Inocentes en las cárceles: el drama de las familias
Segunda entrega de la serie ´Inocentes en las cárceles´ El drama de José Fernando Reyes, un hombre condenado a 19 años de cárcel por tráfico de estupefacientes. Ya había pagado 2 años de cárcel, antes de ser declarado inocente por ese delito. La Fiscalía logró hacer que se revocara la medida y lo condenaron. Su novia, Mónica Rubio, lucha para demostrar que las pruebas en contra de Reyes no tienen peso.
Inocentes en las cárceles: el drama de las familias
Septiembre 10 - 2013
Por Alexandra Serrano Guevara
Una victima más de la justicia colombiana
Con el triste despertar de cada día y con los sueños rotos, Mónica Rubio, novia de José Fernando Reyes, diseñador grafico web y empresario, ve ante sus ojos cómo la injusticia ha ido acabando poco a poco con la vida.
José está condenado por tráfico de estupefacientes y concierto para delinquir. A pesar de que en el 2010 en primera instancia fue declarado inocente, la Fiscalía en noviembre de 2011 apeló y el Tribunal le impulsó una condena de 19 años por estos delitos, que se hizo efectiva en febrero de 2013.
Recluido en la penitenciaria de máxima seguridad de Jamundí, ha pasado por las peores condiciones para un ser humano. A causa del pésimo suministro de agua, José se baña sólo con la cantidad que quepa en dos botellas de gaseosa de tamaño personal. Está rodeado de personas con condenas de 40 o 60 años, que dicen haber matado, secuestrado e incluso, violado. Su alimentación es deplorable y en 7 meses, ha perdido 14 kilos. Sólo cuenta con un radio que se convierte en la única fuente de contacto con el exterior porque no siempre puede llamar a Mónica pues se encuentra en un patio con 170 personas en el que sólo hay dos teléfonos.
“El trato por parte de la guardia es terrible, es un maltrato psicológico muy difícil de manejar, todo el tiempo mantienen diciendo que van los van cambiar de patios o que los van a mandar al calabozo” – afirma Mónica.
Una lucha de no acabar
Mónica lleva a cuestas el dolor de ver a su novio entre rejas. Cada 15 días madruga o va un día antes a la cárcel para lograr estar con él las tres horas que dura la visita. Pese a las inclemencias del clima y lo duro que es someterse a los controles de seguridad que tiene la cárcel, ella no lo abandona.
El gran amor que siente por José y su determinación por demostrar su inocencia, hizo que Mónica, una ingeniera industrial, haya estudiado tanto su caso que sólo le falta el título para graduarse como abogada. Conoce en detalle los 13 cuadernos del proceso, cada uno de los 300 folios y 7 anexos. Se dio cuenta que existen muchas inconsistencias como que en la llamada telefónica usada para condenar a su novio, nunca se habla de cargamento alguno, sino de una propuesta para vender bombones energizantes (Lea análisis completo del caso)
También ha recurrido a cuanta instancia jurídica y fundaciones de defensa de derechos humanos ha sido necesaria. Las posibilidades se reducen pues nadie ha querido hacerse cargo del caso. Su última esperanza es el Proyecto Inocencia de la Universidad Manuela Beltrán de Bogotá.
José ya lleva 3 años perdidos, entre la primera condena y estos últimos siete meses. Mónica sabe que nadie se los va devolver. Se quedó sin su empresa, su trabajo y sus clientes. Desde la cárcel, él se dedica a hacer muñecos de peluche como una manera de escapar a su realidad.
De todo esto a Mónica le queda un sabor amargo. Ella dice que de tener hijos, no los criaría en Colombia. “En este país la justicia no existe, sólo existe el clientelismo. Cada ciudadano en este país es una cifra, si condenan a tantas personas eso es un negocio, me gustaría que esto se acabara para poderme llevarme a mi familia lejos” – manifiesta Mónica con profunda tristeza.
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