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Reportajes

Mujeres defensoras del territorio

Octubre 28 – 2024

Por Jorge Luis Galeano 

En marco de la Conferencia de las Partes de la Biodiversidad (COP16) que se realiza en Cali, ONU Mujeres organizó el encuentro Defendiendo a las mujeres que defienden el planeta, un espacio con dos objetivos: hablar de las estrategias de protección para aquellas que se han dedicado al cuidado del medio ambiente en Latinoamérica y escuchar las experiencias y demandas de quienes decidieron proteger a la Casa Común, la naturaleza. 

Lideresas de Colombia, Perú, Brasil  y otros países  describieron tanto lo que hacen para evitar la destrucción de bosques, playas, ríos, manglares, selvas, como las consecuencias que tiene ello para su seguridad e integridad. 

Según el reporte de Global Witness, 196 defensores y defensoras de la tierra y del medioambiente fueron asesinados en 2023 en Latinoamérica, de ellos 79 sucedieron en Colombia. Sin embargo, este crimen no es el único al que se enfrentan, pues el silenciamiento a través de amenazas y procesos judiciales suelen ser comunes a la hora de querer silenciar las luchas por la tierra y la naturaleza. 

Además, la crisis climática afecta de manera diferencial a ciertas poblaciones. Se estima que “las mujeres, las niñas y los niños tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres cuando tienen lugar desastres climáticos principalmente a causa del acceso limitado a la información, a la toma de decisiones y a los recursos” según ONU Mujeres.

Entre las lideresas ambientales participantes del encuentro, estuvo Kelly Campo Becerra de la Organización Femenina Popular, que se dedica a la protección de las cuencas del río Magdalena en Colombia. Para ella, estos espacios son importantes y más, en marco de una Conferencia de la ONU, pero enfatiza en que todo lo que suceda ahí debe impactar en los territorios “Es un puente que existe, pero que debe fortalecerse” dice y una de las formas que propone para ello es la utilización de un lenguaje menos técnico para, por ejemplo, dar a conocer las implicaciones de los Tratados y decisiones que se tomen para las estrategias de protección. 

Esa distancia (lo técnico y los territorios) se debe achicar, pues las mujeres que viven en zonas rurales están muy expuestas  a distintas violencias “Nosotros estamos en el corazón del extractivismo” dice Kelly y asegura que son zonas con alta presencia de grupos armados que, muchas veces, se oponen a su labor lo que incrementa el riesgo para sus vidas. 

Lo que se espera

La Declaración de Inídira, que nació de la movilización de varias organizaciones de Colombia y que resume las ideas de cómo las agendas ambientales deben responder a las necesidades de las mujeres en los territorios y poner en el centro las experiencias de cuidado y protección del planeta de las mujeres cuidadoras de la biodiversidad, fue recibida por el Gobierno colombiano para incorporarla como un insumo en el proceso de la toma de decisiones de la COP16. Decisiones que, se espera, fortalezcan los mecanismos de protección y, por supuesto, los recursos que viabilicen proyectos de bienestar para todas las que se dedican al liderazgo ambiental.

La realidad latinoamericana

Las violencias en contra de las defensoras del territorio no sólo las sufren las mujeres colombianas. Es un problema de toda latinoamérica. Se estima que en 2023, el 85% de los asesinatos de lideresas ambientales sucedieron en este continente, convirtiéndolo en el más peligroso para esta labor. 

Casos y denuncias hay muchos. Fuera de Colombia recordamos el asesinato de la ambientalista Bertha Cáceres, sucedido en 2016 en Honduras o el desastre de Minas Gerais en Brasil o la lucha de una campesina peruana que, por años, se ha enfrentado a una minera que ha intentado sacarla de su vivienda para explotar la tierra. Y justamente para conocer de dichas tragedias y las mujeres detrás de la lucha por justicia, se exhibe, en marco de la COP16, la película la Ilusión de la Abundancia, dirigida por Érika González y Matthieu Lietaert. 

En Hechoencali.com conversamos con Máxima Acuña y Carolina De Moura Campos, dos de las protagonistas de la cinta. Máxima, que visitó a Cali desde el Perú, es una mujer campesina que vive en un pequeño pueblo de la zona de Cajamarca. Habla de su experiencia de resistencia de años contra las mineras Newmont y Buenaventura que pretenden la explotación de su territorio. Ella se ha negado a irse, lo que le ha generado amenazas, acosos y un proceso judicial que ya cumple 14 años. La acusan de ser invasora, aunque ella dice tener todos los documentos que la acreditan como dueña de la tierra. 

Pese a todo ello,  se ha mantenido firme. No se ha ido del lugar, no sólo por defender su casa, sino al medioambiente, a la tierra que tanto ama. “Mi vida está en riesgo. Todos estamos amenazados por la contaminación que puede traer la minera” dice con convicción. Su determinación no ha pasado desapercibida, tanto ha resonado su lucha  que en 2016 fue reconocida con el  Goldman Environmental Prize, el más importante premio medioambiental del mundo. 

Por su parte, Carolina pelea contra otra minera en Brasil. Una que, si bien no la quiere sacar de su casa,  sí parece querer destruir la Casa Común, la naturaleza. Eso dice ella con vehemencia “Es una explotación irracional” y que ya generó una tragedia inmensa.  En 2019, un dique de la empresa Vale (así se llama la minera) se rompió y mató a 270 personas y más de 250 mil resultaron damnificadas. 

Lo peor del caso es que la construcción de dicho dique había recibido el certificado de una cualificadora alemana. Carolina y el grupo de personas con el que trabaja, lucha por justicia, porque la empresa responda por los daños ocasionados y, además, se abra un proceso en contra de dicha cualificadora por otorgar el aval a una construcción que, dice ella, a todas luces era inviable.  

Esas luchas enfrentan a mujeres comunes y corrientes (Carolina enfatiza en ello) a grandes poderes económicos y delincuenciales y combinan la exigencia de justicia y la protección del territorio.