Junio 10 – 2024
Por Laura Cruz
No es que estén muertos, es que nadie los ve. Están en las aceras o en las afueras de las iglesias como monumentos a los ancestros que hace cinco siglos poblaron el Río San Juan en el Chocó o Valle del río Cauca. Son de carne, hueso y tierra, recorren la ciudad como las piedras que movemos a paso indiferente, ciego. Muchas veces con un niño a las espaldas, se posan en la quietud del que no puede decir porque desconoce una lengua. No los vemos porque dan miedo, porque son la carne, el hueso y la tierra de la guerra que no acabó.
Jose Mambuche es Wounaan, habla despacio. Busca las palabras en español, una lengua desconocida y ajena para él. Hace más de 500 años los colonos españoles hicieron tabla rasa de los pueblo indígenas, entre otras cosas, les quitaron su lengua y como la historia parece repetirse en sus horrores, hace cinco años los paramilitares hicieron lo mismo, desplazaron al pueblo de José a la urbe y sus palabras se quedaron atrás. Tambo: la lengua y el territorio son lo mismo, como si el Español, al igual que el cemento, mandara en la urbe.
Mambuche tiene como lengua nativa la Woun Meu, quizás por eso o porque los recuerdos son más miedo que otra cosa, habla despacio casi sin mirar la cámara y comienza a contarme una historia a pedazos, con la dificultad de poner el dolor en orden.
“Nosotros somos de la comunidad de Balsalito, del Chocó. Uno se sienta a pensar y allá teníamos todo. Cultivamos papachina, plátano, banano. Los peces estaban en el mar, los niños vivían contentos. No teníamos problemas, aquí en la ciudad se sufre de hambre.”
El resguardo indígena Unión Balsalito, o lo que queda, está ubicado frente a la cabecera municipal de Docordó en límites entre los departamentos de Valle y Chocó. Todas las casas son de dos metros de altura para evitar que el Río San Juan las inunde.
Unión Balsalito fue fundada hace 50 años por cinco familias indígenas Wounaan, nombre que tomaron de su Dios Wuandan. Esa etnia vive del corte de madera, la agricultura y la pesca; se dedican a la siembra de banano, plátano, yuca, maíz, tomate y pepino para el consumo diario, así como la pesca de Gualajo, Ñato y Eliza.
Según un informe del 2023 de la Secretaría de Bienestar Social del Distrito, Cali es la ciudad que más recibió desplazados por el conflicto armado, ya que atendieron a 6 mil 405 personas que fueron obligadas a abandonar sus territorios. La mayoría de estas familias proviene de Cauca, Nariño, Buenaventura y Chocó, zonas donde se ha agudizado el conflicto y es continuo el abandono estatal.
“Nosotros estábamos trabajando cuando ellos llegaron a nuestro territorio, estabamos sembrando y llegaron para forzarnos a nosotros a salir rápidamente”. José Mambuche que salió de su territorio cuando tenía 18 años. Tan solo llevó la ropa que tenía puesta. Su primera parada fue en Buenaventura pero allí también llegaron ellos, como se refiere a los paramilitares.
“Lo más difícil fue haber dejado nuestra tierra porque perdimos todo. Perdimos nuestro cultivo, perdimos nuestros animales, ellos los cojieron. Extraño mucho bañar en el río”. Lo que más le preocupa a José es la salud de los niños y cómo seguir viviendo de acuerdo a sus creencias ancestrales, ya que los niños al estar en contacto con otras etnias, comienzan a hablar español y cambian, los adultos tratan de conservar sus costumbres y explicarles su cultura.