, hacen que el plato de comida que llega a nuestra mesa parezca producto de un proceso sencillo. No obstante, comer bien, sano y en abundancia son cosas que le debemos a la gente que se ha quedado en el campo. Ser campesino es una vocación en la que las manos y la tierra se vinculan como lo hace la familia:

“Yo tengo dos hijos. Uno tiene 15 años, está estudiando y trabajando en el campo. Su meta a futuro es ser ingeniero industrial, para procesar la materia prima que se produzca en nuestro campo. Mi otro hijo tiene apenas 22 días de nacido. Me gustaría que mis hijos se preparen, que se queden en el campo, para que la educación rural y la solidaridad con el campo no se pierdan. Porque, con sinceridad, nosotros, los campesinos, nos sentimos sumergidos en el yugo de no contar con la educación adecuada para seguir en el campo y trabajar. Sin embargo, el campo es la base fundamental para que nuestro país tenga lo que producimos aquí.

Me gustaría que mis hijos sean profesionales, mucho mejores que yo, y que no abandonen a los campesinos ni al campo”.