Los fantasmas de Colombia
Reseña de "Reina de América" de Nuria Amat
Seguimos con la publicación de reseñas literarias y esta vez les ofrecemos la obra de la escritora española Nuria Amat. Este libro se desarrolla en Bahía Negra (Bahía Solano), donde el pueblo es un paraíso perdido, desolado. Los muertos habitan con los vivos con completa naturalidad, en donde en cualquier momento pueden sonar las siete trompetas del apocalipsis y no importa, porque ese es el orden de las cosas
Los fantasmas de Colombia
Reseña de "Reina de América" de Nuria Amat
Mayo 6 - 2018
Por Laura Carolina Cruz Soto
Sólo he oído las olas en dos ocasiones: a través de la pluma de Virginia Woolf y en Reina de América de Nuria Amat. La historia de Amat se desarrolla en Bahía Negra (Bahía Solano), donde el pueblo es un paraíso perdido, desolado. Los muertos habitan con los vivos con completa naturalidad, en donde en cualquier momento pueden sonar las siete trompetas del apocalipsis y no importa, porque ese es el orden de las cosas.
Los personajes son sobras, visten de negro y gris, como si la felicidad no llegara ni por medio del color. En vez de ojos tienen grietas; en donde cargan el temor. Confunden la noche con el día, los meses no tienen nombre y parece que el alba fuera cubierta con el polvo del lugar. Un pueblo destartalado que conserva un esqueleto de lo que fue la escuela. Las heridas se sanan con palabras porque no hay médicos. "Las casas son de tierra, las carreteras son de tierra", y la tierra no sirve para sembrar. Las casas y las personas se asemejan, guardan las mismas ruinas, los mismos vacíos.
El mar es un espíritu que deambula entre los vivos que le entregan a sus muertos como parte de una ofrenda. El Pacifico es un mar de negros, lleno de magia y de brujería. "La selva es una ciega que recuerda". El bosque se confunde con el cielo. Los árboles caminan. El cielo se abre para que los aviones aterricen. La tierra recoge todas las lágrimas de las víctimas de un Dios pagano llamado guerra. Las lágrimas van al cielo y las nubes las devuelven en terribles aguaceros. "La lluvia pone fin a las palabras".
Las palabras salen cojas y torcidas, el silencio es el lenguaje que adoptaron. No me gusta tu silencio, porque Bogotá aparece como una ciudad con hiel en las palabras, una ciudad lejana, con La Candelaria con sus callecitas presuntuosas y las casas de colores. La capital es recordada como un viejo amor que nos robó la inocencia.
Cada personaje no es un quién sino un qué, una respuesta a algo. El primer personaje que Amat nos presenta en el libro es Wilson, un periodista agnóstico que confía que la literatura pueda salvarlo de la vida, sin saber que la literatura sólo puede redimirnos. Un hombre que ha probado el comunismo y el hambre. Wilson representa un periodismo cansado, repetitivo, una literatura idealizada, un periodismo que termina por rendirse. Vuelve a su tierra huyendo de la muerte o en busca de ella.
Libertad, las fisuras de lo ideológico, un viejo de amor de Wilson. Libertad, una actriz que terminó escuchando historias de putas en una peluquería en vez de diálogos de Shakespeare en un teatro. Monserrat es la mirada de afuera, una Catalana que vive encuentros y desencuentros con la literatura, que confunde la literatura con el amor, y como no, si es que se parecen tanto.
Nuri Amat es licenciada en Filosofía y Letras, y doctora en Ciencias de la Información. Escribe también ensayo, poesía, artículos periodísticos, entre otros.
Rat convivirá con fantasmas, un fantasma en especial que fue acuñado en los árboles, criado por los Cholos (indios que viven en la selva de Bahía Negra, que se pintan la piel de azul para no ser confundidos con los negros). Un fantasma que lee los labios, los ojos. Un fantasma que carga calaveras y el incesto. Un fantasma que se llama Aida, que habla como si sus palabras fueran porcelanas y se fueran a quebrar. Un fantasma que vive con la muerte como única madre. Un fantasma que a veces sonríe como si la felicidad no la hubieran inventado. Aida es la fuerza de los negros, sus rituales, sus amores y sus odios.
Alicia encarna la tragedia, la persigue un virus que no tiene nombre, pero que es sinónimo de muerte. Encontró el virus entre las sábanas, en sus ganas de sobrevivir no se sabe a qué. Alicia es el sueño de la prostitución que termina con la sonrisa y el alma desfigurada.
Monserrat Amat no es casualidad como se asemejan de forma sonora los nombres, Bahía Solano es Bahía Negra, Wilson tiene mucho de Óscar Collazos, el amor en la historia es sobretodo lo más biográfico, ¿qué si todo el libro es biográfico? Se podría decir que Nuria le ha tomado una fotografía con palabras a la guerra. Nuria Amat lleva a Rulfo en las venas, en la tinta. Bahía Negra se asemeja a Luvina, un cuento de Juan Rulfo. Los habitantes de Bahía Negra son sacados de Llano en llamas, es la misma atmósfera de muerte. Las almas en pena de Pedro Páramo son los desplazados que recorren una Colombia desolada buscando una tierra donde descansar.
Amat logra escribir una cotidianidad semejante a la vida, con el mismo mutismo, el mismo tiempo que se arrastra, la repetición de los días, del amor, de las palabras. Presumo que leyó a Proust, ya que personifica los objetos. "La selva es una ciega que recuerda", es decir, los espacios y las cosas tienen personalidad, vida propia como los personajes de la historia.
La guerra es un Dios pagano, un Dios celoso que se alimenta de polvo blanco y sangre, que termina cobrando vidas como si hiciera parte de una ofrenda. La guerra como el mismo Dios es omnipresente. Es celosa, reclama bailes, estruendo y muertes. Campesinos y pobladores se reúnen alrededor de un Dios invisible para bailar alrededor de la coca, donde amasan la amapola a punta de guaracha, sin saber que están pisando el excremento de la muerte. Un bolero se escucha al fondo del estruendo como si quisiera advertir algo, pero los muertos no escuchan.
Al final del libro se escuchan trompetas y cuatro jinetes que arrojan fuego por la boca. La guerrilla, los narcos, el ejército y los paramilitares hacen que el apocalipsis llegue antes de tiempo. El primer jinete tocó la primera trompeta y hubo fuego mezclado con sangre que fueron lanzados sobre la tierra y se quemó la tercera parte de los árboles... La tercera parte de los habitantes murieron. Los demás tuvieron que vivir en una constante diáspora, porque Dios los maldijo no tendrás dioses ajenos delante de mí, así el pueblo de Bahía Negra vagó por miles de días en el desierto que se llama Colombia. Algunos los ven como fantasma a las fueras de la ciudad, o en las plazas de los parques, nadie se les acerca por temor de ser contagiados de esos fantasmas a los que llaman desplazados.
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