Opinión
Los medios y periodistas son intocables, no incuestionables
Agosto 28 – 2024
Este texto publicado en el periódico Desde Abajo y hace parte de la Alianza de Medios Alternativos
Por Santiago Peña Aranza*
En este artículo se abordan las posibles razones del cubrimiento negativo que hacen los grandes medios a la gestión del primer presidente de izquierda en Colombia; se plantea un cuestionamiento ético a los medios desde el deber ser del ejercicio periodístico, y se cuestiona el hecho de que se hable más de la libertad de prensa que del derecho a la información.
Desde que Gustavo Petro ganó las elecciones presidenciales el 19 de junio de 2022, se esperaba que sus relaciones con la prensa no fueran buenas. Su discurso frente a los medios había señalado la necesidad de fortalecer la prensa alternativa y los medios públicos; de hecho, en su gestión como alcalde de Bogotá, Canal Capital se convirtió en un referente, y hoy Rtvc asume ese cauce.
Fortalecer la prensa alternativa y los medios públicos significaba que ya no habría tanta pauta para los grandes medios privados y, por supuesto, esto no le gustaría a sus dueños y a la élite de sus equipos periodísticos.
El 5 de septiembre de 2023, en el artículo “Petro les corta la publicidad a los medios y la gasta en RTVC”, el portal La Silla Vacía reveló, luego de revisar los contratos de publicidad oficial del Departamento Administrativo de la Presidencia y de todos los ministerios (salvo Cancillería, Salud y Cultura), que “el gobierno de Petro les quitó la pauta a los medios de comunicación privados y la redirigió al sistema de medios públicos”.
La Silla va más allá y compara los gastos en publicidad entre los gobiernos de Duque y Petro durante el primer semestre de 2023 y el primer semestre de 2022 y afirma que fue casi igual (algo más de 6 mil millones de pesos); sin embargo, mientras con Duque el 69 por ciento de ese dinero fue para los medios privados, con Petro la cifra fue 0 por ciento. Con Duque el 18 ciento benefició a Rtvc, el sistema de medios públicos, y con Petro la cifra ascendió al 84 por ciento.
Quizá por ese tipo de cosas, cuando Iván Duque cumplió un año en el gobierno, la revista Semana tituló “Un año de aprendizaje”, y cuando Gustavo Petro apenas completó siete meses la frase en portada resaltó “Colombia va mal”, cuando en Colombia en ningún gobierno han faltado los escándalos ni la mala gestión.
Ahora bien, según Tulio Ángel, presidente del gremio Asomedios, y en el mismo artículo aquí retomado: “la publicidad oficial nacional viene en reducción desde hace varios años y eso se debe a que plataformas tipo Netflix, empresas como Facebook y Google y también los influenciadores se llevan una buena porción de la inversión que antes iba a medios tradicionales”.
Pero no puede atribuírsele solo al tema de la pauta el cubrimiento negativo que hacen los grandes medios privados al gobierno Petro, que incluso ya eran hostiles cuando fue alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015 o incluso Senador de la República.
¿Qué otras razones hay?
Puede haber varias razones para que los grandes medios privados tengan un cubrimiento negativo del primer gobierno de izquierda.
Las más justificadas pueden encontrarse en las propias fallas del gobierno: si comete errores de gestión o si tiene escándalos, es normal esperar que la prensa haga el cubrimiento e informe.
Ahora bien, en este punto lo cuestionado a los medios es que ante escándalos y errores, en la gestión de otros gobiernos no han sido tan implacables. La imparcialidad no se limita a consultar fuentes y tener las versiones de todos los actores frente a un hecho. Va más allá. Debe ser integral en el sentido de medir con la misma vara a todos los gobiernos.
Otra razón para que el cubrimiento sea negativo, puede ser que los medios (sus dueños) tengan una agenda política y económica diferente y opuesta a la que tiene el gobierno.
Si el dueño de un medio de comunicación es un banquero, es lógico que lo use para defender sus intereses como banquero. Y si también es dueño de un fondo privado de pensión, pues si alguna reforma pensional en trámite afecta sus intereses, naturalmente buscará defenderlos. Y así funciona con más temas de la agenda nacional.
En este punto, lo cuestionado a los medios y a los periodistas es que no digan abiertamente los intereses que están defendiendo y traten de hacer pasar los argumentos que esgrimen como imparciales. Y más grave aún: que para debilitar los argumentos del gobierno den información sesgada, a medias o falsa. Por supuesto, habría que analizar cada caso de manera puntual.
Según la Corte Constitucional en su Sentencia T-066 de 1998:
«Una prensa libre contribuye a informar y formar a los ciudadanos; sirve de vehículo para la realización de los debates sobre los temas que inquietan a la sociedad; ayuda de manera decisiva a la formación de la opinión pública; actúa como instancia de control sobre los poderes públicos y privados. La importancia de la libertad de prensa para el buen funcionamiento del sistema político y para el desarrollo libre de cada una de las personas explica la amplia protección que se le dispensa a esta garantía en el constitucionalismo moderno».
Entonces, si el país necesita ciudadanos formados e informados para la realización de los debates que inquietan a la sociedad, informarles desde qué intereses hablan los medios también es fundamental.
¿Señalar esto es una amenaza a la libertad de prensa?
La sentencia de la Corte antes citada señala la importancia de la libertad de prensa para el buen funcionamiento del sistema político, pero no menciona la amenaza que puede representar para ese mismo sistema la ausencia de ética en el periodismo.
Las fake news, las verdades a medias, la dictadura del clic, el clickbait, los títulos y portadas sensacionalistas y demás recursos utilizados en los medios para aumentar el tráfico en sus sitios web y así poder incrementar ingresos, pueden generar emociones y fanatismos en las audiencias, al tiempo que erosionan los argumentos que deben primar en el debate democrático.
Señalar esto y evidenciar que en los medios de comunicación hay intereses políticos y económicos no es amenazar la libertad de prensa. De hecho, en el periodismo, como en cualquier oficio, hay gente que hace bien su trabajo y otra que lo hace mal. Incluso, puede llegar a ser subjetivo definir ese “lo hace bien o lo hace mal”, pero dar una opinión sobre esto tampoco es una amenaza o un ataque.
Ahora bien, las emociones y fanatismos generadas por actores políticos como el Presidente de la República, sus aliados o la oposición política, también erosionan el debate democrático, y el uso de adjetivos para descalificar la labor de los medios y los periodistas puede llevar a estigmatizaciones factibles de llegar a ser peligrosas en situaciones de alta polarización.
Los medios y los periodistas son intocables, no incuestionables; pero los cuestionamientos a la labor informativa también deben hacerse en el marco de la ética y la responsabilidad.
Libertad de prensa vs. derecho a la información
¿No es curioso que se hable más de libertad de prensa que del derecho a la información?
Está posicionado como verdad el enunciado de que la libertad de prensa es una condición necesaria para que exista la democracia. Esto viene de tiempo atrás. Cuando el liberalismo se presentaba como una ideología revolucionaria y su propósito era desmantelar la monarquía absoluta, abolir los títulos de la nobleza, desvincular la religión del Estado y rechazar el derecho divino de los reyes.
Esta ideología ganó rápidamente adeptos entre numerosos filósofos y economistas europeos y, posteriormente, se extendió también a la burguesía. Esta clase social en auge se fortalecía económicamente cada vez más con los cambios impulsados por la Revolución Industrial.
Los liberales aspiraban a establecer un nuevo sistema político fundamentado en el Estado de derecho y la democracia representativa, caracterizado por la defensa de los derechos individuales, como el derecho a la propiedad, la libertad de asociación, la libertad de culto y la libertad de expresión.
En el ámbito económico, abogaban por la libertad de mercado y el desarrollo del capitalismo, dejando atrás las estructuras feudales que sustentaban el poder de la nobleza. Además, este Estado de derecho promovía la igualdad ante la ley para todos los individuos, sin importar su orientación sexual, raza, etnia, origen o condición social.
Aunque todo esto suena muy bien, la realidad es que en esa época poseer una imprenta era extremadamente costoso. Solo algunos de estos burgueses liberales podían permitirse el lujo de adquirir una para difundir sus ideas políticas contrarias a los poderes establecidos, que ejercían una censura muy clara.
La libertad de prensa era la libertad del que tenía el dinero para tener una imprenta y la usaba para difundir sus ideas políticas. Esto deja claro que la prensa desde su origen tiene un carácter político muy fuerte, donde el discurso de la imparcialidad está presente para convertir lo que se dice en una verdad.
Ahora bien, existen claras diferencias entre la libertad de prensa y el derecho a la información, que surge formalmente con la Declaración Universal de Derechos Humanos en diciembre de 1948.
Si bien la primera es el derecho de los medios de comunicación a publicar noticias, información y opiniones sin interferencia del gobierno; el segundo es el derecho de los ciudadanos al acceso a información veraz y oportuna. Es decir, la libertad de prensa sin ética y responsabilidad puede ser una amenaza para el derecho a la información.
Además, la libertad de prensa la ejercen desde la emisión aquellos que son dueños de medios de comunicación o trabajan en ellos como periodistas (aunque puede haber autocensura y de eso nadie habla); mientras los sujetos del derecho a la información son todos aquellos que conforman las audiencias.
Entonces, ¿No sería también el derecho a la información una condición necesaria para que exista la democracia?
Ojalá la Fundación para la Libertad de Prensa defendiera con la misma vehemencia el derecho de las audiencias a recibir información veraz desde la recepción y sacaran informes críticos sobre los casos en los que la prensa y los periodistas no actúan de manera ética.
También podría pronunciarse sobre casos evidentes en los que periodistas reconocidos usan los medios de comunicación que dirigen como trampolín político-electoral, poniendo en duda toda la pretensión de imparcialidad de sus respectivos medios.
Si lo hicieran, no sería un ataque a la libertad de prensa.
* Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia. Filósofo (UNC), M.A. en Filosofía Moral y PH.D. en Filosofía Política (P.W.U., USA). Adelantó su segundo Doctorado en Filosofía del Derecho (UNC). Es también Posdoctorado en Derecho de la misma universidad.