Septiembre 9 – 2024
Por Jorge Luis Galeano
21 de agosto de 2020 y el mundo está en plena pandemia por el Covid-19. Hay miedo e incertidumbre y en ese contexto sucede la desaparición de Alejandro Ramírez Chávez, un joven caleño, hincha a morir del América de Cali.
Cuatro años después, este caso se camufla entre los miles de casos registrados en Colombia cada año. Se vuelve, entonces, uno más en la maraña de cifras que sobre este delito arroja el país. Es un caso más, excepto claro, para su familia y algunas organizaciones sociales que le ayudan.
Paloma Chávez, mamá de Alejandro, es la cara y la voz de este episodio doloroso. Es quien aparece en medios de comunicación y en plantones para contar su historia y exigir justicia “Antes ni siquiera sabía que se llamaba desaparición forzada. Yo veía los casos y pensaba: se fue, se fue. O pensaba que sólo le pasaba a personas como líderes sociales, en las zonas rurales, en el conflicto armado” dice hoy tras convertirse en activista en contra de este delito. Como muchas otras madres buscadoras, es activista a la fuerza, arrastrada por la realidad de este país.
Recuerda muy bien ese 21 de agosto de 2020: “Ese día Alejandro se levantó a las 8:30 de la mañana y hacia las 4 pm, me dijo que iba salir con unos amigos. No me dijo a dónde exactamente, pero era normal. Yo sabía que no iba lejos porque no llevaba su billetera, sino sólo el celular. Nos dimos un beso de despedida y esa fue la última vez que lo ví” y el camino de búsqueda ha sido tortuoso, como para todas las personas que padecen lo mismo. Denuncia desinterés del Estado, falta de empatía de funcionarios y funcionarias y la constante revictimización.
Esto no es nuevo. Aun hoy, las familias deben actuar como investigadoras porque sienten pocas o nulas las acciones de las autoridades, trasladándole a ellas la carga de descubrir la verdad y eso, por supuesto, no llega solo “Son momentos que le cambian la vida de un día para otro. Quizás hubiera sido un poco menos doloroso encontrar el cuerpo y hacer su duelo, pero tenemos que soportar la incertidumbre de no saber si comió, si está enfermo, si lo asesinaron”.